El blog de Marc Bernabé

Detroit Metal City

Tuesday, April 8th, 2008
  • Título: デトロイトメタルシティー -Detroit Metal City-
  • Autor: Kiminori Wakasugi
  • Editorial: Hakusensha
  • Revista: Young Animal
  • Años publicación: 2005-?
  • Clasificación: Seinen
  • Tomos: 5 (en curso)

Ya de regreso a mi rutina diaria barcelonesa, es el momento de empezar a presentar algunas de esas nuevas joyas que he ido encontrando durante este último viaje. Detroit Metal City sería la primera; es una serie que ya me llamó la antención en mi anterior viaje a Japón, pero que, cosas que pasan, dejé correr. Luego, hace un par de meses, recibí a unos amigos japoneses en casa que me la recomendaron mucho, así que al final decidí comprarla. ¡Y me ha encantado! Como dirían los japoneses, es mi actual マイブーム (my boom).
La historia trata sobre un grupo indie de death metal, llamado Detroit Metal City (DMC para los amigos) de lo más bestia. Llevan las caras pintadas al estilo de Kiss, van de demonios y su música es lo más bestialmente agresivo que hay. Su primer single se llama “Satsugai” (Asesinato) y habla de que el líder de la banda, Johannes Krauser II, mató a su madre y luego se la folló, y que mañana se cargará a su padre y le dará por el culo, etcétera.
La sorpresa viene cuando los miembros de DMC se encierran en su camerino y se quitan el maquillaje, porque resultan ser chavales de lo más normalitos. El más destacado es Negishi, (Johannes Krauser II en DMC), que resulta ser un chavalín poca cosa, delgaducho, con peinado “estilo seta” (los demás le llaman “cabeza polla”, pero bueno) y al que le encanta la cultura “gafapasta”. Su película favorita es Amélie, su cantante preferida es Kahimi Karie y le encanta ir a comprar ropa a los barrios gafapasta de Daikanyama y Shimokitazawa, entre otras gafapastadas. Su sueño es el de convertirse en un cantante de alegre música folk, pero no se sabe cómo, acabó metiéndose a hacer death metal…
Con todos ustedes: ¡el gran Krauser II en acción!

La cuestión es que Negishi es como si tuviera doble personalidad. Por un lado es el pusilánime chavalito delgaducho, pero cuando se maquilla y sube al escenario se transforma en un “metal monster”, un verdadero demonio sobre la tierra capaz de las atrocidades más bestias. Numerosas leyendas circulan sobre Krauser II, como que es un verdadero demonio que está por encima de todo y que tiene la sangre verde, que se folla a cualquier cosa que tenga agujero, que se tiró la Torre de Tokio, la dejó preñada y de ahí surgió la torre Mori de Roppongi Hills y más burradas… Lo gracioso es que sus fans lo creen a pies juntillas y, en las numerosas situaciones en las que se mete, acaba sin comerlo ni beberlo aumentando la magnitud de su leyenda.
Todo esto, claro, en contra de la propia voluntad de Negishi, pobre, que ve cómo los fans de DMC se burlan de él cuando no está maquillado (lógicamente, no saben que Krauser es Negishi, lo que provoca situaciones comiquísimas).
Es un manga tremendamente divertido, por una parte por las delirantes situaciones en las que se mete Negishi-Krauser, y por otra por un uso del lenguaje muy basto que a mí me resulta muy gracioso (tened en cuenta que soy el traductor de Gantz y es una de las series con las que mejor me lo paso; además de que me parto de risa oyendo a los Mojinos Escozíos -ay, mi imagen pública, cada vez más deteriorada-). Por ejemplo, una de las principales “heroicidades legendarias” de Krauser II es que es capaz de decir diez “rape” (violar) por segundo. ^_^ Y la jefa de la discográfica no tiene pérdida: cuando algo le encanta, dice que “se le ha mojado el coño”. Fuoooh, ¡qué basto! En fin, los cinco tomos que tiene de momento me los ventilé enseguida, no podía parar de leer… Lo malo es que el tomo 5 salió el 28 de marzo, con lo cual habrá que esperar 4 o 5 meses más para el próximo… ¡Que salga ya! ^_^
No me cabe duda de que en el futuro veremos esta serie publicada en español. Ahora mismo está muy de moda en Japón y ya se han anunciado unos OVA para el verano (animados por el prestigioso estudio 4ºC) y una película de imagen real protagonizada por Ken’ichi Matsuyama, AKA “L” en Death Note. No os perdáis la foto que saqué en el stand de DMC del Tokyo Anime Fair. Yo creo que Matsuyama es ideal para el papel. ¡Ahora a esperar al verano, yo ya me muero de ganas de ver la peli y el anime! Por ejemplo, ¿qué van a hacer con las canciones?


