El blog de Marc Bernabé

Museo nostálgico de la era Shōwa

  • Nombre del museo: 昭和ロマン館 –Shōwa Roman-kan– Museo nostálgico de la era Shōwa
  • Dirección: 3-59 Kogane-Kiyoshi-chō, Matsudo, Chiba 270-0034 (Google Maps)
  • Cómo ir: A unos 12-15 minutos a pie de la estación Kita-Kogane de JR (línea Jōban). El “museo” es en realidad una sala dentro de una oficina llamada Asano Kōmuten. Llama a la puerta y solicita visitar el museo, tras lo cual te harán quitarte los zapatos, te darán unas zapatillas y te dejarán campar a tus anchas por la sala.
  • Precio: Gratis
  • Horario: De 11.00 a 17.00 (Última admisión a las 16.30). Cerrado domingos, época de fin e inicio de año y vacaciones de Obon (mediados agosto). Cada cuatro meses cierran unos días para cambiar la exposición, y a veces cierran algún sábado o día de fiesta, por lo que recomiendan llamar antes: 047-341-5211.
  • Web (en japonés): http://www.s-roman.com
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Dedico esta entrada al “jefazo” Joan Navarro de Glénat, que hace unos meses colgó en su blog una impresionante colección de ilustraciones japonesas de estilo retro con tanques, aviones y demás aparatos bélicos (aquí –a partir de la entrada titulada “Portadismo” –).

Lo que no sabe Joan, ni yo tampoco hasta hace relativamente poco, es que todas estos evocadores dibujos fueron creados por un ilustrador y autor llamado Shigeru Komatsuzaki, que tiene dedicado un minúsculo “museo” en su honor en la ciudad de Matsudo, muy cerca de Tokio; el que me tomo la libertad de comentar en esta ocasión.

Pero antes de pasar a lo que sería el museo, voy a dar un poco de introducción a la figura de Komatsuzaki, un casi desconocido de nombre, pero muy famoso por sus ilustraciones. Shigeru Komatsuzaki nació en 1915 y de pequeño quiso aprender pintura tradicional japonesa (Nihon-ga), llegando incluso a ser discípulo de un importante pintor. A finales de los años 30, empezó a trabajar como ilustrador para algunas revistas infantiles, y pronto empezó a destacar dibujando todo tipo de máquinas y vehículos.

Shigeru Komatsuzaki

Shigeru Komatsuzaki

Durante la Segunda Guerra Mundial, cosechó mucho éxito con sus ilustraciones de aparatos bélicos (tanques, aviones, barcos…), que publicaba en revistas infantiles, pero durante el Gran Bombardeo de Tokio de 1945, su casa quedó incendiada y perdió todos los trabajos que había realizado hasta entonces.

Durante la ocupación americana, viendo las penurias por las que pasaban los niños, Komatsuzaki pensó que quería hacer lo posible para devolverles la ilusión, por lo que se dedicó a dibujar numerosas ilustraciones y portadas para libros y revistas infantiles.

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Algunos trabajos de Shigeru Komatsuzaki expuestos en su museo.

En los años 50, previo al gran boom del manga que se avecinaba y que empezaría a mediados de la década, se pudo muy de moda el llamado “e-monogatari” (historias ilustradas). El e-monogatari son básicamente historias o cuentos narrados con texto y amenizados con excitantes ilustraciones y, como he dicho, en la primera mitad de los 50 vivió su época dorada. El propio Shigeru Komatsuzaki –junto con Sōji Yamakawa, autor de Shonen Keniya– es considerado uno de los dos autores de e-monogatari más influyentes de todos los tiempos, e inspiró fuertemente a artistas de manga como Shōtarō Ishinomori, Fujiko Fujio Ⓐ, Fujiko F. Fujio, Tetsuya Chiba, Leiji Matsumoto o Noboru Kawasaki (dibujante de Kyojin no Hoshi).

Muestra del e-monogatari Chikyu SOS, uno de los más famosos de este autor.
Muestra de uno de los e-monogatari de este autor

Más tarde, con el declive del e-monogatari, Komatsuzaki destacó como portadista de varias revistas shōnen. Así, muchas de las revistas de manga para chicos de los años 60 destacaban por sus impresionantes ilustraciones de aviones, barcos y demás maquinaria de guerra que estimulaban la imaginación de una generación de niños que ya no había conocido la guerra.

