El blog de Marc Bernabé

Sazae-san uchiakebanashi / Nitamono ikka (Confesiones sobre Sazae-san / De tal palo, tal astilla)

  • Título: サザエさんうちあけ話・似たもの一家 –Sazae-san uchiakebanashi / Nitamono ikka– (Confesiones sobre Sazae-san / De tal palo, tal astilla)
  • Autor: Machiko Hasegawa
  • Editorial: Asahi Shinbun-sha
  • Revista: Periódico Asahi Shinbun
  • Años publicación: 1978 (Sazae) y 1949 (Nitamono)
  • Clasificación: costumbrista
  • Tomos: 1


Este tomo lo adquirí como recuerdo de mi visita al Museo de arte de Machiko Hasegawa el año pasado, en Tokio. ¿El museo de quién? Buena pregunta. El nombre de Machiko Hasegawa (1920-92) es uno de los más prominentes en la historia del manga. De hecho, rompe el propio marco del manga y va más allá: es uno de los nombres más famosos de la posguerra japonesa y uno de los personajes más influyentes en la sociedad japonesa moderna. No sé muy bien si a Hasegawa se la puede considerar mangaka en el sentido más habitual de la palabra, puesto que su obra estuvo siempre centrada en las tiras humorísticas en periódicos, así que no es una autora “típica”, de las que publica en revistas de manga. Por lo tanto, está situada un poco entre lo que sería el manga, lo que sería la caricatura y lo que sería el “periodismo costumbrista inocente”.
Machiko Hasegawa, mujer modesta por naturaleza, empezó a hacer sus pinitos dibujando historietas y en 1946 empezó a dibujar unas tiras diarias de periódico tituladas Sazae-san. En 1949, la serie Sazae-san pasaría a las páginas del periódico nacional Asahi Shinbun y no las abandonaría hasta 1974, cuando la autora quiso, por decisión propia, terminar la serie. Sazae-san se convirtió en un icono de la cultura popular japonesa y a menudo se la menciona como un verdadero documento de la posguerra japonesa y su posterior “milagro económico”. Así, en las primeras tiras, Sazae tiene que sufrir para conseguir cupones de racionamiento y recurrir a la picaresca para superar la miseria y la carestía de comida y mercancías, mientras que con el paso del tiempo se casa, tiene un hijo y se enfrasca en conseguir las “tres joyas de la corona” (televisor en blanco y negro, lavadora y nevera). En definitiva, va evolucionando junto a la propia sociedad japonesa.
Sazae-san es uno de los manga más queridos por los japoneses, si no el que más. La popularidad de esta serie se pone de manifiesto sobre todo en su serie animada, en antena desde el año 1969 (y sigue en antena), récord absoluto de longevidad para una serie animada, y encima siempre se coloca como líder absoluto de audiencia cuando se emite, semana tras semana, los domingos por la tarde. Como anécdota personal, cuando le digo a algún japonés o japonesa de cuarenta o cincuenta años para arriba que me dedico a traducir manga y anime, hay muchos números de que una de las primeras preguntas que me haga sea “¿Y Sazae-san no la vas a traducir?” Lógicamente, ellos no se dan cuenta de que este anime es tan y tan costumbrista y “soso” para el gusto occidental que ninguna distribuidora se atrevería a comprar sus derechos, y tampoco ninguna televisión se atrevería a emitirlo por temor a un descalabro importante en las audiencias.
Cuando fui al Museo de arte de Machiko Hasegawa me esperaba encontrar un museo dedicado sobre todo a su obra, especialmente enfocado a Sazae-san, pero cuál fue mi sorpresa al encontrar un museo pequeñito pero muy acogedor en el que se mostraban obras pictóricas de artistas europeos y japoneses. La única mención a Hasegawa como artista de manga se podía encontrar en una pequeña sala adyacente donde se podían ver algunos de sus originales y algunas de sus herramientas, así como un breve recuento de su vida. Machiko Hasegawa y su hermana mayor eran grandes aficionadas al arte y también viajaron bastante al extranjero; una de las cosas que más les gustaban era invertir parte de los pingües beneficios obtenidos con Sazae-san en la adquisición de obras pictóricas que les gustaran. Con el objetivo de conservar apropiadamente estas obras y también para que no se quedaran en su casa y todo el mundo pudiera disfrutarlas, decidieron abrir este museo en Sakura-Shinmachi (Tokio) en 1985, que perdura hasta nuestros días.

