El blog de Marc Bernabé

Hotel

Monday, July 29th, 2013
  • Título: Hotel
  • Autor: Shōtarō Ishinomori
  • Editorial: Shōgakukan
  • Revista: Big Comics
  • Años publicación: 1984-98
  • Clasificación: slice-of-life
  • Tomos: 37

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Hay veces en las que uno no tiene o tiempo o ganas de iniciar la lectura de una serie de manga con muchos tomos y argumento lineal, sino leer pequeñas historias autoconclusivas ambientadas en un mismo mundo o situación. Estoy hablando de obras como podrían ser Black Jack, KochiKame o Detective Conan, que a priori no requieren que el lector siga todo un argumento en el tiempo, sino que cada historia, más o menos corta, tiene un argumento propio (aunque haya un argumento lineal subyacente más o menos sutil). Esto facilita que el lector deje y retome la serie cuando le dé la gana, sin miedo a perderse por no acordarse de secuencias o sucesos pasados.

Hotel, uno de los mangas más exitosos de Shōtarō “el rey del manga” Ishinomori, es precisamente una serie de este tipo. Se ambienta en el Tokyo Platon, un hotel de gran envergadura y estatus, en cuyas dependencias pasa un poco de todo. Un capítulo narrará un desencuentro amoroso de una pareja, otra un caso detectivesco al más puro estilo Agatha Christie, otro una aventura que implica una maleta perdida, y así… No hay personajes recurrentes salvo el “staff” del hotel: el que más sale es Tōdō, el “general manager”, aunque no necesariamente aparece en todos los capítulos ni tiene un papel especialmente relevante en muchos de ellos.

Podríamos decir, pues, que el principal protagonista es el propio hotel, y los secundarios de lujo son los clientes y los trabajadores del mismo. Son historias con fuerte carga de entretenimiento, pero con el punto justo de emoción, candor, sentimiento, humor y alegría.

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¿Puede ser que se nos haya colado una prostituta en el hotel? ¡Hay que investigarlo!

No sé si acabaré leyendo todos los tomos (son 37 en la versión original y 25 en la de bolsillo, que es la que tengo yo), pero desde luego para mí es una serie ideal para ir cogiéndola de vez en cuando en épocas como la actual, sin ir más lejos, cuando por estar en medio de una verdadera montaña rusa de actividad, obligaciones y compromisos de todo tipo, tengo poquísimo tiempo disponible para leer y, cuando lo tengo, estoy tan cansado que solo aguanto 10 o 15 minutos de lectura antes de caer “frito”… Así que un capítulo de Hotel como entretenimiento y relax va de fábula ya que no exige ningún esfuerzo y proporciona grandes dosis de entretenimiento y relax.

Shōtarō Ishinomori dejó inconclusa esta serie debido a su muerte, en 1998, a unos escasos 60 años de edad… Si no fuera por ello, posiblemente hoy en día seguiría trabajando en ella y estaríamos hablando ya de una serie cercana a la mítica cifra de 100 tomos, ya que claramente la serie, con ese formato, podría evolucionar y estirarse tanto como diera de sí la imaginación e inventiva de su autor (y sabemos a ciencia cierta que Ishinomori, que ostenta el Récord Guinness de autor de cómic más prolífico de todos los tiempos, ¡la tenía para dar y vender!)

Lo mejor

  • Grandes historias autoconclusivas, algunas realmente memorables.
  • Me gusta mucho el formato “historias autoconclusivas” por los motivos expuestos más arriba.
  • Entretenido a más no poder.
  • Su adaptación televisiva a serie de imagen real cosechó un gran éxito, con 5 temporadas en su haber, todo un hito en un país en el que las series televisivas, de escasos capítulos (de 10 a 12) duran apenas una sola temporada.

Lo peor

  • El dibujo se ve anticuado. Ya Ishinomori tenía un estilo “viejo” en los años 80, debido a su veteranía, pero actualmente se percibe aún más viejo.