Hablando de las canciones, por cierto, unos fans frikones de Japón han “imaginado” la música del manga. Supongo que tienen un grupo de death metal y han musicado las letras que se pueden leer en el manga. Esta es su web, aunque para facilitar las cosas os he puesto la música para descargar por si tenéis curiosidad (es muy bestia, yo ya aviso).

¡LICENCIADO!
El 25/04/08 se anuncia la licencia de este título por parte de Planeta deAgostini

Keimusho no mae (Antes de la prisión)

Tuesday, April 1st, 2008
  • Título: 刑務所の前 -Keimusho no mae- (Antes de la prisión)
  • Autor: Kazuichi Hanawa
  • Editorial: Shôgakukan
  • Revista: Big Comics
  • Años publicación: 2002-2007
  • Clasificación: Seinen
  • Tomos: 3 (completa)

Si ya de por sí los japoneses en general tienen facetas poco comprensibles para los occidentales, los hay que son directamente raros y que tienen unos “senderos mentales” realmente retorcidos. En el manga tenemos varios ejemplos de tíos raros, como Suehiro Maruo, Shintarô Kago, Hiroaki Samura, Hideo Azuma… Pero se ve que este Kazuichi Hanawa se lleva la palma. Motofumi -Genbun- Kobayashi afirma conocerle bastante bien y, en su última visita a Granada, me contó que, en su opinión, a Hanawa le falta un tornillo (o dos) y que está para encerrar -en mi opinión, también Kobayashi está para encerrar, pero ése es otro tema XDDD-.
Confieso no haber leído casi nada de este autor, por lo que desconozco la mayoría de su obra. Sin embargo, no puedo dejar de recomendar 刑務所の中 (Keimusho no naka), editado en España por Ponent Mon con el título En la prisión. Se trata de un diario extremadamente detallado de la vida en una prisión japonesa, concretamente de Sapporo, al norte del país. Y es, por si os lo preguntáis, autobiográfico. El manga en sí no tiene argumento, sino que se dedica simple y llanamente a explicar con viñetas (y gráficos e ilustraciones) cómo es la vida en la cárcel japonesa. Fascinante, primero porque nos proporciona una descripción muy vívida del día a día (el trabajo, la hora de dormir, el baño, el tiempo libre, las comidas…) y segundo porque Hanawa usa un estilo de dibujo muy detallista y muy “años 30”, no sabría cómo definirlo de otra manera.
Keimusho no naka tuvo un gran éxito en Japón, recibió incluso el premio cultural Osamu Tezuka (pero Hanawa lo rechazó alegando que un mangaka tan minoritario como él no tiene derecho a recibir ningún premio) y fue convertido en película.
La historia de una chica en la era de los samuráis… WTF!?

Poco tardaron las grandes editoriales en llamar a su puerta ofreciéndole suculentos tratos. De hecho, en Keimusho no naka (publicado por la pequeña editorial Seirin Kôgeisha) se nos cuenta solamente que el autor fue arrestado y encarcelado por posesión de armas, pero no se nos dan más detalles. Entonces, ¿exactamente qué pasó? Al final fue el gigante Shôgakukan quien convenció a Hanawa para que contara, en forma de manga, lo que le llevó a la cárcel, y de ahí surgieron estos tres tomos de Keimusho no mae (Antes de la prisión).
Se ve que Shôgakukan le dio carta blanca a Hanawa para que hiciera lo que le diera la gana… Y ciertamente, se lo tomó al pie de la letra. Porque el manga en sí es extrañísimo y desconcertante. A ver, ¿cómo lo pongo para que se entienda? Por un lado, Hanawa nos cuenta su propia historia: que le vendieron una pistola real hecha polvo que alguien había encontrado enterrada en una jungla del sudeste asiático, y que él decidió restaurarla. Por el otro, el 70% del primer tomo aproximadamente está ocupado por la historia de una chica que es hija de un forjador de fusiles en el Japón de la época de los samuráis (allá por el siglo XVI o XVII). ¿Qué tiene que ver la historia de la chica con la del propio Hanawa? No tengo ni idea, porque no he podido leer todavía los tomos 2 y 3, pero aparentemente nada…
De hecho, a mí personalmente la historia de la chica me pareció aburrida, y si aguanté hasta el final del tomo fue porque me moría de curiosidad y quería leer las partes en las que Hanawa cuenta su propia historia. Las transiciones entre las dos historias son brusquísimas, en una página puede de repente cambiar de una viñeta a otra sin previo aviso, lo que hace que la sensación sea más extraña todavía.
Sobre la historia autobiográfica… Ratifico lo que me contó Kobayashi: Hanawa está para ingresar en un frenopático de un momento a otro. El detalle con el que va contando cómo iba restaurando la dichosa pistola es bestial, y los conocimientos sobre armas de fuego que demuestra son increíblemente vastos. De hecho, se ve que Hanawa es un friki de lo militar (de ahí que Kobayashi -otro friki redomado- y él sean colegas) y le encantan las pistolas réplica (model gun). Absolutamente desconcertante el nivel de conocimiento que tiene y, como traductor, personalmente temblaría si tuviese que traducir eso, con tanta palabrita especializada en tema armamentístico y de ingenería de armas de fuego.

