El blog de Marc Bernabé

Kami no toride (El fuerte de papel)

Thursday, December 23rd, 2010
  • Título: 紙の砦 –Kami no toride– (El fuerte de papel)
  • Autor: Osamu Tezuka
  • Editorial: Daitosha
  • Revista: Shōnen King, Shōnen Jump, Shōnen Magazine y COM
  • Años publicación: entre 1970 y 1976
  • Clasificación: shōnen, semiautobiográfico
  • Tomos: 1

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A lo tonto llevo tres años ya con este blog (cómo pasa el tiempo) y, aunque he hablado repetidas veces sobre Osamu Tezuka, el “dios” del manga, curiosamente nunca había llegado a reseñar una obra suya. Las razones son varias: Tezuka es ya relativamente conocido y he preferido priorizar la presentación de otros enormes mangaka como Shōtarō Ishinomori, Fujio Akatsuka y demás; las mejores y más conocidas obras de Tezuka ya han sido publicadas en España; y alguna que otra vez me he pillado los dedos leyendo un manga de Tezuka con gran ilusión y encontrándome con una obra aburridísima (no todo iba a ser genial, evidentemente). Ha llegado la hora, sin embargo, tres años más tarde, de reseñar una obra de este imprescindible autor en el blog.

El tomo de Kami no toride (El fuerte de papel), al menos la edición que tengo yo (de 1977), contiene varias historias cortas con cierto regusto autobiográfico. Todas ellas narran la adolescencia y/o aventuras de un chaval durante la guerra o la posguerra: un chaval bastante enclenque, con gafas, que sueña con ser dibujante de manga. Obviamente, un retrato del propio Tezuka.

Kami no toride, la historia que da título al tomo, se desarrolla durante la II Guerra Mundial. Tetsurō Oosamu es un chaval que trabaja en una de las numerosas fábricas de armas y municiones de Japón. Su gran pasión es dibujar manga, pero debido a las restricciones y acusaciones de “antipatriótico” que recibía cualquiera que no se mostrara ciegamente a favor del régimen y de la guerra, tiene que hacerlo a escondidas. En medio de bombardeos y una cándida historia de amor, Oosamu continuará desarrollando su pasión.

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A pesar de los bombardeos, el protagonista sigue dibujando manga en la fábrica desierta.

Seis historias, de diferente longitud y temática, se suceden en este gran tomo. Todas ellas dejan entrever la gran pasión por el manga que tenía Tezuka, así como las penurias que tuvo que soportar durante esos primeros años de su carrera, cuando el manga ni estaba bien visto por la sociedad ni era algo con lo que poder ganarse la vida. Desconozco hasta qué punto se basan en hechos reales estas historias, pero sin duda Tezuka se inspiró considerablemente en sus propias vivencias para narrar la miseria, la frustración y la depresión de la guerra, y también para expresar esos destellos de esperanza y cariño que brotaban de vez en cuando como pequeñas flores en medio de un campo de cenizas. Para Tezuka, sin duda, el manga fue una de esas flores de esperanza.

Lo mejor

  • Grandes historias, amenas y emotivas.
  • El estilo semiautobiográfico nos abre una ventana a la guerra y a la posguerra en Japón, así como a las dificultades de dibujar manga en esa época.
  • Gran amor por el manga y la vida en general.

Lo peor

  • Que aún no se haya publicado en España.

Otoko Oidon (Yo, el hombre)

Monday, December 13th, 2010
  • Título: 男おいどん –Otoko Oidon– (Yo, el hombre)
  • Autor: Leiji Matsumoto
  • Editorial: Kōdansha
  • Revista: Shōnen Magazine
  • Años publicación: 1971-73
  • Clasificación: shōnen
  • Tomos: 9

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En la anterior reseña, sobre Dai yojōhan dai monogatari, ya hablamos sobre la contribución de Leiji Matsumoto a un nuevo género de ficción japonés: el yojōhan-mono o “historias de cuatro tatamis y medio”, por lo que no vamos a profundizar más en este concepto. Si te perdiste la anterior reseña, léela ahora porque si de lo contrario no vas a entender muy bien el concepto detrás de este manga que comento ahora.

