El blog de Marc Bernabé

Notari Matsutarō (Matsutarō el tranquilón)

  • Título: のたり松太郎 –Notari Matsutarō– (Matsutarō el tranquilón)
  • Autor: Tetsuya Chiba
  • Editorial: Shōgakukan
  • Revista: Big Comics
  • Años publicación: 1973-1998
  • Clasificación: deportivo, costumbrista
  • Tomos: 36

Durante mi “hiatus” en el blog, como ya comenté, no he dejado de leer manga en ningún momento, solo que he variado un poco mis hábitos: en vez de ir picoteando de aquí y de allá, tomos 1 y a lo sumo 2, para ver por encima cómo es una obra, hacerme una idea sobre ella y comentarla aquí en el blog, me he dedicado a leer obras más largas, a ritmo más bien pausado (el que me permitía el escaso tiempo disponible) y disfrutándolas como obra entera en vez de como algo puntual. Y me ha gustado mucho la experiencia, la verdad. Lástima que el tiempo que tengo sea tan escaso y haya tantísimas obras que me interesan, porque si no lo haría más a menudo. Tengo que encontrar el equilibrio entre leer obras largas que realmente me apetezca leer enteras y picotear tomos 1 por pura curiosidad como parte de mi faceta de “estudioso” del manga. Pero no es fácil.

En todo caso, una de las obras que leí entera durante esta época es esta Notari Matsutarō. Hubo un tiempo en el que tuve un pequeño “boom particular” de Tetsuya Chiba (autor de Ashita no Joe entre otras obras), y me leí algunas de este autor, bastante menores (a ver si en algún momento las reseño) y esta la tomé con muchísimas ganas porque hacía muuucho tiempo que me llamaba la atención. No en vano es la obra más larga de este autor, ¡estuvo 25 años trabajando en ella nada menos!

La historia nos cuenta la trayectoria de un chico llamado Matsutarō Sakaguchi, criado con su madre y sus numerosos hermanos pequeños en una zona deprimida cerca de Fukuoka, en Kyūshū. Pese a su entorno paupérrimo, no estamos ante el típico protagonista esforzado y que se parte el lomo para ayudar a su madre y a sus hermanos, sino todo lo contrario: no da más que problemas. De gran envergadura y con una fuerza descomunal, aparte de no ser precisamente el más listo de la clase (de hecho ha repetido curso varias veces), la especialidad de Matsutarō es meterse en líos, a cuál más gordo, y a dar muchos dolores de cabeza a su madre.

Muy a regañadientes, en un momento dado Matsutarō se ve metido en el mundo del sumō, el deporte nacional de Japón. Uno de sus profesores del colegio ve un enorme potencial en él y trata de convencerlo para que se apunte como aprendiz en un “establo” de sumō de Tokio. La cosa no es fácil, porque Matsutarō es un cabezón impresionante, y esto de la vida del luchador de sumō, el levantarse pronto, entrenar duro y respetar la jerarquía, no va absolutamente nada con él. Matsutarō no para de meterse en problemas, y en meter en problemas a compañeros suyos que sí están motivadísimos para seguir el camino del sumō, como el bajito Kiyoshi Tanaka, extremadamente tímido y, a priori, con un cuerpo demasiado pequeño para esta exigente disciplina, mezcla de deporte y ritual tradicional ancestral.

Entrenamientos, torneos y vida diaria se suceden en este interesante manga.

En todo caso, la historia va avanzando poco a poco, con Matsutarō y Tanaka ascendiendo en los rankings del banzuke (la “tabla clasificatoria” de los luchadores de sumō), pero no va a ser un camino fácil. Porque Matsutarō es un auténtico desastre como luchador: tiene todo lo que necesita para llegar a ser un gran campeón yokozuna, o al menos llegar a los puestos más altos, pero es vago e irreverente. A no ser que tenga una motivación especial, Matsutarō no hará demasiado buen papel en los torneos. Y esa motivación viene dada básicamente por el dinero: nuestro protagonista se convierte en un especialista en imponerse –en ocasiones de manera poco ética– a auténticos titanes del banzuke, porque es en esos combates que más llaman la atención donde el premio económico para el ganador es más cuantioso, mientras que los combates más asequibles para él, ante rivales a priori menores, suele perderlos por puro desinterés. En todo caso, la predisposición al vicio de Matsutarō hace que todo lo que pueda ganar se lo reviente en alcohol, tabaco, apuestas y mujeres…