En las páginas autobiográficas, Hanawa se mata más con el dibujo. ¡El nivel de detalle es increíble! Me entra sudor frío al pensar que existe la posibilidad de que algún día alguien me encargue traducir esto… ¡Ugh, no, por favooor! ^_^

La verdad sea dicha, me he quedado con ganas de leer los otros dos tomos para saber cómo seguía restaurando ese montón de hierro oxidado al que llamaba “pistola”, porque el tio poco a poco lo iba consiguiendo: limando aquí, pegando allá, golpeando acullá… Aunque la historia de la chica y sus peripecias, sinceramente, me sobra. También huelga avisar de que el dibujo en esta obra no es tan detallado y tan “retro” como en Keimusho no naka, lo que es algo a tener en cuenta (a mí me decepcionó un poco porque esperaba encontrarme con ese estilo de dibujo, pero supongo que no es lo mismo tener años y años para trabajar un tomo que tener sólo meses).
Sólo he leído el tomo 1, así que no sé los detalles, pero sí que se sabe que alguien denunció al amigo Hanawa por posesión de armas (en Japón es absolutamente ilegal poseer armas de fuego) y acabaron condenándole a tres años de cárcel. Sus abogados iban a recurrir alegando que es un castigo demasiado duro para alguien que no ha cometido ningún crimen aparte del de restaurar y poseer una pistola, pero se ve que él aceptó la pena sin rechistar (¿lo veis como es rarito-rarito?)
En resumen: Keimusho no naka (En la prisión), absolutamente recomendable. Una joya. Kemusho no mae (Antes de la prisión). Bastante prescindible, pero es interesante como espécimen de “manga raro”.

Kuro no tenshi (Los ángeles negros)

Tuesday, March 4th, 2008
  • Título: 黒の天使 -Kuro no tenshi- (Los ángeles negros)
  • Autor: Takashi Ishii
  • Editorial: Shônen Gahôsha
  • Revista: Young Comic
  • Años publicación: 1976-77
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 3

Hace unos años, en lo que era la antigua Nipoweb (un portal sobre lengua y cultura japonesa), en la sección de cine japonés escribí un artículo sobre películas basadas en manga que fue uno de los que consiguió más éxito. De hecho, más de uno me escribió pidiéndome reproducirlo en su revista, web o fanzine, y de hecho incluso una versión mejorada del mismo acabó saliendo en la revista Cine Asia, debidamente rescatado y reescrito por mi buen amigo Eduard Terrades, reputado crítico cinematográfico especializado en Japón. De hecho, es posible que un día me decida a rescatar mi artículo original, sacarle un poco el polvo, actualizarlo un poco y presentarlo de nuevo en este blog, ya que fue un trabajo muy interesante en todos los aspectos y es una lástima que esté muriéndose de risa en mi disco duro.
En cualquier caso, con esto quiero decir que no pocos manga han sido adaptados a la gran pantalla, en películas de imagen real para cines. Pero tal vez uno de los casos más peculiares es el de Takashi Ishii, puesto que este autor no sólo vio varios de sus manga adaptados a la gran pantalla (siendo el más famoso Tenshi no Harawata –Angel Guts-, con nueve obras cinematográficas), sino que él mismo acabó “adaptándose” a sí mismo al cine, haciendo primero de guionista y más tarde de director, puesto en el que sigue hoy en día. Tal vez los más inquietos del lugar hayáis visto su película más conocida hasta el momento, titulada GONIN, ya que ha llegado a nuestro país en DVD. En esta obra tiene un pequeño papel el ínclito Takeshi Kitano, lo que sin duda ha contribuido a que esté en las videotecas de muchos aficionados al cine japonés, independientemente de la calidad de la peli (que no está mal, pero tampoco es una de las mayores joyas del séptimo arte). Cabe decir que el amigo Ishii se ha especializado en lo que en Japón se llama “Pinku eiga” (o sea, “cine rosa”), que no va de las versiones japonesas de la Pantoja o del príncipe Guillermo (por decir algo) sino que es un término acuñado para designar a un tipo de cine erótico único en Japón. Digo único porque las leyes de censura japonesas, que prohíben mostrar abiertamente los órganos sexuales –y que hasta 1993 prohibían incluso mostrar el vello púbico– obligaban a los directores de cine a inventarse todo tipo de trucos para crear obras semipornográficas sin tener que recurrir necesariamente al “mosaico” (pixelado que tapa los órganos sexuales) que define al porno japonés o AV (Adult Video). Las películas de “pinku eiga” no son solamente de folleteo y “yamete yamete*”, sino que tienen una historia –generalmente pero no necesariamente asociada a la violencia yakuza– amenizada por sesiones eróticas más o menos enfermizas, según el director.