La cambiante faceta profesional de Shigeru Komatsuzaki siguió evolucionando junto con los tiempos. Así, en los años 60 y 70, destacó como ilustrador en un campo peculiar: el de las cajas de maquetas de plástico (para las empresas Tamiya, Imai Kagaku o Nittō Kagaku), un nuevo juguete que causó furor entre los niños. Así, nuestro autor terminó siendo conocido por el apodo “hit maker” (hacedor de éxitos), ya que sus evocadoras ilustraciones en las cajas contribuían a hacer que las maquetas que contenían se vendieran mucho mejor (unas cuantas muestras de sus ilustraciones en Google Images).

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Muestras de revistas en cuya portada figuran ilustraciones de este autor.

En las décadas siguientes, pese a su avanzada edad, Komatsuzaki siguió trabajando como ilustrador para cajas de maquetas, portadas de discos, etcétera. Es muy triste lo que ocurrió en 1995, cuando casi todo su archivo se perdió después de que su casa quedara incendiada hasta los cimientos. Pero se dice que él dijo que “no pasa nada, será tan fácil como dibujar más” y siguió trabajando hasta su muerte en diciembre de 2001, a los 86 años de edad.

En fin, hasta aquí la biografía de este impresionante monstruo de la ilustración japonesa y del e-monogatari. ¿Qué os ha parecido? Pues ahora pasaremos al “museo” que tiene dedicado en su honor.

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Ilustraciones TLQM de Komatsuzaki expuestas en su “museo”.

En la edición 2008 del Tokyo Anime Fair hubo una exposición (que curiosamente se repitió, exactamente la misma, en 2009) sobre todos los museos dedicados a autores de manga o ilustradores que existen en Japón. Muchos de ellos ya los conocía, claro está, pero allí pude descubrir otros que desconocía completamente o que solo conocía de oídas. Ni corto ni perezoso, cogí una libreta (ya que estaba prohibido hacer fotos, ya me dirás qué tontería) y empecé a apuntar lo que me interesaba, por si algún día tenía la oportunidad de visitar algunos de esos museos. Yo siempre he sido un apasionado de la era Shōwa (1926-1989), me encanta esta época de la historia de Japón, sobre todo los años 50 y 60 –entre otras peculiaridades mías, disfruto un montón con las pelis de Yasujirō Ozu precisamente porque me abren una ventana a esta época que tanto me fascina– por lo que cuando vi que había un museo llamado Shōwa Roman-kan (algo como “Museo nostálgico de la era Shōwa”, ya que la palabra “roman” (romance) tiene un matiz en japonés más de “nostalgia” o “aventura” que otra cosa) enseguida quise ir para ver qué tal.

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Excitantes ilustraciones adornan las paredes de este "museo"

Ni corto ni perezoso, aquella misma semana me subí al tren y llegué hasta la estación de Kita-Kogane, situada ya fuera de lo que sería Tokio (un poco donde el Buda perdió la sandalia), desde donde anduve durante un cuarto de hora siguiendo un mapa de Google Maps por unas calles de lo más normales hasta llegar a la dirección indicada. Cuál fue mi sorpresa cuando no vi ningún “museo” en el lugar, sino un edificio totalmente normal y corriente en cuya planta baja había una oficina llamada Asano Kōmuten (Construcciones Asano). “WTF!?”, pensé… Y, mirando mejor, vi un cartel colgado en un poste en el que ponía “Shōwa Roman-kan”. Di la vuelta al edificio, intentando encontrar la entrada, pero no la vi por ninguna parte… Hasta que reparé que, en la puerta de la oficina de Asano Kōmuten, sobre unas letras bastante grandes que ponían en japonés “Entren sin reparos”, había un mini-pegatina casi imperceptible de Shōwa Roman-kan.

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Sobre las letras “Entren sin reparos” (en verde), la minúscula pegatina (marcada en rojo) que confirma que ahí, en efecto, está el “museo”.