Páginas de muestra del libro, en las que se pueden ver las peculiares técnicas narrativas (a la derecha) y las viñetas con denso texto escrito de puño y letra de Hasegawa

Pese al chasco que me di al entrar en un museo normal y corriente con pinturas normales y corrientes (algunas de ellas muy bonitas, cierto, pero no era eso lo que había ido a ver), la pequeña exposición sobre la Machiko Hasegawa mangaka me gustó bastante. Unos paneles que había en la pared en los que la propia Hasegawa contaba su vida usando una curiosa técnica de combinación de dibujo y texto me llamaron la atención. Observé bien y me fijé que debajo ponía “extraído del libro Sazae-san uchiakebanashi“, con lo que se podía deducir que existía un libro con una autobiografía de Machiko Hasegawa. Poco después, en la minúscula tienda de recuerdos del museo, localicé y compré el libro, una edición moderna en formato bolsillo que además incluye las tiras de la serie Nitamono ikka (Una familia en la que todos sus miembros se parecen o, dicho de forma más castiza, De tal palo tal astilla), publicada originalmente en 1949.
Hasta hace muy poco no tuve ocasión de leer este libro: me echaba para atrás su reducido tamaño en contraposición a la enorme cantidad de texto que contiene (y que, al reducir las planchas para adaptarlas al tamaño pequeño del libro, cuesta horrores leer). Pero como cuando viajo tengo mucho tiempo del que habitualmente no dispongo y que un libro de bolsillo es ideal para leerlo en un avión, un tren, o donde sea, decidí que esta sería mi lectura durante mi más reciente viaje. Y la verdad es que me gustó mucho. No sé, quizás debido a mi vocación como investigador del manga, o quizás debido a que la era Shôwa (1926-1989) en general me atrae mucho, me gustan las biografías en manga de autores de manga. Ya disfruté con la biografía de Osamu Tezuka, con Nonnonbaa to ore y ahora con este libro. Hasegawa nos cuenta aquí su vida; sus primeros pinitos como ayudante del gran Suihô Tagawa (autor de Norakuro); las vicisitudes y dramas de la guerra; sus inicios como dibujante de manga; el establecimiento de su empresa Shimaisha (Empresa “Las hermanas”) junto con sus hermanas; sus viajes; su familia; la figura de su enérgica madre, etc.
Las técnicas que Hasegawa utiliza en este libro son curiosas: en ocasiones, presenta una ilustración en color que ocupa media página y escribe el texto en la restante media página, en ocasiones recurre a texto con dibujos intercalados (una técnica curiosa y que resulta intraducible por el uso en dibujo de expresiones propias de la lengua japonesa -ver muestra más arriba-) y a veces recurre a viñetas normales y corrientes con mucho texto de narrador y algunos bocadillos. En general, es una obra que, pese a sus 130 páginas, se hace muy laboriosa de leer por la gran densidad de texto (escrito a mano, por cierto) que contiene. A pesar de todo, a mí me dejó muy buen sabor de boca porque aprendí mucho del modesto y dicharachero carácter de Machiko Hasegawa, así como de la figura francamente curiosa de su madre (¡toda una temeraria matriarca!). Dudo mucho, sin embargo, que esta obra pueda interesar a nadie en Occidente.
La segunda mitad del libro la ocupa la serie Nitamono ikka, que nos cuenta el día a día de una familia media bastante acomodada en plena posguerra. Algunos chistes son graciosos, pero en general el humor es muy suave e inocente. Algunas situaciones, francamente, se me escaparon porque estaban basadas en conceptos o sucesos de finales de los años 40 que desconozco, y por tanto, sin medios para investigar más en profundidad, es imposible descifrar dónde está el chiste. Nitamono ikka es un extra, una curiosidad para rellenar el libro y una ventana abierta a la obra de Machiko Hasegawa más allá de Sazae-san. Me pareció muy curioso y me alegro de haberla leído.