*En japonés “detente, detente”. Es lo que gritan las chicas japonesas cuando hacen guarreridas niponas, al menos si hacemos caso de estas películas. Accidentalmente, da para un excelente juego de palabras en español.

En cualquier caso, Takashii Ishii empezó como dibujante, concretamente especializado en lo que durante muchos años se llamó gekiga y actualmente se llama seinen manga. La palabra gekiga fue acuñada por Yoshihiro Tatsumi para desmarcarse del “manga”, término que en los años 50-60 se asociaba al público infantil, a trazo sencillo “tezukiano” y a argumentos más bien maniqueístas y simples. Así, el gekiga nacía como una nueva concepción de cómic, enfocada a un público más adulto, con dibujo más realista y detallado, y con argumentos mucho más complejos. Para que os hagáis a la idea, Golgo 13 es tal vez el gekiga más representativo de la historia. Pues bien, este Kuro no Tenshi que reseño en esta ocasión es, a mi entender, uno de los ejemplos más puros y a la vez bellos de gekiga que conozco.

Reza lo que sepas, colega…

De hecho, Kuro no Tenshi (Los ángeles negros) es una “pinku eiga” en papel, ni más ni menos. Nos cuenta la historia de dos asesinas a sueldo, Mayo y Emu, ambas para mojar pan, que se dedican a cumplir sus misiones haciendo uso de sus “armas de mujer”. De hecho, este libro tiene pinta de haber sido creado casi como storyboard para un filme. De hecho, mi tomo, una primera edición del año 1977, lleva una faja que anuncia la creación de una película basada en él, dirigida por Norifumi Suzuki. Curiosamente no encuentro ninguna referencia a esta obra por ninguna parte, así que cabe asumir que el proyecto fue cancelado. Lo que sí he visto por ahí es una película con el mismo título, dirigida por el mismo Takashi Ishii, de 1998, pero el argumento no parece casar mucho con el del manga, así que estoy un poco perdido.
En cualquier caso, el primer tomo –de tres– abarca cinco historias en las que nuestras dos sexi-heroínas se dedican a cumplir misiones, matando a facinerosos, capos yakuza y cosas así. Los métodos que usan son bastante chocantes, de hecho. En una misión, Mayo seduce al facineroso de turno después de pasar una especie de cásting en el que competía con varias otras mujeres y de ser cacheada “a conciencia” (con todo lo que las comillas implican) y atada en plan bondage; luego se carga al tío cogiéndole con las piernas y asfixiándole con el potorrillo. En otra historia, Mayo se hace pasar por stripper y, cuando tiene al yakuza encandilado con su baile erótico, después de habérselo enseñado todo-todito, saca la pistola dispuesta a matarle. Pero tiene tan mala suerte que, como ya la habían calado debido a un chivatazo, la capturan y la encierran en una sala para violarla de todas las maneras posibles. Emu, la modosita del dúo sexi-letal, acude al rescate, pero también la atrapan y la violan. Al final, entre las dos logran escapar y cumplir su misión, cómo no, acabando con los enemigos en pelota picada.
En fin, el manga no es precisamente un alegato al feminismo, como podéis ver. De hecho, destila un tufo setentero machista japonés bastante fuerte. Sin embargo, el dibujo de Ishii es de lo más detallado y bonito que he visto, y dibuja a las mujeres con una fuerza tremenda. Es un poco como el estilo de Ryôichi Ikegami, realista y lleno de detalle, con preciosas mujeres, pero los personajes que dibuja Ishii son más flexibles y menos estáticos que los de Ikegami. Como podéis comprobar en este blog, el manga en general me gusta mucho y, aunque también disfruto del cine, las películas japonesas de bajo presupuesto –y en especial el pinku eiga— no son generalmente de mi agrado. Así, no os sorprenderá si os digo que lamento profundamente que el manga haya perdido a un autor tan fantástico como Takashi Ishii, con todo el respeto a todos los cinéfilos a los que os guste su obra cinematográfica.
Ésta y la que viene son unas semanas un poco complicadas para mí, con muchos compromisos (¡me ha tocado hacer de vocal en una mesa electoral, buaaaah, todo el domingo a la porra!), un montón de trabajo, y un viaje en ciernes, así que probablemente tendré que bajar el ritmo de actualizaciones durante unos días. Pero como compensación, entre Ackman y un servidor hemos preparado una sorpresa para todos vosotros que presentaremos probablemente hacia finales de esta misma semana. ¡No os lo perdáis!