“Bueno, pues será aquí, aunque no lo veo nada claro”, pensé. Ya que había llegado tan lejos no iba a volver atrás sin hacer la visita, así que entré… A una oficina normal y corriente con un genkan (entrada) normal y corriente de esos en los que tienes que descalzarte. La gente de la oficina me miró raro (“¿qué puñetas pinta este gaijin aquí?”, debieron de pensar), hasta que pregunté si eso era el Museo Shōwa de las narices. Una OL uniformada de lo más típica se levantó, muy amable, me dio unas zapatillas, y me abrió el “museo” solo para mí (es decir, abrió una puerta con una llave y encendió la luz): el “museo” era una sala en un rincón de la oficina.

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Algunas muestras del material expuesto

Con un gran interrogante sobre la cabeza, me metí en la sala y la chica se marchó. Solo entonces descubrí que el “Museo Shōwa” al que había ido, lejos de estar lleno de aparatos, envases, libros, juegos y tal de lo más retro –que era lo que yo esperaba encontrar– era en realidad una pequeña sala dedicada a un solo autor: el ilustrador Shigeru Komatsuzaki. ¡Y yo no tenía ni idea de quién era Komatsuzaki! En fin, ya que estaba allí me tomé mi tiempo para repasar minuciosamente la colección expuesta y averiguar quién era ese señor y lo que hizo. La exposición, por cierto, incluye algunos originales preciosos enmarcados y colgados en la pared, algunos libros de época en vitrinas, cajas de maquetas dibujadas por él y una colección de portadas de revistas, como Shōnen Sunday y otras. Además, una parte de la sala está dedicada a exposiciones temporales de otros artistas. Cuando yo fui, había unos cuadros con ilustraciones que representaban juegos y festividades de los años 50-60 en Tokio.

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Cajas de maquetas ilustradas por Komatsuzaki

La verdad es que aquel día quedé bastante decepcionado con la visita, ya que fui con una idea y me encontré con algo totalmente distinto. Sin embargo, visto ahora, me alegro de haber ido, primero porque me permitió descubrir a un autor e ilustrador importantísimo y segundo por la marciana experiencia de ir a un “museo” situado dentro de una oficina perdida en medio de un barrio residencial de las afueras de Tokio. Aquel día no compré ninguno de los libros que ahí estaban a la venta, de lo cual ahora me arrepiento. Incluso me estoy planteando volver allí en mi próximo viaje a Tokio para adquirir alguno de esos libros, que tenían una pinta bastante interesante. Veremos si lo hago.

Shōnen Keniya (Joven Kenia)

  • Título: 少年キニヤ –Shōnen Keniya– (Joven Kenia)
  • Autor: Sōji Yamakawa (historia original) / Kyūta Ishikawa (manga)
  • Editorial: Manga Shop
  • Revista: Shōnen Sunday
  • Años publicación: 1961-62
  • Clasificación: shōnen, aventuras
  • Tomos: 2

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Los que vayáis siguiendo las andanzas del grupo de blogs en constante crecimiento que venimos llamando el “Nexo TLQM” conoceréis las Entrevistas Pirata de La Arcadia de Urías. En la primera de estas entrevistas (aquí y aquí), realizada a David Esteban, el famoso Flapy del blog Un español en Japón (Flapyinjapan.com), realizaba una broma en la que decía que su blog se llama así porque la vida le llevó a Japón y que, una vez termine esta etapa de su vida, seguramente seguirá blogueando, quién sabe incluso si abriendo “www.flapyinkenya.com”. En este momento del vídeo, Urías realizó una divertida parodia en la que colocaba una máscara africana sobre la cara de David, una foto de la sabana de fondo y lo amenizaba todo con música tribal (minuto 6:11 del primer vídeo). Esta anécdota inició una especie de “tradición” entre los entrevistados de las Entrevistas Pirata que consiste en, en un momento cualquiera de la entrevista, hablar como si nada sobre Kenia. En fin, cachondeo aparte, el bueno de Flapy anunciaba hace poco que el muy “piiiiiii” se va de viaje a Kenia hoy mismo y que hará realidad la bromilla de flapyinkenya.com. ¡Envidia cochina!