Ya conocemos a Leiji Matsumoto, pope del TLQM (Todo Lo Que Mola) y celebérrimo autor de obras de space-opera como Capitán Harlock o Galaxy Express 999, pero la obra con la que se hizo realmente famoso y que le permitió dedicarse posteriormente a la creación de personajes tan carismáticos como Harlock o Maetel no fue otra que esta Otoko Oidon.

Cuenta el maestro que, aún no sabe por qué, los editores de la prestigiosa Shōnen Magazine, en aquel entonces la gran líder del mercado del shōnen manga, en cuyas páginas se publicaban en aquellos momentos dos de los mayores iconos de la historia del manga con letras mayúsculas, Kyojin no Hoshi y Ashita no Joe, se fijaron en él. En aquellos momentos estaba publicando, con éxito moderado, el manga Dai yojōhan dai monogatari en las páginas de la revista para lectores adultos Bessatsu Manga Action, y desde la Shōnen Magazine le pidieron un manga similar, solo que quitándole ciertas situaciones sexuales y más “adultas” para hacerlo más acorde con su público eminentemente adolescente.

Y así fue cómo nació Otoko Oidon, que se convirtió rápidamente en un gran éxito debido, probablemente, a que en aquellos momentos la edad media de los lectores de la revista Shōnen Magazine estaba entre los 16 y los 25 años, y que muchos de ellos se sintieron identificados con el protagonista ya que estaban viviendo en condiciones similares a las suyas tras mudarse desde el campo a la gran ciudad en busca de trabajo o para estudiar.

Otoko Oidon nos cuenta las peripecias de Nobotta Ooyama, un chaval llegado a Tokio desde la lejana Kyūshū para estudiar –lo que le da fatal, por lo que acaba dejándolo– y, luego, ante el pasotismo de sus padres, que se niegan en redondo a enviarle dinero, para trabajar y ganarse la vida –lo que tampoco termina de irle bien debido a su condición de patán, vago y paso-de-todo–. En medio de la patética vida del inútil pero a la vez adorable Nobotta se van cruzando otros personajes: la dueña de los apartamentos: una vieja que en realidad es un trozo de pan y se preocupa mucho por él, los vecinos, algunas bellas compañeras de clase, los dueños del garito de ramen, etcétera.

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Calzoncillos, un pájaro que no se calla y mucha miseria.

Al poco de empezar la historia, Nobotta se queda sin dinero para pagar el alquiler y decide empeñar todas sus pertenencias, incluido su futón, lo que le obliga a dormir sobre papeles de periódico. Por alguna razón, lo único que tiene en cantidad son calzoncillos sucios, que se amontonan en cantidades industriales en su armario y que incluso crían setas… ¡Que el protagonista, en momentos de desespero, llega a comerse!

De hecho, el propio Matsumoto, también originario de Kyūshū, estuvo viviendo en un apartamento similar en su primera época en Tokio y tuvo experiencias similares a las del protagonista. Incluso me contó durante la entrevista para Masters of Manga que lo de las setas criando sobre montañas de calzoncillos sucios es real y que, aunque él no llegó a comérselas, sí que hizo el experimento de dárselas a Tetsuya Chiba (sin decirle de dónde habían salido, claro), que las comió con gusto y dijo que estaban buenas. Por cierto, se ve que Chiba no estuvo muy contento al enterarse a posteriori del origen de las setas que había devorado, claro ^____^.

En definitiva, Otoko Oidon es una especie de remake de Dai yojōhan dai monogatari, sin algunos elementos más subidos de tono, pero con un estilo de dibujo bastante más depurado y un guión mejor llevado debido, sin duda, a la experiencia que el maestro había cobrado escribiendo esa primera obra.

Oidon, por cierto, es un pronombre de primera persona (yo) que se utiliza en el dialecto de Kyūshū que utiliza el protagonista, por lo que el título se traduciría por “Yo, el hombre”.