Jun

Thursday, January 3rd, 2013
  • Título: ジュン –Jun–
  • Autor: Shōtarō Ishimori
  • Editorial: Mushi Pro
  • Revista: COM
  • Años publicación: 1968
  • Clasificación: alternativo, raruno
  • Tomos: 1

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Conocemos a Shōtarō Ishinomori (antes “Ishimori”) por muchos motivos: es considerado el “rey” del manga (solo tiene por encima al “dios” Osamu Tezuka); posee el récord Guinness de autor de cómic más prolífico del mundo; es el creador de personajes tan icónicos como los cyborgs de Cyborg 009 o el motorista enmascarado Kamen Rider; también es pionero del campo del manga didáctico, con su Historia de Japón en manga o su Nihon keizai nyūmon (Introducción a la economía japonesa / Japan, Inc.); entre muchas otras facetas…

Ishimori fue también una enorme influencia entre cientos, miles de dibujantes, que conformarían la siguiente generación de autores de manga: los que debutarían sobre los años 70. Primero, porque creó uno de los primeros (si no el primer) manuales de “cómo dibujar manga” (Ishimori Shōtarō no mangaka nyūmon, Introducción al oficio de mangaka por Shōtarō Ishimori) y segundo porque hizo muchísimos experimentos gráficos dentro del medio del manga que contribuyeron a hacerlo evolucionar considerablemente. En español, por cierto, podéis tener una primera toma de contacto con este autor, y su grafismo y manera de narrar, con la excelente Hokusai (EDT, 2012).

Lo que no es muy conocido, ya que parece ser una obra bastante olvidada, es el extremo al que llegó con la experimentación gráfica en la obra Jun, publicada a finales de los años 60 en la mítica revista COM fundada por Osamu Tezuka. De hecho, yo desconocía la existencia de esta historia hasta hace pocos años, cuando leí alguna referencia a ella en algún libro. No recuerdo cómo fue, pero rápidamente procuré conseguir la obra: cómo no, en su edición original, de formato A4, con cajita de cartón protector, tapa dura y excelente encuadernación e impresión, de 1968.

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Un ejemplo (doble página) del tipo de grafismo que podemos encontrar en las páginas de Jun.

Jun es una obra extremadamente experimental, sin aparente hilo conductor, protagonizada por un chico llamado Jun, que se entiende que es un alter ego del autor. Es una especie de recopilación de poesías en formato manga, con fuerte componente gráfico (ya que hay muy poco texto) y muchísima experimentación de todo tipo. Gráficamente es apabullante, aunque el contenido es directamente incomprensible en la mayor parte de las ocasiones (al menos para mí…). Creo que Ishinomori quería transmitir sensaciones y no contar ninguna historia, y lo consigue, al menos parcialmente.

La obra, como digo, se publicó en las páginas de la revista COM fundada por la empresa Mushi Pro de Osamu Tezuka, y se dice que, en una ocasión, este la criticó duramente con las palabras “esto no es manga ni es nada” (y, de hecho, personalmente creo que Tezuka tenía razón, porque no hay una historia en Jun, sino una sucesión de imágenes evocadoras sin demasiados vínculos entre sí).

Al parecer, Ishinomori se ofendió muchísimo con estas declaraciones, hasta el punto de desistir de seguir publicando su obra en la COM, pero Tezuka le pidió personalmente perdón e Ishinomori, como buen admirador y seguidor del gran maestro, aceptó las disculpas y siguió publicando la obra (que por cierto fue galardonada con el Premio Manga Shōgakukan). Tezuka era un hombre muy competitivo y envidioso del talento ajeno, y claramente Ishinomori estaba demostrando tenerlo a raudales, por lo que seguramente no llevó muy bien que un joven como ese le estuviera dando “sopas con honda” en lo referente a inventiva.

Jun, por cierto, fue un excelente campo de pruebas para poner en acción recursos gráficos que Ishinomori utilizaría más tarde en otras obras, como por ejemplo la excelente (¡impresionante!) Sabu to Ichi torimono hikae (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi).

Lo mejor

  • Experimentación gráfica a palo seco, brutal y evocadora.
  • Una gran edición para ser de 1968, con páginas a color entre medio y todo lujo de detalles.

Lo peor

  • No hay hilo conductor y la mayoría de las historias resultan directamente incomprensibles.
  • En mí no ha despertado demasiadas sensaciones, la verdad. Sí, algunos recursos gráficos son impresionantes y el libro es todo un lujo visual, pero nada más que eso.