Por mi parte, solo podía sumarme al cachondeo general keniata reseñando una obra capital en la historia del manga: Shōnen Keniya (antigua manera de escribir “Kenia” en japonés: actualmente no sería ケニヤ keniya sino ケニア kenia). Así que, ni corto ni perezoso, hice mi pedido y esperé a que llegase y a tener tiempo para leer la obra y reseñarla. Shōnen Keniya no es un manga como tal, sino un famoso e-monogatari (historia ilustrada) realizado por Sōji Yamakawa entre 1951 y 1955 en las páginas del periódico Sangyō Keizai. A principios de los años 50, no era tanto el cómic lo que triunfaba entre los chavales japoneses, sino el e-monogatari: historias narradas con texto y acompañadas con impactantes dibujos de situación. Dos autores sobre todo destacaron en esto del e-monogatari: el mismo Sōji Yamakawa (cuya obra más conocida fue Shōnen Ōja (El joven rey)) y Shigeru Komatsuzaki, del que no tardaré en hablar largo y tendido en este mismo blog.

Al hacer mi pedido, pues, esperaba encontrarme una recopilación de los e-monogatari de Yamakawa, pero al haber hecho el pedido a toda prisa no me fijé en un detalle que debería haber hecho saltar las alarmas: el libro que había pedido estaba firmado por Yamakawa como “autor original”, pero también incluía el nombre de Kyūta Ishikawa como autor del “manga”. Esta única pista habría tenido que bastar para darme cuenta de que no estaba pidiendo realmente lo que quería, sino otra cosa, concretamente una adaptación puramente manga del e-monogatari original, publicada a principios de los años 60 en la revista Shōnen Sunday. A ver si otro día consigo el e-monogatari y lo reseño, porque me parece muy interesante también como parte de la propia historia “primitiva” del manga.

Shōnen Keniya es básicamente una especie de Tarzán versión japonesa realizado en un momento en el que las películas del personaje creado por Edgar Rice Burroughs estaban muy de moda, por lo que es evidente que Yamakawa quiso aquí chupar rueda del “hombre mono”: Wataru Murakami, un joven japonés, viaja junto a su padre, un geólogo especializado en la localización de vetas de uranio, a Kenia, en aquel entonces todavía bajo dominio británico (se independizó al año siguiente de terminar este manga). Mientras sobrevuelan la jungla, unos misteriosos hombres armados derriban el aparato a balazos; Wataru y su padre consiguen salvarse, pero una vez en tierra sufren el ataque de un furioso rinoceronte y acaban irremediablemente separados. El joven Wataru, entonces, se topa con un viejo masai moribundo de nombre Zega, al que consigue salvar la vida tras localizar y traerle un poco de agua. Zega, el ex jefe tribal de los masai, había sido víctima de un complot de su gran rival, Senge, que no paró hasta conseguir echarle de la tribu y arrebatarle el puesto de jefe.

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Las trepidantes aventuras africanas de un joven japonés

Zega y Wataru, pues, se cogen mucho aprecio mutuo, por lo que Zega decide que enseñará a Wataru a sobrevivir en la jungla y que le ayudará a buscar a su padre, mientras que el chaval japonés ayudará al viejo masai en todo lo que pueda, incluso, en un momento dado, a echar de la tribu a su gran rival y ayudarle a recuperar su puesto de jefe. En la aventura de Wataru, que dura varios años, también participarán todo tipo de bestias típicas de África, como rinocerontes, leones, elefantes, cocodrilos e hipopótamos, y algunos de ellos tendrán un papel esencial, como la serpiente gigante Daana y el feroz elefante Nanta, que acabarán ayudando a Wataru y a Zega.

Aunque esta no sea la historia original en e-monogatari de Shōnen Keniya, sino una adaptación al cómic, la verdad es que estamos ante un manga más que decente, muy trepidante y, sobre todo muy bien dibujado. Ishikawa es realmente un gran dibujante, especialmente de animales; la maestría que demuestra dibujando a leones, elefantes e hipopótamos es impresionante, y más si tenemos en cuenta que este es un manga de principios de los años 60: en comparación con otras obras manga de la misma época, resulta bastante superior en muchos aspectos. En el plano argumental, el ritmo del manga es muy veloz y las aventuras de Wataru, Zega y Kate, una chica blanca que estaba medio presa por el chamán de una tribu enemiga y a la que rescatan los protagonistas, transcurren a toda velocidad. Sin ir más lejos, en las primeras 100 páginas de la obra (de un total de casi mil) transcurren tres años, en los que Wataru se convierte en todo un maestro de la supervivencia en la jungla y en un as de la lucha con lanza, todo gracias a las enseñanzas de Zega.