Lo mejor

  • Historias autoconclusivas aunque ligadas temporalmente.
  • Una lectura amena.
  • Como siempre, las chicas Matsumoto se salen…

Lo peor

  • Lo mismo que para Dai yojōhan dai monogatari, es decir:
  • Al protagonista a veces le darías dos bofetones y le gritarías “¡espabila, joder!”
  • Casi imposible poder ver algo así publicado en Occidente.

Ganso dai yojōhan dai monogatari (La gran historia original de los grandes cuatro tatamis y medio)

Thursday, December 9th, 2010
  • Título: 大四畳半大物語 –Ganso dai yojōhan dai monogatari– (La gran historia original de los grandes cuatro tatamis y medio)
  • Autor: Leiji Matsumoto
  • Editorial: Asahi Sonorama
  • Revista: Bessatsu Manga Action
  • Años publicación: 1970-74
  • Clasificación: shōnen, seinen
  • Tomos: 6

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Decíamos en la reseña de The Insect que Leiji Matsumoto, pese a ser el gran referente de la ciencia-ficción del manga, tiene varias otras facetas en su carrera más allá del space opera que le hizo famoso con obras como Capitán Harlock o Galaxy Express 999.

Como decíamos, una de las facetas en las que más destaca este autor es el género llamado “cuatro tatamis y medio”. ¿Pero qué es exactamente este “género”? Para ponerte un poco en contexto, diré que a partir de los años 50 y hasta más o menos los 70 hubo un gran flujo inmigratorio desde las zonas rurales de Japón hacia las grandes ciudades, especialmente Tokio. Muchos jóvenes se iban a la ciudad a la busca del sueño de la prosperidad personal, sea en los estudios o en el trabajo, o en ambos.

Esto provocó una gran demanda de alojamiento sencillo y barato, y pronto se impuso un tipo de edificio muy sencillo, normalmente de dos pisos de madera, con pequeñas habitaciones individuales y WC y cocina comunitarias (no había bañeras ni duchas, lo que implicaba que los que vivían en estos pisos debían ir a los baños públicos del vecindario). Sin ir más lejos, los apartamentos Tokiwa-sō, de los que he hablado largo y tendido en este blog, eran de este tipo, y las habitaciones individuales tenían el tamaño de cuatro tatamis y medio.

En Japón, el tamaño de una estancia se mide según cuántos tatamis se puedan colocar. Según la región, el tamaño del tatami cambia. Mientras que en Tokio hablamos de poco más de 1,5 m2 por tatami, en Kioto son un poco mayores, poco más de 1,8 m2. Así, el tamaño de estos pisos tan pequeños y sencillos, de cuatro tatamis y medio, era de unos escasos siete metros cuadrados.

Imaginad vivir en una habitación de solo siete metros cuadrados, sin lavabo ni cocina, y con el suelo de tatami (eso sí, tenían un armario bastante profundo, que algunos aprovechaban como espacio para tender el futón y dormir, igual que Doraemon). Evidentemente, las condiciones de vida eran duras, pero miles y miles de japoneses vivieron en este tipo de alojamiento mientras se esforzaban duramente para conseguir una vida mejor.

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Calzoncillos y nada más en el cuarto de Futoshi

El género que Leiji Matsumoto ayudó a cultivar, el de los “cuatro tatamis y medio”, se basa justamente en esto: narrar las miserias, alegrías, frustraciones y sueños de uno o más personajes que viven en estas condiciones de casi miseria, pero siempre bajo la luz de un mensaje de “aquellos viejos buenos tiempos”. Y es que la mayoría de los que han cultivado este género, como Leiji Matsumoto, vivieron algunos años en estas mismas condiciones, por lo que pueden perfectamente narrar cómo era la vida en un piso roñoso de solo siete metros cuadrados.

La obra más famosa de Matsumoto englobada en este género es Otoko Oidon, pero conducido por una recomendación del propio maestro de cuando fui a entrevistarle para Masters of Manga, he empezado por una obra menos conocida pero, según él, “más realista” de cómo era la vida en esas condiciones: Ganso dai yojōhan dai monogatari (La gran historia original de los grandes cuatro tatamis y medio).