Sabu to Ichi torimono hikae (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi)

Tuesday, November 23rd, 2010
  • Título: 佐武と市捕物控 –Sabu to Ichi torimono hikae– (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi)
  • Autor: Shōtarō Ishinomori
  • Editorial: Shōgakukan
  • Revista: Shōnen Sunday, Big Comic
  • Años publicación: 1966-72
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 17

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Aunque respeto y admiro muchísimo al gran maestro Shōtarō Ishinomori, debo decir que sus manga que había leído hasta este momento me habían dejado un poco frío. Sí, es cierto que Ishinomori imprime un ritmo frenético a sus historias, que incorporan técnicas visuales muy originales y efectivas incluso vistas hoy en día, pero prácticamente todo lo suyo que había leído, como Cyborg 009, Kamen Rider o Kikaider, me había llegado incluso a aburrir. Vale, supongo que es porque ya tengo una edad y la temática shōnen de “el bien contra el mal” y los poderes y todo esto ya no causan ese efecto “mágico” en mí que, por otra parte, sí causan en el público más joven. En cierto modo, es completamente normal. Tengo que decir, sin embargo, que guardo buen sabor de boca de cuando, hace ya años, leí partes de Hotel y de La historia de Japón en manga, obras más “adultas” de este mismo autor que, a la luz del descubrimiento que acabo de hacer, veo que debo releer con cierta urgencia.

La temática “período Edo”, que entendemos como historias ambientadas en lo que, para simplificar, podríamos llamar “la época samurái pero sin guerras”, tampoco ha sido tradicionalmente algo que me atraiga en especial, ya que en general prefiero obras ambientadas en la época contemporánea o de ciencia-ficción.

Por estos dos factores (cierta “pereza” ante una obra de Ishinomori y ambientación en el período Edo), había dejado ad aeternum en la enorme pila de manga “para leer” que tengo en casa esta obra que reseño: Sabu to Ichi torimono hikae (Notas de los arrestos de Sabu e Ichi).

Solo me decidí a sacarla de la pila y darle una oportunidad cuando vi que está nominada para los premios del prestigioso festival de Angouleme, en Francia (donde la obra se está publicando en 4 enormes tomos de unas 1000 páginas cada uno): si el festival que descubrió y coronó por fin al grandioso Shigeru Mizuki a Europa tenía en consideración esta obra, por fuerza tenía que tener algo especial. ¡Y vaya si lo tiene! Me ha dejado sin palabras, francamente, y con ganas de pegarme dos bofetadas por tener ciertos prejuicios (que afortunadamente no tengo reparos en romper, eso sí).

Sabu to Ichi torimono hikae cuenta la historia de Sabu, un ayudante de okappiki (un agente de policía de la época, para entenderlos) que se dedica a investigar varios casos criminales en la ciudad de Edo de, calculo, el siglo XVIII. Alrededor de Sabu se concentran varios personajes, como su jefe, la hija de este (que se llama Midori y está enamorada de él) y, sobre todo, el masajista ciego Ichi. Pese a su ceguera, este último es capaz de llevar una vida relativamente normal debido a la agudeza de sus restantes sentidos: sin ir más lejos, es capaz de jugar a go contra Sabu (y vencerle muy a menudo) y de manejar la espada que esconde en su bastón a la perfección para convertirse en una máquina de matar.

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Imaginativos diseños de página ayudan a mantener el ritmo de lectura trepidante

Ichi es un poco como el cerebro supletorio de Sabu, esa pieza que, a menudo conversando distendidamente ante el tablero de go, consigue que finalmente Sabu ate todos los cabos sueltos y resuelva los casos. A veces, la resolución de estos casos exige cierta dosis de acción y entonces aparece Ichi de una u otra forma con su espada oculta, de forma idéntica a la del famoso personaje cinematográfico Zatōichi, sin duda más que una inspiración para este personaje de Shōtarō Ishinomori.