Estamos ante un manga que en ocasiones se vuelve un poco repetitivo, irritante incluso (porque sabes que, si se lo propusiera, Matsutarō podría llegar a realizar verdaderas hazañas, pero el tío es tan vago y pasa tanto de todo que nunca llega a hacerlo del todo), pero de nuevo tiene esa característica que a mí tanto me gusta de este tipo de obras: aprendes muchísimo leyendo, en este caso sobre el mundo del sumō, sus reglas, su jerarquía, el modo en el que viven los luchadores, los tipos de premios que hay, sus peinados, su comida y muchísimas cosas más. No puedo decir que ahora soy un experto en sumō, pero desde luego mis conocimientos sobre él han aumentado de forma exponencial. ¡Aprender leyendo manga mola!

Lo mejor

  • Historia adictiva con la que además aprendes mucho.
  • El dibujo me encanta, tiene ese punto añejo pero deliciosamente detallado de un gran maestro del manga como Tetsuya Chiba.
  • Si te interesa este manga, difícilmente accesible si no sabes japonés, es posible que puedas acceder a un anime de 23 episodios que se realizó en 2014 o incluso a los 5 OVA que se crearon entre 1990 y 1991.

Lo peor

  • Se puede hacer un poco repetitivo.
  • El personaje de Matsutarō irrita porque sabes que puede llegar a mucho más pero simplemente pasa de todo. Pero, visto desde otro punto de vista, también es un mérito de la obra, ya que en el manga este tipo de personajes son poco comunes: generalmente se centran en el esfuerzo y la victoria final a pesar de todas las vicisitudes, y el hecho de tener un personaje tan pasota resulta bastante innovador. En este caso, sí que es cierto que Matsutarō se apunta alguna victoria, y alguna de ellas muy emotiva, pero por ejemplo en todo el arco final del manga el tío sigue en activo pese a tener ya 35 años (una edad en la que la mayoría de los luchadores hace tiempo que se han retirado) simplemente porque no tiene otra forma de ganarse la vida y ya le va bien ir tirando.
  • No se sabe si la historia está terminada porque Chiba nunca ha anunciado su final. Aunque es cierto que los últimos tomos ya son un spin-off que se centra básicamente en Tanaka y que difícilmente va a tener continuidad, aparte de que desde 1998 que no dibuja ningún capítulo nuevo.

Shōta no sushi (El sushi de Shōta)

  • Título: 将太の寿司 –Shōta no sushi– (El sushi de Shōta)
  • Autor: Daisuke Terasawa
  • Editorial: Kōdansha
  • Revista: Shōnen Magazine
  • Años publicación: 1992-97
  • Clasificación: culinario, shōnen
  • Tomos: 27

A Daisuke Terasawa lo conocemos básicamente por ser el autor de Mr. Ajikko, una obra que, al menos en tierras catalanas, nos es bastante familiar gracias a su versión animada, emitida en los años 90 en TV3, con el título El gran Suixi (sic.), aunque todos lo llamábamos El rei del sushi. Esa era la historia de un chaval que se dedicaba a participar en concursos culinarios, no necesariamente de sushi (de hecho, cocinaba de todo menos sushi, casi se podría decir) y con una exageración pasmosa en cuanto a reacciones de los comensales al probar la comida. El manga de Mr. Ajikko en el que se basa ese mítico anime lo reseñé en este mismo blog hace unos años.

Tengo el tomo 1 de Shōta no sushi en mi “mangateca” particular desde hace muchos años, no sé si incluso desde antes de comisariar la exposición “Manga paladear” para el Salón del Manga de Barcelona de 2012. Obviamente, en ese momento sí era consciente de que era un manga del mismo autor que Mr. Ajikko, pero cuando lo tomé el otro día, para por fin leerlo –no sé exactamente qué impulso me llevó a hacerlo– ya ni me fijé en el nombre del autor y hasta este mismo momento, en el que me he puesto a buscar los datos de años de publicación y todo lo demás para la ficha que abre la reseña, he caído en la cuenta: “¡Pero si es del mismo autor que Mr. Ajikko!”