Shônen Jump, 40 años de éxitos

Tal día como hoy, hace 40 años, aparecía en los kioscos japoneses el primer número de la revista Shônen Jump, verdadero pilar del manga actual. Como homenaje, he decidido colgar en el blog el artículo que escribí para la exposición sobre los 40 años de Shônen Jump en el pasado Expomanga de Madrid y que se presentó también en el Salón del Cómic de Granada. ¡Espero que os guste!

Shônen Jump, 40 años de éxitos
por Marc Bernabé

No hay ningún aficionado al manga que no conozca la palabra “Shônen Jump”, sinónimo del mejor shônen manga y sello bajo el cual han surgido los éxitos más sonados del manga de las últimas décadas, como Dragon Ball, Dr. Slump, Mazinger Z, Naruto, Bleach, Capitán Tsubasa (Oliver y Benji), Saint Seiya (Caballeros del Zodíaco), One Piece, Death Note y tantas otras famosísimas series de manga cuya versión animada llenó, llena y llenará las parrillas de televisiones de medio mundo.

¿Pero qué es exactamente “Shônen Jump”? En realidad, es una revista semanal en la que se serializan múltiples series de manga, a razón de unas veinte páginas por serie, englobando unas veinte series por ejemplar. Esta revista, de unas 500 páginas y editada por la poderosa editorial Shûeisha, aparece cada lunes en los kioscos, librerías y tiendas de conveniencia de Japón por el módico precio de 230 yenes (menos de 1,5 euros), proporcionando entretenimiento a millones de jóvenes –y no tan jóvenes– japoneses. El bajo precio no viene sin peaje, por supuesto, ya que se justifica con una mala calidad del papel y de la impresión –en riguroso blanco y negro para reducir costes– que convierten a estos verdaderos “listines telefónicos” en productos de ocio de leer y tirar.

Casi todas las series publicadas en la Jump terminan recopilándose en tomos, llamados tankôbon. Se trata de tomos de unas 200 páginas, con sobrecubiertas y una mayor calidad de papel y de impresión; es en esta forma en la que nos llegan a Occidente los manga publicados en la revista. Por supuesto, de las series de mayor éxito se suelen realizar series de anime, videojuegos, novelas y todo tipo de productos derivados…

El mítico número 1 de la Shônen Jump

Después de su aparición el 11 de julio de 1968, este año se celebra el 40º aniversario de la revista Shônen Jump, lo que la convierte en una de las cabeceras más longevas del manga. Este mismo año se celebra también el medio siglo (que se dice pronto) de historia de sus principales rivales en el mercado nipón: Shônen Sunday y Shônen Magazine. Debido a la ventaja de diez años que estas y otras revistas de manga tenían sobre ella, Shônen Jump tuvo problemas en sus inicios para encontrar buenos artistas con cuyas historias llenar sus páginas. Sin embargo, una de sus primeras apuestas fue el fichaje del jovencísimo Gô Nagai, que crearía el primer gran hit de la revista: Harenchi Gakuen (La escuela indecente) y, pocos años más tarde, realizaría en sus mismas páginas la legendaria Mazinger Z. Este primer golpe de suerte de la Jump fue crucial para consolidarse en el difícil mercado del shônen manga. A partir de ese momento, su trayectoria iría en clara ascendencia hasta llegar a su “época dorada”, cuando, al mismo tiempo, se publicaban en sus páginas, semana tras semana, leyendas del manga tales como Dragon Ball, Slam Dunk, Saint Seiya, Yû Yû Hakusho, Video Girl Ai, Dragon Quest, Bastard, JoJo no kimyô-na bôken, etc.

El pico máximo de tiraje de la revista fue alcanzado a principios de 1995, concretamente en el número conjunto 3/4, con un total de 6.530.000 ejemplares, lo que probablemente la convierte en la publicación semanal más vendida de la historia. Desde aquel momento, las publicaciones en forma de revista de manga empezaron un declive importante en ventas y actualmente la misma Shônen Jump no alcanza los tres millones de ejemplares a la semana, menos de la mitad que 13 años atrás. No obstante, esto es debido a un cambio de tendencias entre los lectores japoneses; los que antes leían muchas series semana a semana en las revistas, ahora leen solamente las series que les interesan en formato tomo.