Lo que no resulta creíble, por cierto, es que el padre se pase también tres años en la jungla buscando a su hijo desesperadamente y no muera víctima del ataque de ninguna bestia, o de hambre o de lo que sea. ¡Y que además, tres años después, siga teniendo balas en la recámara de su fusil! Aparte de esto, el poco “realismo” que podía tener la obra hasta casi la mitad se va directamente al garete cuando empiezan a aparecer arañas gigantescas e incluso ¡dinosaurios!

Es muy destacable la edición de esta obra, realizada por Manga Shop, una pequeña editorial que se dedica a recuperar títulos míticos del manga de la mejor forma posible para el pequeño sector de frikis que leemos manga del año de Maricastaña. Porque es cierto que en Japón están disponibles de forma normal y corriente las obras más conocidas de los mangaka más famosos, como Tezuka, Ishinomori, Fujiko Fujio y demás, pero cuando se trata de dibujantes de segunda o tercera fila, de perfil más discreto, sus obras caen irremediablemente en el olvido. Por eso está muy bien que haya empresas como Manga Shop dedicadas a esta labor.

La verdad es que no muchas librerías tienen los libros de Manga Shop, y además son bastante caros comparados con la media (imagino que debido a que las tiradas que hacen son muy reducidas), pero las ediciones son buenas, con muchas páginas, y se nota un evidente esfuerzo por recuperar y restaurar grandes obras del cómic que habían prácticamente caído en el olvido. Hasta ahora había sido tentado varias veces por algunos títulos editados por Manga Shop, pero esta es la primera vez que realmente compro uno y me alegro de haberlo hecho.

Lo mejor

  • Un muy buen ritmo; la historia fluye con rapidez y pasas páginas a ritmo allegro.
  • Ishikawa dibuja muy bien los animales.
  • Que exista una editorial capaz de sobrevivir y seguramente ganar algo de dinero editando manga antiguo.
  • La tinta verdosa con la que está impreso el cómic recuerda mucho al estilo de las revistas de manga, con páginas de colores.

Lo peor

  • En algunos pasajes se hace un poco aburrido.
  • En los bocadillos hay muy pocos kanji y las palabras están separadas de forma muy extraña, por lo que a veces cuesta de leer.
  • Se nota demasiado qué textos han sido restaurados (o sea, re-rotulados) y qué textos no. Yo creo que deberían haber tenido que esforzarse un poco más para que no se notara tanto.

Dragon Ball – Serie blanca nº 4

La semana pasada no tuvimos ración de artículos de Dragon Ball serie blanca debido a la 2ª Semana Temática TLQM, que espero que os gustara (la verdad es que estas semanas son un curro considerable, así que se agradece vuestro apoyo). Retomamos pues esta sección, presentando esta vez los contenidos del número 4.

Esta vez tenemos dos artículos para cada edición, uno de ellos idéntico, y el otro distinto. Mientras en catalán tenemos el ya habitual artículo esponsorizado por el Club Super 3 y firmado por Jaume Vidal y Carles Santamaria, en castellano tenemos un texto que no está firmado y que, por cierto, contiene numerosos errores. A saber cómo se documentó el autor. Es cierto que estamos hablando de una época en la que internet era solo un embrión, pero aun así las inexactitudes que se vierten en este artículo “oficial” son bastante clamorosas. El artículo común a las dos ediciones, para terminar está firmado por Jordi Costa (imagino que el crítico de cine). Vamos allá:

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Portada nº 4 serie blanca

VERSIÓN ESPAÑOLA

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Artículo de Jordi Costa

Artículo no firmado

Artículo no firmado

VERSIÓN CATALANA

Artículo de Jordi Costa

Artículo de Jordi Costa

Artículo de Jaume Vidal y Carles Santamaria

Artículo de Jaume Vidal y Carles Santamaria

Dragon Quest retsuden – Roto no monshō (Crónicas de Dragon Quest – El emblema de Roto)