Hasta este punto resulta diferente una obra de la otra. Ciertamente, el estilo de dibujo es el mismo, pero es que el de Terasawa es un estilo bastante común entre los mangakas de finales de los 80 y principios de los 90, así que no me sorprende no haber caído en la cuenta. Lo que cambia bastante es el enfoque de la obra, al menos en este primer tomo. Luego, según voy leyendo por ahí, la cosa cambia y el manga pasa a presentar “competiciones” y “retos” entre cocineros, al igual que con Mr. Ajikko, pero en este primer tomo la historia que nos presenta es muy costumbrista y para nada exagerada.

La historia está protagonizada por Shōta, un joven que trabaja en un restaurante de sushi como aprendiz. Ya lleva año y medio allí y, como no puede ser de otra manera dentro de la estricta jerarquía nipona, se dedica a tareas menores como servir té a los clientes, limpiar el local y, tal vez, preparar algún pescado (quitarle las espinas, marinarlo, o lo que sea) para que se pueda servir más tarde en forma de sushi.

Primer enfrentamiento: contra un chaval engreído que se cree el mejor sushiman del universo.

Pero Shōta es ese chaval típico tan voluntarioso que aparece en los mangas. Se ilusiona con su trabajo, lo considera un orgullo y le da igual ser el último mono en el restaurante porque a su lado tiene al gran y prestigioso “sushiman” que es el dueño y a sus senpais que trabajan en la barra haciendo el sushi, y él está aprendiendo de ellos. Pero claro, como es el típico protagonista de shōnen, siempre tan ilusionado y voluntarioso, practica como loco en su casa, durante horas, cocinando el arroz y dándole forma para que los nigiri le salgan lo mejor posible.

Si bien este no es estrictamente un manga de historias autoconclusivas, porque la trama subyacente va avanzando y Shōta digamos que cada vez cuenta con mayor confianza del dueño del restaurante y sus senpai, sí que al menos en el primer tomo tenemos un total de tres arcos argumentales que pueden considerarse autoconclusivos. En el primero, una antigua compañera de clase de Shōta, muy joven, tiene que casarse por una cuestión de relaciones familiares, y quiere que Shōta le prepare una ración de sushi: será la primera vez que el dueño del restaurante le permita ponerse detrás de la barra y hacer nigiri y maki para que los deguste un cliente. En el segundo arco, aparece un chico muy prepotente que resulta que sabe hacer excelentes nigiri con un solo gesto de la mano (cuando lo normal es hacerlo en 5 o 6 movimientos, en 4 o 3 los más experimentados). Tiene una historia bastante negra detrás relacionada con su padre y ahora se dedica a retar a restaurantes de sushi para ganar dinero, en plan “si consigo hacer un mejor sushi que tú me pagarás X dinero”. Pese a su obvia inexperiencia, Shōta acaba teniendo que enfrentarse a él por orden del dueño de su restaurante. Finalmente, el tercer capítulo del tomo nos habla sobre la relación del wasabi con el sushi, cuando aparece una chica que es responsable de un campo de cultivo de wasabi: esta hace abrir los ojos del protagonista sobre la gran importancia que tiene esta raíz en el sushi y cómo se tiene que tratar.

A mí me ha parecido un manga la mar de entretenido y, como suele pasar con los mangas temáticos, aprendes muchísimas cosas: en este caso sobre el funcionamiento de un restaurante de sushi y los procesos de preparación de este manjar. Por lo que veo, el manga evoluciona más tarde hacia las típicas batallas y enfrentamientos entre cocineros (de hecho, el reto entre el chaval prepotente y Shōta ya entra dentro del estilo tan típico de Terasawa), pero no me cabe duda de que sigue siendo un manga entretenidísimo, muy costumbrista (al menos al principio), y con el que vas aprendiendo un montón de cosas. Me encantan este tipo de mangas.

A propósito, este título tuvo que tener un éxito bastante considerable, porque no solo el manga original abarcó un total de 27 tomos (mientras que Mr. Ajikko duró 19), sino que encima ha tenido dos secuelas (aunque es cierto que, a diferencia de Mr. Ajikko, Shōta no sushi no ha sido nunca adaptado a anime). La primera se subtitula “Saga del Torneo Nacional” (ya estamos con los torneítos…), se publicó entre 1997 y 2000 y alcanzó los 17 tomos. La segunda, en cambio, no tuvo aparentemente tanto éxito: se publicó entre 2013 y 2015, bajo el título Shōta no sushi 2 – World Stage y duró solamente 4 volúmenes.