Esta historia, que agrupa historias autoconclusivas, episodios de la vida del protagonista que se van sucediendo en el tiempo, nos narra las desventuras de Futoshi Adachi, un chaval de Kyūshū (Matsumoto es de Kyūshū) que se desplaza a Tokio para trabajar solo para encontrarse con que la empresa que lo había contratado ha quebrado. A partir de aquí, el bueno de Adachi –que por cierto es bastante vago e irresponsable– tendrá que buscarse la vida para poder pagar el alquiler de su piso de cuatro tatamis y medio y comer, entre otras necesidades vitales.

Adachi ni siquiera tiene futón, duerme sobre papel de periódico e intenta calentarse como puede con la única bombilla que hay en la habitación. También tendrá que lidiar con los vecinos, como por ejemplo una extraña pareja: ella es una preciosa mujer bastante atenta que de vez en cuando se preocupa por Adachi –incluso acostándose con él XD–, mientras que él es un violento yakuza que a menudo pegará al protagonista.
Así, entre montañas de calzoncillos sin lavar, infecciones de hongos en las partes genitales, algo de sexo, algo de violencia, bastante miseria y demás, se van sucediendo las andanzas de Futoshi Adachi.

Lo mejor

  • La historia es bastante interesante y fácil de leer.
  • Tiene escenas subidas de tono que no tenían cabida en Otoko Oidon, el manga insignia de Matsumoto en el género de los “cuatro tatamis y medio” (que reseñaré pronto también).
  • Según me comentó el propio maestro, los “consejos” que da a través de este manga para tratar y curar las infecciones genitales de hongos ayudaron a muchísimos lectores que, avergonzados por la enfermedad, no osaban ir a la farmacia para describir sus síntomas (fuerte picor y eczema en los genitales) para conseguir un remedio. ¡Se ve que Matsumoto recibió numerosas cartas de lectores agradecidos!
  • Las chicas Matsumoto… ¡Aish!

Lo peor

  • Al protagonista a veces le darías dos bofetones y le gritarías “¡espabila, joder!”
  • Casi imposible poder ver algo así publicado en Occidente.

Sabu to Ichi torimono hikae (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi)

Tuesday, November 23rd, 2010
  • Título: 佐武と市捕物控 –Sabu to Ichi torimono hikae– (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi)
  • Autor: Shōtarō Ishinomori
  • Editorial: Shōgakukan
  • Revista: Shōnen Sunday, Big Comic
  • Años publicación: 1966-72
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 17

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Aunque respeto y admiro muchísimo al gran maestro Shōtarō Ishinomori, debo decir que sus manga que había leído hasta este momento me habían dejado un poco frío. Sí, es cierto que Ishinomori imprime un ritmo frenético a sus historias, que incorporan técnicas visuales muy originales y efectivas incluso vistas hoy en día, pero prácticamente todo lo suyo que había leído, como Cyborg 009, Kamen Rider o Kikaider, me había llegado incluso a aburrir. Vale, supongo que es porque ya tengo una edad y la temática shōnen de “el bien contra el mal” y los poderes y todo esto ya no causan ese efecto “mágico” en mí que, por otra parte, sí causan en el público más joven. En cierto modo, es completamente normal. Tengo que decir, sin embargo, que guardo buen sabor de boca de cuando, hace ya años, leí partes de Hotel y de La historia de Japón en manga, obras más “adultas” de este mismo autor que, a la luz del descubrimiento que acabo de hacer, veo que debo releer con cierta urgencia.

La temática “período Edo”, que entendemos como historias ambientadas en lo que, para simplificar, podríamos llamar “la época samurái pero sin guerras”, tampoco ha sido tradicionalmente algo que me atraiga en especial, ya que en general prefiero obras ambientadas en la época contemporánea o de ciencia-ficción.

Por estos dos factores (cierta “pereza” ante una obra de Ishinomori y ambientación en el período Edo), había dejado ad aeternum en la enorme pila de manga “para leer” que tengo en casa esta obra que reseño: Sabu to Ichi torimono hikae (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi).