  • Título: ドラゴンクエスト列伝・ロトの紋章 –Dragon Quest retsuden – Roto no monshō– (Crónicas de Dragon Quest – El emblema de Roto)
  • Autor: Chiaki Kawamata (historia original) / Junji Koyanagi (guión) / Kamui Fujiwara (dibujo)
  • Editorial: Enix (ahora Square Enix)
  • Revista: Shōnen GanGan
  • Años publicación: 1991-97
  • Clasificación: shōnen, fantasía heroica, videojuego
  • Tomos: 21

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El videojuego de hoy, el último de esta 2ª semana temática Nexo TLQM, no es otro que el Dragon Quest, un videojuego verdaderamente mítico en Japón y que solo recientemente ha empezado a destacar fuera de las fronteras niponas. Sin embargo, en su país de origen este videojuego es un fenómeno increíble, y cada vez que se pone a la venta un nuevo juego de la franquicia, aquella semana los salaryman van más faltos de sueño que nunca, ya que se tiran las pocas horas libres que tienen viciados a la consola (no me lo invento, un par de compañeros míos de cuando trabajaba en el ayuntamiento de Yokohama lo hicieron).

Pero en este blog toca hablar de manga, que es lo suyo. Imagino que, si digo “por veinticinco pesetas, manga basados en el mundo de Dragon Quest”, el primero (y seguramente único) manga que os viene a la cabeza es Dai no daibōken (La gran aventura de Dai), aquí conocido como Las aventuras de Fly o simplemente Fly. Esta obra de Riku Sanjō y Kōji Inada fue publicada en la Shōnen Jump entre 1989 y 1996, y recopilada en 37 tomos, y aquí parcialmente en los años 90 por Planeta, que el año pasado prometió una reedición pero que luego tuvo que hacerse atrás y paralizar la publicación por problemas de licencia –a ver si la desbloquean de una vez. Sin embargo, ya sabéis que en este blog no hablo de manga publicado o bien licenciado aquí, por lo que este título quedaba inmediatamente descartado. Por cierto, los personajes de Dragon Quest fueron diseñados en su principio por el gran Akira Toriyama, de ahí que muchos de los manga basados en este videojuego tengan estética “toriyamesca” –en el caso de Fly es más que evidente.

Así pues, ¿qué manga elegir? Porque el hecho es que hay un montón de obras manga basadas en el mundo de Dragon Quest, debido básicamente a que la empresa creadora del videojuego original, Enix, tenía también una editorial y editaba revistas y libros de manga (hablo en pasado porque hace unos años se fusionó con Square para crear la nueva empresa Square Enix, que “heredaría” también el potente brazo editorial de Enix, del que carecía Square). Claro, teniendo Enix una editorial y una revista, la Shōnen Gangan, que aspira a hacer la competencia a las todopoderosas revistas shōnen (Jump, Magazine y Sunday, básicamente), es lógico que se apoye en su franquicia más importante para crear cómics con los que atraer a los lectores. De ahí que haya tantas adaptaciones manga de Dragon Quest.

Así como con Final Fantasy y Street Fighter tuve mis dudas sobre qué obra elegir y acabé eligiendo una casi “al azar”, en este caso no tenía ninguna duda sobre qué manga reseñaría: sería Roto no monshō, dibujado por Kamui Fujiwara. Las razones son muy claras: es el manga de más éxito basado en DQ –con permiso de Fly– y está dibujado por un señor dibujante con mayúsculas llamado Kamui Fujiwara. Seguramente no os dirá nada este nombre, pero si digo que es el dibujante de Raïka tal vez os sonará más (o no, porque mira que hace años que Glénat publicó –parcialmente– Raïka, no sé si se acuerda nadie…). También, entre muchas otras obras, firma el dibujo de Kenrō densetsu – Kerberos Panzer Cop (La leyenda de los perros-lobo) manga guionizado por Mamoru Oshii en el que se basa la película Jin Roh.