Lo mejor

  • De esos mangas que a mí tanto me gustan con los que pasas un buen rato leyendo y encima aprendes.
  • Tiene buen desarrollo y no se hace aburrido.

Lo peor

  • No le veo nada de malo, al menos hasta donde he leído (el tomo 1), aunque tal vez luego la cosa se vuelva más previsible y aburrida.

Sobre la conveniencia o no de tener “título” de traducción para ser traductor

Sobre la conveniencia o no de tener “título” de traducción para ser traductor
(Al menos en el campo del manga y anime)

Vaya por delante que esta es una visión muy personal, exclusivamente mía. Y también que yo soy licenciado en Traducción e Interpretación y por lo tanto sí tengo “el título”.

Es obvio que tener el título de traductor, tras haber cursado una licenciatura en Traducción e Interpretación, es un plus muy importante, muchas veces decisivo. Se supone que un licenciado en traducción e interpretación ha sido formado específicamente, tiene un dominio excelente de las técnicas de traducción, la teoría de la misma, conoce la importancia de documentarse y sabe cómo hacerlo, tiene ortografía y gramática impecables, etcétera.

Sin embargo, en la vida real, me he encontrado con varios casos que dan matices a esa afirmación: como codirector de la agencia de traducción e interpretación Daruma Serveis Lingüístics SL, he supervisado decenas de pruebas de traducción de traductores aspirantes a incorporarse a nuestro equipo.

A no ser que hayamos visto al candidato MUY verde, nunca hemos denegado una prueba de traducción a nadie por motivos de currículum; tanto da que acredite tener la licenciatura como no, porque al final lo que valoramos es el resultado de la prueba.

Por un lado, hemos encontrado a gente que tiene la licenciatura pero luego, en la prueba, no han estado a la altura por varios motivos. Presuponiendo una comprensión del original del 100% o al menos del 99% (que a veces es mucho presuponer, ojo… pero bueno, ese sería otro tema), me atrevería a decir que el más general de ellos es la falta de “consciencia de idioma”, por llamarlo de una forma. Una traducción tiene que fluir, ser natural y “sonar bien”. Nunca debe dar la sensación de ser un texto que va a trompicones, que los personajes no hablan de forma natural o adecuada al registro (dada su edad, entorno, circunstancias, emociones que suscitan ese diálogo en el momento…). Por no hablar de cuestiones como “higiene” a la hora de escribir los textos (mala puntuación, espacios donde no tocan, cuatro puntos en vez de tres, errores de tecleado, nombres propios escritos de varias maneras y cosas así) o, algo que siempre me ha dejado boquiabierto (¡estamos hablando de una prueba de traducción, en la que el aspirante debe dar el 150% de sí mismo!), faltas de ortografía o gramática, algo increíble teniendo en cuenta que el corrector de Word detecta él solito el 80-90% de ellas.

Por otro lado, hemos encontrado a gente que no tiene la licenciatura y ha bordado la prueba. Como gestor de una empresa que tiene un equipo de traductores que andará alrededor de las 20 personas (algunas a tiempo completo, otras a tiempo parcial y otras solo en proyectos ocasionales), mi interés es que las traducciones que salgan de Daruma sean de calidad y se entreguen en el plazo de tiempo estipulado. El plazo de tiempo es otro factor importante: un traductor puede ser buenísimo, excelente incluso, pero si se retrasa constantemente o da problemas de cualquier índole, le vamos a dar una oportunidad, dos, tres, las que sea, pero si no corrige eso dejaremos de contar con él/ella. Una cosa es traducir por afición y otra muy distinta es hacerlo para ganarse la vida, y en el segundo caso hay un “plazo de entrega” que se tiene que cumplir, ya que el prestigio de Daruma en bloque va en ello. A día de hoy, tras 13 años desde la fundación de la empresa, podemos decir que jamás hemos llegado tarde a una fecha de entrega, y ese es uno de nuestros principales factores de orgullo.