Las historias están muy bien narradas y el ritmo de lectura se convierte en un no parar; solo por esto, este manga ya merecería el calificativo de “muy bueno”. Pero lo que lo convierte en “excelente”, a mi modo de ver las cosas, es la magnífica puesta en escena, el alarde visual que hace Ishinomori que, con efectos visuales, metáforas, oníricos diseños de página con disposiciones de viñetas muy poco ortodoxas, juegos de planos y ángulos, etcétera, deja con la boca abierta al lector. A día de hoy, más de 40 años después del inicio de este manga en 1966, no se ven casi experimentos visuales de este tipo al menos en el manga mainstream; parece que los dibujantes han dejado de lado la experimentación y se limitan a dibujar páginas y viñetas siguiendo un manual. Si algo tenía Ishinomori, es que a él las convenciones le importaban un rábano y no se cortaba a la hora de improvisar e innovar. El manga actual debe muchísimo a este autor, el “rey del manga”, pero no ha habido una evolución desde que él puso sus pautas, más bien al contrario, hemos retrocedido como los cangrejos.

Cuenta Ishinomori en el epílogo de este primer tomo que Sabu e Ichi es su primera obra para público adulto. Aunque empezó a publicarse en la revista para adolescentes Shōnen Sunday (que en aquella época empezaba a tener lectores bastante mayorcitos debido a que aún no había revistas seinen), en 1968 pasó a las páginas de la primera revista seinen realmente mainstream, la Big Comic, y desde allí evolucionó mucho más. Imagino que Ishinomori quiso encontrar un estilo que pudiera atraer a los lectores adultos y por eso experimentó de esta manera. A mi parecer, lo consiguió con creces.

Lo mejor

  • La historia, organizada en capítulos autoconclusivos que narran un caso cada uno, es excelente.
  • El diseño visual, la experimentación y la poco ortodoxa pero muy efectiva división en viñetas de algunas páginas.

Lo peor

  • El personaje Ichi es bastante copia de Zatōichi, un personaje extremadamente popular en aquella época. Tal vez Ishinomori se pasó un poco y chupó demasiada rueda aquí.
  • ¿La veremos algún día en castellano?

Kamen Rider (El motorista enmascarado)

Thursday, December 17th, 2009
  • Título: 仮面ライダー –Kamen Rider– (El motorista enmascarado)
  • Autor: Shōtarō Ishinomori
  • Editorial: Asahi Sonorama
  • Revista: Bokura Magazine / Shōnen Magazine
  • Años publicación: 1970-72
  • Clasificación: shōnen, tokusatsu
  • Tomos: 4

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Por favor, que los fans más puristas del tokusatsu no lean esta reseña, o que si la leen lo hagan sabiendo que yo sé poco sobre esta temática y que podría soltar alguna barbaridad. Kamen Rider es posiblemente el personaje más famoso (con permiso de sus colegas Godzilla y Ultraman, claro) de este género. O tal vez no sea el más famoso, no sé, pero sí el personaje que ha estado siempre en boga desde que fue creado a principios de los años 70, y que actualmente sigue disfrutando de adaptaciones a la pequeña y a la gran pantalla. Existen decenas de series y películas de Kamen Rider, y su mundo está formado por una maraña de personajes tan densa que habría que realizar un máster para desentrañarla. En esta reseña nos ceñiremos solamente al Kamen Rider original, el primero, para no liarnos.

Kamen Rider (literalmente traducido como “El motorista enmascarado”) es, como he dicho, uno de los iconos del tokusatsu. Ya conocéis a Shōtarō Ishinomori, porque he hablado varias veces de él. No podemos decir que Ishinomori fuera el inventor del tokusatsu, puesto que ese honor pertenece a Ishirō Honda y, sobre todo, al mítico Eiji Tsuburaya (director y responsable de efectos especiales, respectivamente, de la primera peli de Godzilla, la de 1954, y a partir de ahí de un montón de películas y personajes, sobre todo Tsuburaya). Pero sí podemos decir que fue Ishinomori el que afianzó el género y, sobre todo, lo adaptó con gran éxito a la pequeña pantalla, tomando el testigo de obras de los años 60 como Gekkō Kamen (1958) o Ultraman (1966). Así, Ishinomori se embarcó en la creación de un sinfín de personajes vestidos con mallas a cuál más estrafalario; unos diseños y argumentos que vendía a las cadenas de televisión. En los años 70, pues, el “rey del manga” se dedicaba básicamente a inventarse bichos raros para la tele, y de su genio creativo surgieron Kamen Rider, su creación tokusatsu más conocida, y Kikaider (reseña aquí), al que conocemos en España por el mediocre remake que realizó Meimu y que publicó Planeta deAgostini.