Shônen Jump sigue liderando con mano de hierro el shônen manga y en sus páginas se siguen publicando algunas de las series más memorables del género. En esta exposición veremos una pequeña muestra de los más de 2000 números publicados hasta el momento, con portadas dedicadas a las series más famosas y conocidas que se han publicado en sus páginas.

CURIOSIDADES

  • La Shônen Jump no fue siempre semanal. Durante su primer año de vida fue quincenal.
  • En 1973 consiguió superar a la Shônen Magazine y colocarse como líder en su género.
  • El manga más longevo publicado en sus páginas es Kochira Katsushika-ku Kameari kôen mae Hashutsujo (KochiKame) que, desde 1976, no ha fallado ni una sola semana y lleva ya recopilados la friolera de 160 tomos (¡y sigue!)
  • El sello “Jump” se ha trasladado a otras revistas afines, como Young Jump, Business Jump, Super Jump, Ultra Jump, V-Jump, Akamaru Jump y Jump SQ, aparte de las ya difuntas Fresh Jump (1982-1989) y Shônen Jump Mensual (1970-2007).
  • Los tres lemas de la revista son “amistad”, “esfuerzo” y “victoria”.
  • Nadie sabe exactamente de dónde proviene el logo del pirata que define a la revista. Hay quien dice que es la caricatura de uno de sus primeros editores…
  • Shônen Jump tiene una edición americana, con el mismo título. También llegó a publicarse bajo el mismo nombre en Suecia y Noruega, y bajo la cabecera Banzai! en Alemania, pero estas tres últimas ediciones fueron cerradas.

¡Otro manga licenciado!

¡Pues nada, tal como me acaba de avisar jullei en los comentarios y como puedo comprobar en Animangaweb, ya vamos por el tercero licenciado de los que he comentado en este blog!
Tendremos la suerte de leer en España, a finales de octubre (Salón del Manga) nada menos, la escalofriante Bradherley no basha (Los carros de Bradherley), del grandísimo Hiroaki Samura (La espada del inmortal). La editorial que se ha llevado el gato al agua ha sido ni más ni menos que Dolmen.
Felicidades pues a Dolmen y a Miguel, su editor manga, por conseguir este “peazo” título. Miguel, si lees esto, acuérdate de mí, que me gusta mucho el pirao del Samura, polfavoldelamolhelmoso, onegaishimasu! ^_^

Sanpei Shirato

Atención: este post está escrito bajo el antiguo formato de “Adivina qué mangaka es”, en el que se presentaba una foto antigua del mangaka y el lector debía adivinar de quién se trata. Ahora el formato ha cambiado, pero dejo la redacción del artículo tal cual.

Menuda manera de empezar el mes de julio llevo, enterrado en trabajo y compromisos varios. En fin, ya regresado de la enooorme Japan Expo de París, a la que me invitó la editorial que publica Japonés en viñetas en francés para hacer unas sesiones de firmas junto a JM Ken Niimura (actualmente, parisino de adopción), y ya casi cerrada la súper entrega de traducciones que hemos tenido que preparar en Daruma para las novedades del Salón del Manga (faltan algunos flecos, pero ya está todo muy perfilado, ¡buf!), puedo volver al blog a ritmo normal.
Y para empezar, ¿qué mejor manera de hacerlo que con un “Adivina qué mangaka es”? Ya sabes cómo funciona la cosa: primero ves la foto del año de la polka y luego haces clic en el link “Leer el post entero” para ver una foto más actual y comprobar si has adivinado el mangaka. Este hombre da un poquito de miedo, ¿no? ¿Quién será?

¿Lo has adivinado? ¿No? Bueno, haz clic aquí debajo, en “Lee el post entero”, para salir de dudas:
Time machine: 35 años más tarde…

¡Uno de los grandes!