Kinnikuman Ni-sei (Musculman II)

Friday, February 29th, 2008
  • Título: キン肉マンII世 Second Generations -Kinnikuman Ni-sei- (Musculman II)
  • Autor: Yudetamago (Takashi Shimada y Yoshinori Nakai)
  • Editorial: Shûeisha
  • Revista: Playboy
  • Años publicación: 1998-en curso
  • Clasificación: shônen / seinen
  • Tomos: 39 (en curso)

Hace pocos días terminé la traducción de Musculman (Kinnikuman), un verdadero parto debido a la necesidad de traducir cada mes 370 páginas llenas hasta la bandera de texto. “¿Cómo? Pero si es un manga de lucha”, me diréis algunos pensando que es imposible que haya tanto texto en un manga eminentemente de acción y piños. Bueno, por un lado tenemos al pelmazo del comentarista, que no calla ni para ir al lavabo. Por el otro, los personajes también parecen tener unas necesidades imperiosas de darle a la sinhueso, justificando, página sí, página también, todas sus acciones con giros argumentales que parecen sacados de la chistera del guionista más salvaje e irresponsable. En plan: dos personajes que no se conocen empiezan a luchar entre ellos. Al cabo de cien páginas, uno desarrolla una técnica que aterroriza al otro. Entonces, ese otro recuerda de repente su infancia, cuando el cuñado del primo segundo de su rival actual le hizo la gracieta de subirle la cremallera mientras estaba meando, con la consiguiente “pillada”. Esto traumatizó a nuestro héroe, que desde entonces, cada vez que ve una técnica con forma de cremallera (justamente la que le está lanzando su rival) se pone tenso y pierde los papeles. Pero luego aparece otro héroe de la nada, que se suponía estaba muerto (pero “no estaba muerto, lere”, como dice la canción, “estaba tomando cañas en el cementerio de superhombres”, me atrevería a decir) y, en contra de todas las normas de combate que se habían establecido 300 páginas más atrás, irrumpe en el ring y salva a su colega. Entonces, incluso los enemigos aceptan que ese nuevo héroe luche en esa pelea de grupos en la que se suponía que sólo podían luchar cinco contra cinco, pero que por el bando de los “buenos” ya llevamos ocho y contando…
En fin, todo esto me lo he inventado, pero no está muy lejos de la realidad. Me cuentan amigos japoneses, antiguos lectores de la serie, que precisamente esta falta de previsión de los autores, Yudetamago, junto con la necesidad de justificarlo todo con explicaciones peregrinas que a menudo caen en la contradicción (¡el horror del guionista!) era precisamente la gracia de esta serie. Efectivamente, yo disfrutaba como el que más de ella cuando la echaban, en su versión animada, hará unos 15 años o más en TV3. Era mega fan de Musculator y su tropa. Aunque os confesaré que Terryman y Menja-tallarines me caían gordísimos, yo siempre he sido fan del gran Warsman.

Por eso, me puse muy contento cuando me ofrecieron la posibilidad de traducir el manga, y de hecho he disfrutado bastante su traducción… Sin embargo, también debo confesar que la cantidad de texto que contiene y el hecho de que son 18 tomos dobles, uno al mes sin parar, hicieron mella en mi ánimo, al ver que traducía y traducía y no había manera de acabar cada uno de esos tochos interminables. Y cuando terminaba, ¡pues ya casi que tocaba el siguiente…! Desesperante, vamos. Además, el hecho de ir con tanta rapidez hacía que pillara enseguida todos estos errores conceptuales, en plan “¡joder, pero si hace un momento (250 páginas) había dicho A, y ahora resulta que se lo saltan a la torera y es B!”. Supongo que leyendo 20 páginas a la semana o incluso un tomo normal de 200 páginas cada tres meses (ritmo de publicación original), todo eso no se nota tanto, pero un tomo de 370 páginas al mes es un ritmo demasiado rápido. A veces ya no sabía cuáles son “los siete superhombres del apocalipsis”, cuáles son “los caballeros diabólicos” o “los superhombres perfectos”, ni nada, ¡me perdía!