La historia de este manga está basada en los videojuegos Dragon Quest I, II y III: tras una larga guerra, la paz vuelve al mundo. Dos hermanos victoriosos, herederos del mítico héroe Roto, deciden fundar sendas naciones para restaurar la monarquía: al sur, Carmen; al norte, Loran. Cien años después, en Carmen, el rey decide organizar una batida para diezmar a una tribu de belicosos chamanes que amenazan la paz de uno de sus territorios. Durante la operación, el rey cae preso del influjo de un extraño ídolo y es poseído por una especie de demonio. Todo es una treta de las fuerzas del mal, lideradas por Imajin (dios demoníaco distinto) para conquistar el mundo: su idea es que el hijo a punto de nacer del rey sea bautizado con el ominoso nombre Jagan para que crezca como un ser maligno aliado suyo. Sin embargo, en el momento de la verdad, el fiel lugarteniente Bolgoy y su hija Lunafrea se percatan de lo que ocurre y consiguen frustrar los planes de los demonios: al final, el recién nacido recibe el nombre de buen augurio de Arus, un nombre que le traerá fuerza y poder para hacer el bien. Al final, los demonios se hacen con el reino de Carmen, pero Lunafrea y el viejo maestro Tarkin consiguen escapar con el bebé Arus a cuestas.

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Mucha acción, muy buen dibujo y... muchas líneas cinéticas.

Diez años después, descubrimos a un ya crecidito Arus que vive tranquilamente en una zona boscosa, protegido de los demonios por una densa barrera espiritual. Por su parte, durante estos años, las hordas de Imajin han conseguido conquistar el reino de Loran y bautizar con el fatídico nombre de Jagan a su futuro monarca, también heredero de la sangre de Roto. Ahora, el único obstáculo que les queda para completar su operación es acabar con Arus, al que finalmente logran localizar. Así, organizan una operación para conseguir matar a Arus, y aunque tienen éxito en parte y logran destruir la barrera y arrasar el poblado en el que vive, el poder de este último, entrenado durante diez años por Lunafrea (en artes marciales) y el viejo maestro Tao (en artes mágicas), le permite salir del atolladero. Ahora, de nuevo, Arus y los suyos no tienen dónde vivir, por lo que empieza un largo viaje en el que deberán enfrentarse a Jagan, los lugartenientes Gorgona (rey del averno), Ryūō (rey dragón) y Gunon (rey de las bestias), además de al temible Imajin para conseguir que la paz regrese al mundo.

No sabía qué esperar de este manga. Al fin y al cabo, no conozco el mundo de Dragon Quest (no he jugado nunca a ninguno de sus videojuegos) y por lo tanto desconocía qué me iba a encontrar y si podría seguir la historia. El hecho ha sido que sí, he podido seguir la historia perfectamente, lo que significa que no es necesario conocer el juego para disfrutar de ella (aunque seguro que la disfrutas más si has jugado al juego, claro). Y también he disfrutado mucho leyendo, lo que indica que es un manga muy bien hecho y bien llevado.

La historia consta de un total de 21 tomos (15 en la edición kanzenban), y tiene dos secuelas: Roto no monshō Returns (2005, 1 tomo) y Roto no monshō – monshō o tsugu monotachi e- (El emblema de Roto –A los que heredarán el emblema–) (2004-en curso, de momento 9 tomos). Por si fuera poco, Fujiwara también tiene otro manga basado en el mundo de Dragon Quest: Eden no senshi-tachi (Los guerreros del Edén), publicada entre 2001 y 2006, cuando quedó en hiato con 14 tomos por la edición de Roto no monshō – monshō o tsugu monotachi e-.

Lo mejor

  • Una historia apasionante y muy bien dibujada. Si te gusta la fantasía heroica, te gustará.
  • El dibujo es muy bueno, aunque Fujiwara utiliza con mucha profusión las líneas cinéticas. Si no gustan mucho las líneas cinéticas, odiarás este estilo de dibujo.
  • En la solapa del tomo hay una explicación sobre cada uno de los conjuros mágicos (bagi, mera, hyadarko, gira…) que aparecen en el tomo. Así no te pierdes.
  • ¡Salen slimes por ahí!

Lo peor

  • Mucha línea cinética, tanta que puede hasta agobiar.
  • Hay varios motivos por los que es complicado ver este manga publicado por aquí:
  • Como videojuego, Dragon Quest es poco conocido. Y más los 3 primeros juegos, en los que se basa esta historia.
  • Es una serie bastante larga, de 21 tomos.
  • La publica la editorial Square Enix, conocida por ser muy hermética.
  • No tiene anime (aunque sí una película de 1996).