Solo me decidí a sacarla de la pila y darle una oportunidad cuando vi que está nominada para los premios del prestigioso festival de Angouleme, en Francia (donde la obra se está publicando en 4 enormes tomos de unas 1000 páginas cada uno): si el festival que descubrió y coronó por fin al grandioso Shigeru Mizuki a Europa tenía en consideración esta obra, por fuerza tenía que tener algo especial. ¡Y vaya si lo tiene! Me ha dejado sin palabras, francamente, y con ganas de pegarme dos bofetadas por tener ciertos prejuicios (que afortunadamente no tengo reparos en romper, eso sí).

Sabu to Ichi torimono hikae cuenta la historia de Sabu, un ayudante de okappiki (un agente de policía de la época, para entenderlos) que se dedica a investigar varios casos criminales en la ciudad de Edo de, calculo, el siglo XVIII. Alrededor de Sabu se concentran varios personajes, como su jefe, la hija de este (que se llama Midori y está enamorada de él) y, sobre todo, el masajista ciego Ichi. Pese a su ceguera, este último es capaz de llevar una vida relativamente normal debido a la agudeza de sus restantes sentidos: sin ir más lejos, es capaz de jugar a go contra Sabu (y vencerle muy a menudo) y de manejar la espada que esconde en su bastón a la perfección para convertirse en una máquina de matar.

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Imaginativos diseños de página ayudan a mantener el ritmo de lectura trepidante

Ichi es un poco como el cerebro supletorio de Sabu, esa pieza que, a menudo conversando distendidamente ante el tablero de go, consigue que finalmente Sabu ate todos los cabos sueltos y resuelva los casos. A veces, la resolución de estos casos exige cierta dosis de acción y entonces aparece Ichi de una u otra forma con su espada oculta, de forma idéntica a la del famoso personaje cinematográfico Zatōichi, sin duda más que una inspiración para este personaje de Shōtarō Ishinomori.

Las historias están muy bien narradas y el ritmo de lectura se convierte en un no parar; solo por esto, este manga ya merecería el calificativo de “muy bueno”. Pero lo que lo convierte en “excelente”, a mi modo de ver las cosas, es la magnífica puesta en escena, el alarde visual que hace Ishinomori que, con efectos visuales, metáforas, oníricos diseños de página con disposiciones de viñetas muy poco ortodoxas, juegos de planos y ángulos, etcétera, deja con la boca abierta al lector. A día de hoy, más de 40 años después del inicio de este manga en 1966, no se ven casi experimentos visuales de este tipo al menos en el manga mainstream; parece que los dibujantes han dejado de lado la experimentación y se limitan a dibujar páginas y viñetas siguiendo un manual. Si algo tenía Ishinomori, es que a él las convenciones le importaban un rábano y no se cortaba a la hora de improvisar e innovar. El manga actual debe muchísimo a este autor, el “rey del manga”, pero no ha habido una evolución desde que él puso sus pautas, más bien al contrario, hemos retrocedido como los cangrejos.

Cuenta Ishinomori en el epílogo de este primer tomo que Sabu e Ichi es su primera obra para público adulto. Aunque empezó a publicarse en la revista para adolescentes Shōnen Sunday (que en aquella época empezaba a tener lectores bastante mayorcitos debido a que aún no había revistas seinen), en 1968 pasó a las páginas de la primera revista seinen realmente mainstream, la Big Comic, y desde allí evolucionó mucho más. Imagino que Ishinomori quiso encontrar un estilo que pudiera atraer a los lectores adultos y por eso experimentó de esta manera. A mi parecer, lo consiguió con creces.

Lo mejor

  • La historia, organizada en capítulos autoconclusivos que narran un caso cada uno, es excelente.
  • El diseño visual, la experimentación y la poco ortodoxa pero muy efectiva división en viñetas de algunas páginas.

Lo peor

  • El personaje Ichi es bastante copia de Zatōichi, un personaje extremadamente popular en aquella época. Tal vez Ishinomori se pasó un poco y chupó demasiada rueda aquí.
  • ¿La veremos algún día en castellano?