Búfal con alguna canita luchando contra Terry The Kid

Para los que no seguisteis la serie en la tele o no seguís el manga (únicamente disponible en catalán), os diré que Musculman es una serie de humor tonto y lucha libre. Empieza como serie de humor, parodia de las series de “héroes que salvan el mundo” tipo Ultraman , pero luego la cosa va derivando hacia un manga bastante bruto de lucha libre entre “superhombres”. El protagonista es un luchador inútil que se llama Suguru Músculo (Kinniku Suguru) que al principio no sirve ni para pelar patatas pero que va evolucionando hasta convertirse en el líder de los “superhombres justicieros”, sobre todo gracias a su “fuerza bruta en el momento decisivo”, que le permite derrotar a tíos de 70 millones de unidades de poder contando él mismo únicamente con 950.000 (por cierto, que todo el último torneo se lo pasa casi enterito luchando sin esta “fuerza bruta” contra tíos de 70 millones de unidades y lo gana). En fin, la serie tiene bastante humor burro al principio (Musculator vuela con la “fuerza de propulsión” que le dan los pedos que se tira, ya no os digo más) y luego este humor, aunque se mantiene, va quedando en un segundo plano, siendo “la fuerza de la amistad” y la importancia de la justicia y bla bla bla el tema central de toda la segunda mitad de la obra. Esta serie fue un éxito tremendo en el Japón de los años 80, generó toneladas de merchandising y se convirtió en todo un hit generacional.
Llegando por fin al motivo original de esta entrada (vaya introducciones más largas me salen siempre), como soy así de masoca, una vez terminada la traducción me picó la curiosidad y me leí el primer tomo de Kinnikuman Ni-sei (Musculman Segunda Generación). Ahora Glénat va por el tomo 14 o 15 de los 18 de los que consta la obra y los que la seguís ya sabéis que los personajes están enfrascados en un mega torneo entre siete equipos de cinco superhombres cada uno, liderado cada equipo por uno de los “príncipes del destino”, siendo Musculator el líder del “Equipo Músculo”. El que gane el torneo será designado nuevo “gran rey del planeta Músculo” y patapim patapam. En fin, no creo que haga un gran spoiler a nadie si os cuento que finalmente es Musculator quien gana el torneo y es coronado rey, ¿no? Es algo que nos imaginábamos todos.
El manga original de Musculman se publicó entre 1979 y 1987 y fue la obra de Takashi Shimada y Yoshinori Nakai, apodados Yudetamago (literalmente “huevo duro” – en el epílogo del tomo 18 explican el porqué de este apodo, es una chorrada tan grande como que estaban pensando nombres para ponerse y justo en aquel momento estaban comiendo huevos duros… No comment). Su primer manga, Musculman, tuvo tanto éxito que entre 1982 y 1988 crearon también, simultáneamente a su serie más famosa, Tatakae! Ramenman, un spin-off centrado en la figura de Ramenman (Menja-tallarines), el secundario más popular de la misma. Después de unos años trabajando en otras series que no triunfaron (una de monstruos, una de judo, una de muay-thai y otra de kung-fu) la revista Playboy, en su edición japonesa, les ofreció en 1998 la posibilidad de publicar en sus páginas una historia corta que fuera una segunda parte de su serie más famosa.

Así, nació la idea de Kinnikuman Ni-sei Second Generations, que sólo tenía que durar dos o tres capítulos pero que tuvo tanto éxito que a día de hoy, diez años más tarde, sigue publicándose, habiendo sacado ya al mercado ya la friolera de 39 tomos, más otros 4 de una serie paralela titulada Kinnikuman Ni-sei All Chôjin Daishingeki. ¿Y de qué va esta serie? Pues se sitúa 28 años después de los hechos narrados en la serie original, con el universo en paz bajo la batuta de Musculator, actualmente gran rey de todos los superhombres.