Y AHORA…

Despidámonos de esta 2ª Semana Temática TLQM visitando lo que han hecho mis colegas:

Final Fantasy

  • Título: ファイナルファンタジー –Final Fantasy–
  • Autor: Yū Kaimeiji
  • Editorial: JICC Shuppankyoku
  • Revista:
  • Años publicación: 1989
  • Clasificación: shōnen, aventuras, videojuego
  • Tomos: 1

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Existen varios manga que adaptan algunos de los títulos de la exitosa saga de videojuegos Final Fantasy pero, tras darle muchas vueltas e investigar por ahí, decidí concentrarme en esta primera adaptación, llamada simplemente Final Fantasy o Comic-ban Final Fantasy (Final Fantasy versión cómic) y publicada directamente en forma de tomo en el año 1989, un par de años después del lanzamiento del juego de Squaresoft (ahora Square-Enix), cuando por fin, tras unos inicios titubeantes, este se había afianzado en el mercado.

Si os tengo que decir la verdad, he jugado muy poco a los videojuegos de Final Fantasy, y ciertamente nunca he tocado el primer juego, que es el que adapta este manga. Así que me fío de lo que cuenta la Wikipedia y lo contrasto con esta divertida reseña que encontré en una página japonesa para reseñar este título de forma más o menos objetiva.

Los videojuegos de rol (RPG) como Final Fantasy suelen tener argumentos bastante rocambolescos y rebuscados, y este no es una excepción. Me cuesta mucho resumir de qué va el juego, y por extensión, de qué va el manga, ya que se basa en un mundo imaginario difícil de definir. A este mundo llegan cuatro “Guerreros de la luz” llamados Puffy Tolte, Flitz Stewart, Matoya y princesa Sara, procedentes de un mundo paralelo. Su misión es derrotar al malvado Chaos, que amenaza con destruir el mundo (y que es una especie de reencarnación de Garland, un malo maloso al que derrotan al principio cuando van a rescatar a la princesa Sara), y a sus cuatro demoníacas hijas (“monstruos elementales” en el juego). Y para hacerlo cuentan con la ayuda de conjuros mágicos, espada y brujería, así como cierta dosis de tecnología.

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Los miembros del grupo contra uno de los malos (una especie de bruja)

El manga en sí me ha parecido bastante aburrido, seguramente porque se basa bastante fielmente en el desarrollo del juego original: es decir, el grupo protagonista, en el que cada cual tiene una habilidad diferente (lucha cuerpo a cuerpo, magia, robo…) se entera de la existencia de un malo maloso, va a por él y, tras una intensa lucha de espada y brujería, le derrota. Así, como historia, que en forma de videojuego es adictiva y muy interesante, en forma de manga resulta aburrida.

Como no he jugado al videojuego, no tengo ni idea de si la adaptación es fidedigna o no, pero leyendo esta divertida e irónica reseña japonesa veo que básicamente estamos ante un manga que se toma muchas libertades al adaptar el videojuego original, y que incluye elementos absurdos como el hecho de caracterizar a la maga Matoya como una niña torpe y “moe” con un manto rojo, o al malvado y misterioso Garland como un tío cualquiera que simplemente pretende casarse con la princesa Sara… Se aprecia un intento de hacer un manga ameno, divertido y apto para todos los públicos, aunque sea a costa de cierta fidelidad para con el videojuego original. A ojos de los fanáticos de Final Fantasy, sin embargo, este manga parece ser prácticamente una herejía.

Lo mejor

  • Está bien para introducirse en el complejo mundo de Final Fantasy.
  • El dibujo, muy ochentero, es una mezcla del estilo de Akira Toriyama y Rumiko Takahashi bastante agradable.
  • Es un solo tomo, por lo que no se hace del todo pesado.

Lo peor

  • Muchas licencias se ha tomado el autor, Yū Kaimeiji.
  • La estructura de los diferentes capítulos es bastante repetitiva.
  • En general, es una obra un poco aburrida de leer.

AND NOW…

Vamos a ver qué han hecho los demás “molitrones” durante esta jornada de la 2a Semana Temática NEXO TLQM (hoy se suma la DekaBase a la fiesta)!