Kamen Rider fue concebido, pues, como un personaje televisivo, pero antes de que empezara la serie por televisión, Ishinomori empezó a serializar la versión manga de ese personaje. Ahora nos parece raro que un mangaka tenga una idea, la venda a la televisión y DESPUÉS haga el manga. Pero en aquella época no era así: Gō Nagai se hinchó a hacer exactamente lo mismo (con Mazinger, Devilman, Cutie Honey…), y también Leiji Matsumoto (con Yamato, Capitán Harlock…). Algunos consideran este manga que reseño “la obra original de Kamen Rider”; pero al parecer eso no es así: primero vinieron los diseños y planteamientos para la serie televisiva de imagen real y después vino el manga (aunque finalmente el manga se publicó antes, de ahí la confusión).

El cara-grillo y la moto molan mucho; hay que reconocerlo

El cara-grillo y la moto molan mucho; hay que reconocerlo

¿Y de qué va esta serie? Pues básicamente es una lucha al uso entre el bien y el mal. Una organización muy mala malosa, llamada Shocker, pretende crear unos seres superiores (aunque totalmente controlados y supeditados a ellos como simples marionetas, faltaría más) con los que dominar a la humanidad entera como si fuera simple ganado. Para ello, escoge a personas especialmente destacables física y psicológicamente, las secuestra y las convierte en cyborgs con forma de insectos en un proceso que tiene dos pasos: 1) transformación del cuerpo físico en cyborg y 2) lavado total de cerebro para convertirlos en auténticos zombis que obedecen ciegamente las órdenes de Shocker (que parece ser una especie de ordenador, por cierto).

Takeshi Hongō es el protagonista, un chico muy guapo, fuerte, inteligente y rico al que un día los de Shocker tienden una emboscada. Luego le convierten en cyborg y, cuando están a punto de empezar la fase de lavado de cerebro, cae un relámpago en el laboratorio y Hongō se libera. Así, conseguimos un superhéroe de fuerza sobrehumana y totalmente libre de ataduras. Al poco, Takeshi escapa del laboratorio enemigo con la ayuda del doctor Midorikawa, un científico al que los Shocker habían secuestrado y al que obligaban a trabajar en sus proyectos. Midorikawa acaba muerto, pero no sin antes proporcionarle a Hongō una moto muy molongui, llamada Cyclon, que contiene un casco y un traje que dan al protagonista el aspecto de un grillo saltamontes humanoide.

Y así nace Kamen Rider, el motorista enmascarado, un héroe que cabalga su moto y que, para obtener poder, necesita alcanzar cierta velocidad. A partir de este momento, Hongō se enfrentará a numerosos bichos raros y, por supuesto, por en medio se meterá la típica chica, la hija del doctor Midorikawa, llamada Ruriko. Hacia el final del tomo 2, por cierto, Hongō debe enfrentarse a once clones suyos y acaba muriendo… Sin embargo, su legado (y su cerebro) siguen vivos, y es Hayato Ichimonji, un antiguo cyborg esclavo de Shocker, quien hereda el puesto de Kamen Rider mientras se comunica telepáticamente con el cerebro de Hongō, conservado en formol (o algo similar XD).

No hace falta decir que Kamen Rider es una de las series más influyentes en el tokusatsu. Existen numerosas copias de este personaje y estos planteamientos. Y, cómo no, también hay parodias, como por ejemplo Ultra Héroe (Action Kamen) de Shin Chan, una clarísima referencia a Kamen Rider.

En fin, estamos ante un manga francamente trepidante, en el que todo ocurre muy rápido. Por ejemplo, entre que se nos presenta al personaje Takeshi Hongō, le atrapan y le realizan la operación para convertirle en cyborg solo pasan 12 páginas. El ritmo es realmente rápido y se supone que el lector se lo tiene que creer todo. En este sentido es una obra bastante añeja, aunque no negaré que tiene su encanto, ya que el autor no se complica nada en crear bases sólidas: “las cosas son así, como yo te las digo, y se acabó”. Lo que es el desarrollo de la acción, el ritmo narrativo, aparte de ser también muy veloz, a mí me parece excelente, una demostración fantástica de cómo hacer bien las cosas en el lenguaje del cómic de acción: velocidad, capacidad de atraer la atención del lector y gran trabajo en el desarrollo de las viñetas y el guiado del ojo del lector a través de ellas.