The Insect (El insecto)

Monday, November 8th, 2010
  • Título: インセクト –The Insect– (El insecto)
  • Autor: Leiji Matsumoto
  • Editorial: Asahi Sonorama
  • Revista: varias
  • Años publicación: 1976 (este tomo)
  • Clasificación: shōnen
  • Tomos: 1

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Leiji Matsumoto es principalmente conocido por sus historias de ciencia-ficción fantástica, como Capitán Harlock, Acorazado Espacial Yamato y Galaxy Express 999, por lo que internacionalmente se le suele considerar el rey de la “space opera” japonesa.

Sin embargo, su obra por supuesto abarca mucho más que eso, y en realidad este autor tiene al menos cinco facetas bastante diferenciadas y más o menos conocidas:

  • Space opera. Su faceta más famosa de lejos. Matsumoto es el rey del género tanto en Japón como internacionalmente. No hay más que ver los vídeos de Daft Punk englobados en la macroproducción Interstella 5555.
  • Guerra. Matsumoto tiene una amplia producción de manga bélico, entre los que destaca la serie The Cockpit.
  • Cuatro tatamis y medio. Este autor fue el principal responsable de un género entero en la literatura y el manga japonés: la narración de las historias de tíos pobretones (mal)viviendo en pequeñas viviendas de cuatro tatamis y medio con cocina y lavabo comunitarios y sin bañera (había que ir a lavarse a los baños públicos). Su obra más famosa en este sentido es Otoko Oidon.
  • Shōjo. Como muchos otros grandes autores de manga, Matsumoto empezó dibujando shōjo. Destaca por su capacidad innata de crear “animalitos monos”. De hecho tiene algunas historias co-creadas junto a su mujer Miyako Maki, en las que ella dibujaba los personajes mientras que él se encargaba de los animales (perritos y gatitos) ya que le “salían tan bien”.
  • Entomología. Este autor tiene también algunos manga basados en insectos. Se trata de su faceta menos conocida, incluso en Japón.

El manga que tratamos en este ocasión forma parte de esta quinta faceta del “padre” de las bellezas Emeraldas y Maetel. Estamos ante un tomo que recopila un total de 11 historias cortas basadas de una u otra manera en el mundo de los insectos.

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Ciempiés...

La verdad es que no hay hilo conductor entre ellas. Mientras que algunas se basan en la interacción de los humanos con uno o varios insectos (por ejemplo, una historia va de un tipo que tiene un montón de escarabajos en su casa) y otras personifican a los insectos (una de las historias ocurre en un hormiguero donde una poderosa hormiga –con cuerpo, rostro y ademanes de persona, ojo– domina a las demás). Otras historias simplemente se basan en alegorías, como por ejemplo la historia de un tipo bajito y regordete con gafas de culo de botella que, obviamente, recuerda a una mosca.

Hormigas, libélulas, escarabajos, moscas, ladillas, cucarachas, mariposas… Todas ellas tienen cabida en este tomo de ritmo muy irregular pero con ese sabor tan “matsumotero” que deja cierto regusto triste en la mente del lector, ese mono no aware del que hablábamos en la reseña de Galaxy Express 999 y que resulta tan propio del estilo del autor.

Por supuesto, en este manga encontramos también los típicos personajes Matsumoto: mujeres estilizadas, guapísimas, de pelo larguísimo y porte melancólico; hombres bajitos, feos, regordetes y borrachos; chicos desgarbados y perdidos por la vida… Vamos, una obra Leiji Matsumoto 100%.

Personalmente me ha gustado el manga. Cierto es que algunas historias son mejores que otras y que el ritmo es un poco irregular, pero en general es un buen manga. Una curiosidad muy interesante para los fans de Leiji Matsumoto que quieran llegar un poco más allá de su faceta como maestro de la space opera.

Lo mejor

  • Historias cortas muy imaginativas.
  • Las etilizadas, melancólicas y enigmáticas chicas Matsumoto.

Lo peor

  • Ritmo irregular.
  • Algunas historias quizás son un poco demasiado abstractas.