Cuando buscamos nuevos traductores, obviamente miramos el CV, pero primordialmente valoramos la prueba. Cierto es que en los últimos tiempos prácticamente todas las nuevas incorporaciones son licenciados de Traducción e Interpretación, pero históricamente no siempre ha sido así. Durante el “segundo boom del manga” (2002-2008 aprox.) hubo mucho trabajo y pocos profesionales formados en traducción específicamente (ahora estamos en pleno “tercer boom del manga” y por suerte eso ya no es así). Tuvimos que recorrer a personas con dominio del japonés y, sobre todo, del español (Importantísimo, como digo en el punto 7 aquí) y “formarlos” sobre la marcha. Algunos han resultado ser excelentes desde el primer día e incluso siguen a día de hoy trabajando con nosotros -porque nunca han dejado de hacerlo-, a otros les ha costado más, otros se han caído del carro por un motivo u otro, etcétera.

De hecho, puedo poner como ejemplos a Jesús Espí, bioquímico de formación y traductor “por accidente”. No se me ocurre nadie mejor que Jesús para hacer una traducción con fuerte carga científica, por ejemplo, porque tiene este tipo de formación. Aunque también borda el shônen y el shôjo, una cosa no quita la otra. Otro ejemplo es el malogrado Alberto Aldarabí que, por no tener, no tenía ni el bachillerato (problemas de salud a una edad temprana se lo impidieron), y aun así ha sido uno de los mejores traductores que han trabajado para Daruma: sigo pensando que Alberto es el mejor traductor de humor que ha habido en el manga-anime en España, como se puede comprobar en sus traducciones de Lamu o Keroro. Su chispa y su gracia valían más que cien títulos.

En definitiva, ¿es importante o no tener el título de traducción? Para Daruma (y sin ánimo de sentar cátedra en absoluto, que para gustos colores) es un “papel” que acredita que has sido formado específicamente para ser traductor. Un “papel” importante, ojo. Pero lo que de verdad valoramos es que alguien sepa traducir y, traduciendo, lo demuestre.

7 Seeds

  • Título: 7 SEEDS
  • Autor: Yumi Tamura
  • Editorial: Shōgakukan
  • Revista: Betsucomi, Flowers
  • Años publicación: 2001-en curso
  • Clasificación: shōjo, aventuras, misterio
  • Tomos: 33 (en curso)

No sé quién, ni cuánto tiempo hace, alguien me recomendó encarecidamente este manga. Literalmente llevaba años en el montoncito de “manga por leer”, y siempre que iba a ese montoncito a por una nueva obra esta quedaba irremediablemente relegada a “otro día”. Cierto es que la portada del tomo 1 tampoco es que me parezca –a mí, lector varón de 40 tacos– a priori atractiva, pero no sé si este era el único factor del irremediable “bueno, ya otro día si eso”. En todo caso, craso error.

El otro día, no sé muy bien por qué, tomé por fin este tomo, dispuesto a ver qué tal era esta obra que hacía tanto tiempo que me habían recomendado, me sumergí en él y, al cabo de un rato, descubrí que me lo había leído entero del tirón. Aunque me gustaría hacerlo, y no lo descarto, no he leído más allá; será cuestión de ver si consigo los demás tomos, aunque estamos hablando de una serie que ya cuenta con 33 volúmenes y sigue abierta. No es precisamente cortita.

Eso sí, si os sumergís en ella, sobre todo no vayáis a la Wikipedia a conseguir información sobre ella, porque os va a destripar todas las sorpresas. El tomo 1 es un tomo muy misterioso, no sabes muy bien qué está pasando, te deja con una sensación de misterio impresionante, te introduce de forma magistral en la historia sin contarte nada del fondo y te deja con ganas de saber qué narices les está pasando a esos personajes y por qué. Yo he cometido ahora mismo el error de ir a la Wikipedia a por la información para rellenar la ficha que abre la reseña (años de publicación, revista, etc.) y allí, al menos en la versión en inglés, la primera que me ha salido, de buenas a primeras te desvelan todo el misterio que Tamura, la autora, se está guardando como oro en paño al menos a lo largo de todo el tomo 1.

Violentísimos conejos, enormes plantas carnívoras… Una maravilla de isla, la verdad.