Pues, para los que no lo hayáis adivinado, estáis ante Sanpei Shirato. No se le puede considerar el “padre” del seinen manga (en su época llamado “gekiga“), porque ya lo inventó otro (en concreto, el gran Yoshihiro Tatsumi), pero sí que es su gran impulsor. A finales de los años 50 y durante todos los 60, Shirato consiguió un gran éxito entre los adolescentes y adultos jóvenes que, ya hartos del manga infantiloide con el que habían crecido, buscaban algo con más cuerpo.
Además, sus ideas más bien cercanas al tema comunista y tal (un poco radicales para el Japón de la época) cuajaron muy bien entre una juventud convulsa y protestona que organizó graves disturbios en los años 60. Sus obras más conocidas son Ninja bugeichô y Kamui-den (La leyenda de Kamui), ambas de temática ninja y publicadas en las páginas de la mítica revista Garo.
Se ve que este hombre tiene un carácter particularcete y que es bastante fanático del tema supervivencia. Incluso ha escrito varios libros bastante frikis sobre el tema. Tengo que investigar un poco más sobre su persona, porque me temo que es uno de esos excéntricos tan divertidos de los que vale la pena saber más..
La primera foto está sacada de una edición de Kamui-den de 1968, cuando Shirato tenía 36 años y ya era un autor consagrado. La segunda, en cambio, es del año 2003 y la he encontrado por internet. Se ve que al amigo Shirato le encanta pescar y le sacaron esta foto, a los 71 años, en una de estas salidas. Está bastante desmejorado en la foto, pero conserva esa expresión de mala leche, ¿verdad?
Planeta deAgostini publicó parte de La leyenda de Kamui en la primera época del manga en España, en los años 90, pero desde entonces nada más de este mítico autor ha sido publicado en nuestro país. ¡Esto no puede ser! ¡Editoriales, ¿qué hacéis?! ^_^

Oo-oku (El harén)

  • Título: 大奥 –Oo-oku– (El harén)
  • Autor: Fumi Yoshinaga
  • Editorial: Hakusensha
  • Revista: Melody
  • Años publicación: 2004-?
  • Clasificación: josei, seinen, histórico
  • Tomos: 3 (en curso)

Este manga no me lo habría comprado si no hubiese sido por su palmarés; y me habría arrepentido, la verdad. No me malinterpretéis: las obras de samuráis me gustan bastante, y de hecho hasta cierto punto me he llegado a “especializar” en traducir obras históricas (La Espada del Inmortal, Kenshin, Sidooh, Gintama, Ryûgetsushô, Ikkyû etc.), pero hay un tipo de obras de época con las que de momento no he congeniado mucho. Me refiero a las típicas series de samuráis de esas que suelen echar en la tele japonesa, como Mito Kômon o similares, donde predomina el diálogo y la acción queda en un segundo o tercer plano. En este tipo de obras, se utiliza un lenguaje “antiguo”, con expresiones bastante rocambolescas y rebuscadas, así como conceptos y cargos de la antigua corte imperial o del gobierno feudal bakufu.
Para que os hagáis a la idea, una frase tipo “Cuidado con el karô, que ha ido al bugyôsho para hablar de la situación en Hatchôbori” no sería demasiado rara en este tipo de obras, pero además adornada con una pátina de expresiones y construcciones gramaticales antiguas actualmente en desuso (el japonés antiguo y el moderno son bastante diferentes). Ahora, debido al rodaje que llevo de tomos y tomos de mangas de samuráis traducidos, puedo ya comenzar a captar de qué va la cosa y saber que la frase anterior se refiere a que se preste atención al miembro del consejo del comandante supremo –shôgun– (karô), porque se ha ido a la oficina del bugyô (traducido como “magistrado”, pero en realidad era una especie de comisario de la policía de la época) para hablar de la situación en la antigua cárcel de la ciudad de Edo -actual Tokio-, situada en la zona de Hatchôbori. Aunque ahora más o menos puedo seguir fluidamente este tipo de conversaciones, sigue sin atraerme demasiado el tema “costumbrismo samurái”, la verdad.
En cualquier caso, la obra que reseño en esta ocasión, Oo-oku, está realizada por Fumi Yoshinaga, autora conocida por sus manga josei, como Antique Bakery, así como por sus obras de boy’s love. Ciertamente, no es una temática que me atraiga demasiado. Sin embargo, Oo-oku consiguió un premio a la excelencia en 2006 del prestigioso Japan Media Arts Festival y fue nominada para los premios Tezuka, auténtica referencia de la industria del manga, en 2007. Había que ver de qué va la cosa, ¿verdad? Y, sinceramente, me ha encantado.
El inicio del manga es bastante soprendente: una misteriosa epidemia se declara en un pueblecito de Japón y se extiende a todo el país en cuestión de pocos años. Curiosamente, la epidemia solo afecta a los hombres, así que la población masculina de Japón queda reducida a una cuarta parte de lo que había sido. Esto provoca, por supuesto, que haya un hombre por cada cuatro mujeres, lo que obliga a las mujeres a hacerse cargo de las riendas del país y a realizar trabajos que hasta el momento habían sido realizados por hombres, como la construcción, herrería, temas militares… Incluso los máximos cargos dentro del gobierno pasan a ser ocupados por mujeres, y el cargo de shôgun acaba recayendo también sobre una mujer. Los hombres se convierten en preciadas piezas de una sociedad matriarcal que les necesita para reproducirse; así, con tal de conseguir “simiente” masculina, las tornas se cambian también en los barrios de placer, como el de Yoshiwara, donde los hombres se acuestan con sus clientas y les “donan” su simiente a cambio de dinero.
Un dibujo austero pero resultón y un guión fluido y adictivo