Un envejecido Musculator, con barrigón y brazos y piernas de palillo, y Ronyona están casados y tienen un hijo, Mantarô, que se llama así por la siguiente coña difícil de explicar. Se ve que el hijo de Ultraman se llama Tarô, así que en japonés se llamaría Ultraman Tarô (en japonés se antepone el apellido al nombre de pila). Tarô es un nombre muy normal (demasiado normal) en Japón. El nombre original de Musculator es Kinniku Suguru, y su “nom de guerre” es Kinnikuman. Así, Mantarô se llama Kinniku Mantarô, y la coña viene de que, si se lee rápido, se tiende a pronunciar “Kinnikuman Tarô”, igual que lo de Ultraman. De hecho, durante el primer tomo Mantarô corrige varias veces a la gente que le llama “Kinnikuman Tarô”, ya que no le gusta nada que le llamen así.

En fin, Mantarô es un chavalín enclenque y parece un poco el Son Gohan de cuando era niño, en plan estudioso y mosquita muerta, incluso lleva gafas y todo. Aunque en realidad luego descubrimos que es tan o más inútil que su padre, y saca unas notas pésimas. Total, que como no podía ser de otra manera, de repente vienen unos superhombres malvados a tocar las narices. La larga era de paz ha hecho que no se hayan formado nuevas generaciones de superhombres justicieros capaces de hacer frente a la nueva amenaza, y los antiguos héroes ya están tan decrépitos que caen derrotados enseguida. Cuando parecía todo perdido, el líder de los malos rapta a Mantarô, que de repente, sin comerlo ni beberlo, se transforma en un tiarro musculado igual que su padre en sus años mozos y vence al malo con un “Muscle Buster” (sí, claro). Así, eso da tiempo a los superhombres justicieros para hacer una convocatoria de nuevos y jóvenes superhombres para, primero, someterles a un entrenamiento bestial en la “Heracles Factory”, de la que sólo diez se graduarán. Estos diez superhombres, entre los que se incluye Terry The Kid, el chuletilla hijo de Terryman, son destinados a diferentes puntos de la Tierra, donde se dedicarán a luchar contra los malos.
He encontrado esta secuela es bastante entretenida. Parece que los autores quisieron recuperar un poco del humor original del manga, dejado tan en segundo plano en la última de las sagas de la serie original, y eso es bastante positivo. Aunque en ningún momento se separan de lo que hizo famosa a la historia en primer lugar, es decir, los combates surrealistas, los personajes bizarros a más no poder y las técnicas más absurdas que uno puede imaginar. Yudetamago han hecho un buen trabajo a la hora de recuperar los antiguos personajes, ahora todos ellos cincuentones, y también de presentar a su descendencia (en este tomo 1, aparte de Mantarô y Terry The Kid, conocemos también al hijo de Robin de les Estrelles (Robin Mask), llamado Kevin Mask). Es decir, que han tomado ingredientes antiguos, los han mezclado con nuevos, y han presentado una historia que es “más de lo mismo”, pero que ha logrado reenganchar a la primera generación de lectores, una generación que ahora va por la treintena larga (en Japón) y que disfruta de estas luchas y esta épica estrambótica como la primera vez. Una lectura recomendada solamente para los muy fans de Musculman.

Shônen shôjo hyôryûki (Chronicles of the Clueless Age)

Saturday, February 23rd, 2008
  • Título: 少年少女漂流記 -Shônen shôjo hyôryûki- (Chronicles of the Clueless Age)
  • Autor: Usamaru Furuya (dibujo) y Otsuichi (guión)
  • Editorial: Shûeisha
  • Revista: Shôsetsu Subaru
  • Años publicación: 2007
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 1