En fin, ¿y de qué va este manga? Pues tiene un inicio de esos que podríamos definir como trepidantes. Tras una brevísima presentación de la protagonista, la tímida Natsu, que es la típica adolescente insegura pero por otra parte totalmente normal, con su familia y todo eso, la acción se traslada de golpe y porrazo a alta mar, en un bote hinchable en medio de una tormenta y en plena noche. En ese bote se encuentran otras tres personas: dos chicos (el guapo y atento Arashi y el guaperas y desvergonzado Semimaru) y una chica (la borde y sexi Botan). A duras penas consiguen capear el temporal, y al día siguiente logran llegar a una costa que parece tropical.

¿Qué demonios hacen esos cuatro allí? Ninguno de ellos sabe nada (corrijo: Botan sí parece saber algo, pero no acaba de soltar prenda y juega a hacerse la misteriosa), cuando se fueron a dormir, en sus respectivas casas, todo estaba perfectamente normal. Y de repente despertaron en un bote en medio del mar, equipados con mochilas con aparatos y provisiones de supervivencia.

Al desembarcar, empiezan a explorar la isla para ver si encuentran a otras personas o al menos algo de comida. Y se empiezan a topar con cosas rarísimas: cantidades enormes de grimosos insectos, una especie de conejos carnívoros que se devoran unos a otros y se abalanzan sobre ellos, gigantescas y peligrosísimas plantas carnívoras y muchísimas más anomalías.

¿Qué ocurre en esa isla? ¿Cómo han acabado allí? ¿Cómo saldrán de esta? Esta y muchas más preguntas acosan al lector desde el primer momento en el que se sumerge en 7 Seeds y, como digo, el misterio está a la orden del día, ya que en todo el tomo 1 no se da absolutamente ninguna pista: al contrario, el misterio aumenta a cada página que pasa. De nuevo, por favor, no vayáis a buscar información a Wikipedia o donde sea sobre este título: yo lo he hecho, para rellenar la ficha que abre la reseña, y me he comido un saco de spoilers tan grande que me está consumiendo la rabia. En todo caso, lo que he leído por encima, spoiler mediante, me ha dejado bastante sorprendido, y me ha dado aún más ganas de seguir leyendo esta historia.

Lo mejor

  • Un misterio total, la autora sabe mantener muy bien la tensión y dejarnos con ganas de saber qué narices va a pasar. Y no suelta prenda.
  • El survival horror que presenta este título me recuerda un poco a Lost. Aunque tengamos en cuenta que Lost es posterior, del 2004.
  • Un ejemplo más (por si hiciera falta, que creo que a estas alturas ya no) de que el shōjo manga, o manga creado originalmente teniendo en mente el público femenino joven como target principal, tiene una variedad de temáticas y estilos tan grande como el shōnen o el seinen.

Lo peor

  • Muchos ni se acercarían a este manga por la estética decididamente shōjo que tiene, con esos ojazos de la protagonista y los perfiles egregios de los guaperillas Semimaru y Arashi. A mí, y eso que soy un gafotaku bregado, casi me pasa. La habría cagado mucho.
  • Tamura tiene un dibujo que a veces peca de poco detallado y hasta sucio (al menos en el tomo 1), en el sentido de que, sobre todo en escenas de acción, a veces no sabes muy bien qué está ocurriendo.

Ultra Heaven

  • Título: ウルトラヘブン –Ultra Heaven–
  • Autor: Keiichi Koike
  • Editorial: Enterbrain
  • Revista: Comic Beam
  • Años publicación: 2001-detenida
  • Clasificación: psicodélico
  • Tomos: 3 (inconcluso)

Por fin creo que estoy en disposición de sacar este blog del estado de “hiato” en el que ha estado sumido durante mucho tiempo por cuestiones de carga de trabajo y compromisos varios y, sobre todo, por las exigencias de la paternidad. Si bien lo segundo es para toda la vida, cierto es que los dos primeros años de vida de un bebé son los que absorben más a los padres y creo que ya estamos en una etapa en la que puedo contar con un poco más de margen en este sentido. Además que he conseguido, por fin, regular un poco mejor mi carga de trabajo. Espero que esta resurrección del blog sea duradera y mi intención es presentar una reseña nueva cada semana, siempre dentro de lo posible.