Como no puede ser de otra manera, tener a un hombre a disposición exclusiva de una mujer se convierte en un gran lujo. Así, la shôgun demuestra su enorme poder con un harén masculino que se dice que cuenta con más de 3000 hombres (aunque en realidad hay unos 800), todos a su exclusivo servicio. Los aposentos de este harén, donde ninguna mujer excepto la shôgun puede entrar, se llaman “oo-oku” (El gran fondo), y existieron en el Japón real del período Edo pero, claro está, con shôguns masculinos y harenes femeninos.
Oo-oku nos cuenta la historia de Yûnoshin Mizuno, hatamoto (samurái de rango bajo al servicio del shôgun) bonachón y amable con todas las mujeres, hasta el punto de que se acuesta con muchas de ellas, feas y guapas, gratuitamente, para “hacerles el favor” de regalarles su simiente. En un momento dado, Mizuno decide ingresar al oo-oku para ayudar a su familia, en una situación económica más bien precaria, y ahí empieza de verdad el manga, que nos cuenta las intrigas del harén masculino, el trato con la shôgun, etc.
Me ha parecido un manga muy interesante, muy bien narrado y apasionante. A pesar del extenso uso de jerga “de época” como la que mento más arriba, tal vez porque ya estoy por fin acostumbrado a ella, o tal vez porque Yoshinaga escribe con una fluidez sorprendente que hace que las distintas intervenciones sean muy sencillas de seguir, devoré el primer tomo y me quedé con ganas de más. El manga, además, está por lo visto estructurado en varias historias autoconclusivas: unas tres cuartas partes del primer tomo las ocupa la historia de Yûnoshin Mizuno, y luego empieza otra historia, igualmente interesante. De hecho, el primer tomo termina con un cliffhanger que provoca ganas de seguir leyendo el segundo volumen inmediatamente (lástima que no lo tenga a mano).
Al ser un josei, el manga está escrito por una mujer y enfocado básicamente a público femenino, aunque eso no quita que cualquiera pueda disfrutar de él. El trazo, sencillo y femenino, puede echar para atrás en el momento de hojear el manga, pero una vez te pones a leer, no desmerece en absoluto el guión. Hay escenas, como por ejemplo un conato de violación entre los hombres del harén, ávidos de sexo, y también algún detalle de amor o afecto homosexual, como era esperable de una autora que destaca por sus obras de boy’s love, pero en absoluto desentonan. De hecho, lo raro sería que este tipo de cosas no ocurrieran en una situación extrema en la que tienes a ochocientos hombres jóvenes encerrados y sin contacto alguno con ninguna mujer que no sea la shôgun. Una shôgun, por cierto, que al principio del manga es una señorona, pero luego pasa a ser una niña que por supuesto no tiene el horno para bollos, y cuatro largos años después, tras la muerte por enfermedad de la shôgun infantil, pasa a ser una mujer bastante pueblerina que, por fin, parece que va a utilizar el oo-oku para su propósito. ¿Quién será el afortunado elegido por la shôgun para pasar la noche?