Cada cierta cantidad de años, en todos los campos del saber humano, surgen uno o más genios. Esto es indudable, simple cuestión de estadística. El cómic no es una excepción, y el manga, claro está, mucho menos. La particularidad del manga respecto a otras manifestaciones del noveno arte es que, debido a que hay tantos miles de autores trabajando simultáneamente, por pura matemática la cantidad de genios que surja tiene que ser por fuerza mayor. Sin embargo, la propia industrialización del medio en Japón, donde las grandes editoriales controlan la producción de los autores y les imponen criterios concretos para que sus obras “triunfen”, hace que grandes dotes de creatividad se echen a perder. Sin embargo, no todo está perdido y el manga regala al mundo un buen puñado de genios en cada generación.
Usamaru Furuya es uno de los genios de hornada de los años 90. Hace dos o tres años, tuve la oportunidad de leer su opera prima, titulada Palepoli, de 1994, y quedé alucinado ante la genialidad surrealista de este autor. Palepoli es un recopilatorio de “gags” (si se quieren llamar de esta manera) de una página en los que Usamaru trabaja los más diversos estilos gráficos, con una imaginación y una maestría a los lápices que se hace difícil de creer para tratarse de una primera obra. Además, la propia temática de las historietas, en lo que respecta al guión, también es alucinante, con un nivel de surrealismo y de inteligencia altísimo. Eso sí, Palepoli es sólo para paladares muy selectos, una verdadera delicatessen para los que, entre tanto manga de peleas y de amoríos, queremos tomarnos un descanso estimulante para la mente.
No sé por qué, supongo que porque hay tantas cosas por leer en esta vida, mi camino no volvió a cruzarse más con el de Usamaru Furuya… Hasta que en mi último viaje a Japón descubrí un libro en una librería que me robó el corazón por lo bello que era: era este Shônen shôjo hyôryûki (subtitulado en inglés The Chronicle of the Clueless Age, aunque el título japonés se traduce literalmente como “Crónica de la deriva de chicos y chicas”).
No descubriré la sopa de ajo si digo que los libros en sí me gustan mucho: el papel encuadernado, las cubiertas, las sobrecubiertas, etc. Para mí, cada libro es un tesoro. Y si se trata de un libro bonito, todavía más. Y éste es directamente precioso: el libro está enfundado en una cajita de cartón bastante dura, con tinta dorada para las cenefas que decoran el título y un troquel en medio de la portada desde la que se puede ver parte de la portada del libro que hay dentro, con un dibujo de ocho chicos volando. Aunque no hay páginas a color, el papel del interior es también excelente, lo que hace que leérselo sea un verdadero placer, primero para la mente (por el contenido), pero también para los sentidos de la vista (perfecta impresión), el tacto y el olfato (buen papel).
El libro está firmado por Usamaru Furuya, que principalmente se encargó del dibujo, y por Otsuichi, que hizo más que nada de guionista. Hablo en estos términos porque en la conversación entre ambos que se recoge al final del tomo se revela que Furuya también tuvo un papel prominente en el guión, dando varias ideas, y Otsuichi sugirió ideas visuales para que Furuya las plasmara en el papel, quedando así difuminada la línea entre el “dibujante” y el “guionista”. Otsuichi, prominente novelista de historias de misterio y terror, es conocido en España por ser el guionista de Goth, así como de Missing Holiday (de próxima publicación) y alguna más que caerá durante este 2008.

¡El ataque del imperio de los dulces!

¿Y de qué va este manga? Pues recopila un total de ocho historias autoconclusivas cuyos protagonistas son los ocho adolescentes que figuran en la portada del libro, narrándonos sus paranoias y metiéndonos de lleno en sus mundos de fantasía. Por ejemplo, una de las historias va de un chaval muy introvertido al que le fascinan las hormigas y se imagina a todos sus compañeros de clase como formando parte del hormiguero, con su jerarquía (obreras, guerreras y reina) incluida. Otra va de una chica que está obsesionada con adelgazar pero que paradójicamente le encantan los dulces. En un momento dado, le entra la paranoia que el “Imperio de los Dulces” quiere conquistar la Tierra y ella es la única que, comiéndoselos, puede salvarla. En resumen, las historias son una representación de las paranoias y manías de la adolescencia, esa edad a la que uno va “a la deriva”, como tan bien indica el título. Esa edad tan complicada en la que se forma el carácter de cada cual, y durante la que los triunfos y fracasos del día a día dentro del instituto, o con la pandilla de amigos, pasan a ser el centro neurálgico alrededor del que gira absolutamente todo. Un detalle genial del libro es que las ocho historias parecen no tener relación entre sí, hasta que al final, el libro se cierra con un noveno capítulo en el que todo confluye, un cierre que deja un fantástico sabor de boca para lo que ya de por sí es una delicia en forma de manga.
Con un dibujante del montón, este libro habría pasado sin pena ni gloria. De acuerdo que el guión está bien, pero la destreza gráfica de Furuya, con sus increíbles recursos y su capacidad innata de crear escenas surrealistas de una plasticidad extraordinaria, convierten a la obra en una verdadera maravilla. Entre los autores que conozco y admiro, solamente monstruos como Suehiro Maruo o Shintarô Kago pueden comparársele a la hora de crear pesadillas, seres y mundos surreales, en el apartado gráfico. Yo, a partir del momento en el que leí este libro, y después de recordar que era del mismo autor que ese fantástico Palepoli que tanto me gustó en su momento, me declaré fan de Usamaru Furuya, y decididamente voy a agenciarme más obras suyas para esos momentos en los que, cansado de ir a comer el menú del bar de la esquina que representa el manga mainstream, me apetezca ir a un restaurante con alguna estrella Michelín.