Durante todo este tiempo no he dejado de leer manga, obviamente. Aunque a un ritmo mucho menor por la escasez de tiempo (¡y la escasez de sueño!), he seguido leyendo, pero también es cierto que lo he hecho de forma diferente a lo que solía hacer. Si antes me interesaba conocer cuantos más mangas posibles aunque fuera limitadamente (es decir, leyendo solamente un tomo o dos para conocer el argumento y los personajes), de un tiempo a esta parte me ha dado por leer obras completas relativamente largas, disfrutando por completo de ellas, de principio a fin. De ahí que si miramos cantidad de obras leídas durante todo este tiempo salga un número reducido, pero en cuestión de tomos leídos salen bastantes. En próximas reseñas de MangaLand os hablaré de dos obras que he disfrutado mucho a lo largo de los meses: Notari Matsutarō de Tetsuya Chiba y Natsuko no sake de Akira Oze. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos venideros.

La obra de la que hablaré en esta ocasión, Ultra Heaven, es una excepción relativa a esta nueva forma de leer que he adoptado últimamente. Porque si bien es cierto que la he leído entera (al menos lo que hay disponible, porque de momento es una obra inconclusa) solo cuenta con 3 tomos editados.

No quiero dar muchos detalles al respecto de este manga porque prefiero que lo leas y disfrutes tú mismo si, como me gustaría, esta reseña hace que alguna editorial se interese por ella y acaba sacándola al mercado español. Porque no es un manga para disfrutar de su argumento –que también, ojo– sino sobre todo de su dibujo y de las impresionantes técnicas de representación de alucinaciones de las que hace alarde su autor, Keiichi Koike.

Es complicado elegir una página de muestra de esta obra, porque hay tantas y tantas con alardes como la que muestro…

Porque esto es lo impresionante de este manga: el increíble dibujo y el viaje psicotrópico al que somete al lector. De hecho, he llegado a leer por ahí que hay quien define a este manga como “droga en papel”. La historia se ambienta en un futuro no muy lejano donde tomar drogas psicotrópicas está a la orden del día y de hecho son legales, aunque eso no significa que los yonquis estén bien vistos socialmente: igual que en Ámsterdam puedes ir a un coffee shop a fumarte un canuto de marihuana porque es legal, pero eso no quita que si vas fumado por ahí eso se perciba positivamente por parte del resto de la sociedad.

En todo caso, la excusa de los viales de droga que se inyecta Kabu hace que Keiichi Koike nos deleite con impresionante página tras página de alucinaciones brutales, con un estilo de dibujo que recuerda bastante al de Katsuhiro Otomo mezclado con la acongojante imaginación y capacidad de plasmar según qué cosas de Shintarō Kago (pero sin escatología). Evidentemente, hay un argumento por ahí, la aparición de una nueva droga que lleva a Kabu a cotas aún más flipantes, juegos mentales, una especie de secta de iluminados psicotrópicos, engaños y mucha, mucha, mucha, alucinación. Realmente, leer este manga es seguramente la forma más cercana posible de tomar una droga alucinógena sin realmente hacerlo, de ahí esa denominación de “droga en papel”.

Koike no es un autor que se prodigue demasiado, sinceramente, y aunque Ultra Heaven empezó en 2001, solo han aparecido tres volúmenes en el mercado: el primero en 2002, el segundo en 2005 y el tercero en 2009. La obra no está terminada, de hecho el tercer tomo deja el argumento colgando, pero en todo caso eso es casi lo de menos. Si realmente te gusta el cómic y disfrutas con los alardes a los lápices de los mejores dibujantes, el hecho de que la obra esté inconclusa no debería ser impedimento para ir a por ella, ya que no todos los días uno se encuentra con semejante “tour de force”. A mí, sinceramente, me ha dejado impresionado y eso que, en cuestión de manga, he visto de todo. Esperemos que no tarde en ser editada en España.

Lo mejor

  • El dibujo es increíble, y las descripciones gráficas de las alucinaciones lo mejor que he visto al respecto. Y además, no es una página suelta muy currada aquí y allá, sino que las alucinaciones se prolongan durante páginas y páginas, a cuál más alucinante (válgame la redundancia).
  • La historia, aunque a veces se hace difícil de seguir (debido a que hay ocasiones en las que deliberadamente el autor no deja claro si lo que está ocurriendo es “la realidad” o forma parte de una “alucinación” (¡incluso con varias capas de alucinaciones dentro de alucinaciones!) también resulta muy interesante.

Lo peor

  • El hecho de que esté inconclusa y sin pistas sobre si va a seguir hasta su conclusión o nos va a dejar colgados.