A mí la obra básicamente me ha gustado porque 1) es una obra histórica y estas cosas me pirran; 2) las escenas de acción están genialmente llevadas (como con Kikaider); 3) Ishinomori demuestra una gran maestría como mangaka. Pero si no fuera porque a mí me encanta el manga clásico y me fascina poder estudiar con perspectiva la historia del manga, la verdad, este manga no me habría gustado. Porque ni la temática me acaba de gustar, ni el dibujo es maravilloso (en su momento lo era, ahora se ve pasado de moda), ni el argumento me parece decente: es infantil y simplón.

Lo mejor

  • Un manga realmente trepidante que se lee en un plis
  • Es una obra cortita. Hay muchas ediciones en Japón, pero la más reciente tiene 3 tomitos (la mía consta de 4)
  • Una obra muy interesante para introducirse en el complicado mundo de Kamen Rider

Lo peor

  • No nos engañemos: el dibujo es añejo y el contenido es ridículamente infantil
  • Los diseños de los enemigos son feos y ridículos
  • El diseño de grillo de Kamen Rider siempre me ha parecido de vergüenza ajena (¿soy el único?)

Y ahora, a leer las reseñas “hermanas” del día

Cyborg 009

Wednesday, December 16th, 2009
  • Título: サイボーグ009 –Cyborg 009–
  • Autor: Shōtarō Ishinomori
  • Editorial: Akita Shoten
  • Revista: Shōnen King, Shōnen Magazine, Bōken-ō, Shōnen Sunday, etc.
  • Años publicación: 1964-85 (aunque está inconclusa)
  • Clasificación: shōnen, ciencia-ficción
  • Tomos: 15 (esta edición)

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Cyborg 009 es seguramente la obra más famosa de Shōtarō Ishinomori con permiso de Kamen Rider, un clásico imperecedero del manga que ha gozado de múltiples adaptaciones animadas y sigue viva en el imaginario colectivo nipón. Aunque técnicamente no se le puede considerar una serie de tokusatsu puesto que nunca fue concebida como serie de imagen real ni los protagonistas llevan trajes de lycra con cascos que tapan sus rostros, sí que tiene muchos ingredientes de este género tan japonés y que tan bien llegó a cultivar el maestro Ishinomori a partir de los años 70. En este aspecto, sí que podríamos decir que Cyborg 009 fue una especie de “prototipo” para las posteriores obras tokusatsueras de Ishinomori.

Cyborg 009 (léase “Cyborg zero zero nine”, en inglés) es la “life work” (obra de la vida) de Ishinomori, puesto que desde que en 1964 empezó a publicarla en las páginas de la revista Shōnen King nunca dejó de trabajar y pensar en ella, haciendo nuevos episodios hasta 1985 e incluso anunciando, en el año 1997, que en el 2000 empezaría la “saga de conclusión”. Sin embargo, desgraciadamente Ishinomori falleció el 28 de enero de 1998, con lo que nos dejó a todos con las ganas de saber cómo terminaría su serie más representativa.

En plena Guerra Fría, los fabricantes y comerciantes de armas, así como los bancos, se lamentan de que el miedo a la amenaza nuclear puede provocar que deje de haber guerras y que, por lo tanto, ellos dejen de ganar dinero a espuertas. Así, conforman la organización Black Ghost, a la que encargan buscar una solución a este problema. Black Ghost, encabezada por un misterioso enmascarado, empieza a secuestrar a famosos científicos de todo el mundo y les encarga la fabricación de cyborgs con la idea de promover las guerras futuras mediante soldados cibernéticos que lucharían entre ellos. Con la idea de crear varios prototipos, agentes de Black Ghost recorren todo el mundo buscando a gente de todas las razas y condiciones para raptarles y ponerles en la mesa de operaciones y convertirlos en cyborgs.

Los nueve cyborgs, juntos con el profesor Gilmore. Siento que el scan haya quedado mal en la parte derecha; las páginas están tan bien cosidas que no podía abrir más el libro

Los nueve cyborgs, juntos con el profesor Gilmore. Siento que el scan haya quedado mal en la parte derecha; las páginas están tan bien cosidas que no podía abrir más el libro

Así, un total de nueve conejillos de indias son secuestrados y convertidos en cyborgs: un bebé ruso, un estadounidense chuleta, una francesa muy mona, un alemán, un indio americano, un chino regordete, un inglés, un africano y, por fin, un japonés de padre extranjero y madre japonesa. Cada uno de estos cyborgs recibe un número clave que empieza por 00. Así, el bebé es el 001, el estadounidense es el 002, etcétra. Y Joe Shimamura, el protagonista, es el 009. Cada uno de los cyborgs tiene unas características diferentes. Así, el bebé es extremadamente inteligente y hace de líder, el americano corre a toda pastilla, la francesa tiene una vista y un oído prodigiosos, etcétera. El protagonista Joe, al ser el último prototipo, reúne casi todos los poderes de sus compañeros.

El caso es que uno de los científicos raptados, el doctor Gilmore, se entera de las malvadas intenciones de Black Ghost y consigue liberar a los nueve cyborgs y escapar del lugar. A partir de este momento, empezará una lucha tremenda entre los cyborgs y los Black Ghost, con un montón de aventuras de todo tipo (el manga es una especie de agrupación de historias autoconclusivas más o menos largas, un poco al estilo de Astroboy).

Cuando leí por primera vez este manga, hace ya varios años, la verdad es que mi primera impresión fue “vaya, este autor tan famoso en realidad copiaba un montón a Tezuka”. Efectivamente, en aquel entonces no conocía muy bien la obra de Ishinomori, pero sí que es cierto que Cyborg 009 bebe directamente de las fuentes de Tezuka en todos los aspectos (no en vano Ishinomori fue uno de los más ilustres “influenciados” por Tezuka e incluso llegó a echarle una mano en alguna que otra ocasión). Empezando por el dibujo, extremadamente tezukiano, siguiendo por los argumentos de las historias, algunas de ellas muy parecidas a Astroboy, y siguiendo aún más con el evidente paralelismo de Astroboy como robot bueno con poderes que lucha contra los malos y Cyborg 009 como cyborg bueno con poderes que lucha contra los malos. A pesar de todo esto (que no es tanto una crítica como una observación), esta es una obra muy interesante y realmente mítica, que ha sido adaptada tres veces al anime (la última bastante reciente, de 2001-02).

Para finalizar, un apunte curioso sobre mi tomo. Lo compré de saldo en un Mandarake, creo, y es curioso porque es un libro que había estado de alquiler en una de las famosas kashihon’ya (librerías de alquiler) que tanto abundaron en Japón en los años 50 y parte de los 60. Aunque tengo más ejemplares de libros de kashihon’ya, este me parece excepcional por el mimo con el que el dueño lo había tratado. Primeramente, las sobrecubiertas están forradas con plástico adhesivo para reforzarlas y pegarlas a las cubiertas y que el libro dure más (esto es bastante normal en este tipo de libros de alquiler). Pero lo interesante es que hizo agujeros en la parte del lomo, por los que pasó hilos para coser las páginas y así impedir que se soltaran. Mi libro en concreto fue publicado a finales de los años 60 y la verdad es que está en magnífico estado a pesar de que seguramente fue leído por cientos de personas, y eso se debe sin duda a los impresionantes cuidados de el dueño de esa kashihon’ya.

Lo mejor

  • Un gran clásico del manga en general y una obra imprescindible en la bibliografía de Shōtarō Ishinomori, el “rey del manga”.
  • Acción trepidante y en general no se hace aburrido de leer.

Lo peor

  • Algunos tópicos derivados del hecho de tener personajes de varias nacionalidades.
  • Que solo haya una mujer entre nueve cyborgs.
  • Igual está un poco “demasiado” inspirado en Tezuka en general y en Astroboy en particular.
  • Que Glénat Francia haya empezado a editar esta obra en Francia en su nueva colección “Vintage” y en cambio en España dudo mucho que la veamos, al menos a corto-medio plazo.
  • Que se empezara a editar en Estados Unidos por Tokyopop y se dejara en el limbo (por si quedaban dudas, está claro que el manga clásico no vende).

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