El blog de Marc Bernabé

Banana Fish

Monday, August 11th, 2008
  • Título: Banana Fish
  • Autor: Akimi Yoshida
  • Editorial: Shôgakukan
  • Revista: Bessatsu Shôjo Comic
  • Años publicación: 1985-94
  • Clasificación: shôjo, shônen, seinen
  • Tomos: 19

Es la primera vez que encuentro una historia tan difícil de clasificar. ¿Es un shôjo? Técnicamente sí, si hacemos caso de la revista en la que fue publicada esta historia, la Bessatsu Shôjo Comic. ¿Es un shônen? Si nos limitamos al aspecto gráfico, ciertamente tiene más pinta de shônen que de shôjo. ¿Es un seinen? La temática (acción, mafias, una misteriosa droga, etc.) es muy seinen, así como la violencia y crudeza de algunas escenas. Es con obras como esta que la “compartimentación” en géneros pasa a ser algo totalmente accesorio. ¿Qué importa la “etiqueta” que le queramos poner si la historia está bien y el dibujo va acorde con ella?
En este sentido, Banana Fish es uno de los manga más sorprendentes que he leído últimamente, ya que la mezcla de géneros que Akimi Yoshida realizó entre 1984 y 1994 no solo es un experimento sin más. Banana Fish fue un gran éxito en su tiempo y es una de las obras más destacadas del manga de los años 80-90. Solo he leído el primer tomo y, al ser muy introductorio y tener una estructura bastante confusa (típica de las películas que empiezan con flashbacks y combinan escenas de flashback con escenas de presente, y que además tienen muchos personajes que hay que ir presentando poco a poco), no me quedé mucho con la historia, pero lo cierto es que el argumento, que es del tipo thriller con acción y misterio (comparable a obras como Monster, por ejemplo) parece muy bien llevado y, según he visto por ahí, aguanta bastante bien durante los 19 tomos de los que consta el manga.

Revista shôjo, dibujo shônen y temática seinen

La historia arranca con un corto viaje en el tiempo al año 1973, en Vietnam, donde unos soldados americanos están tomando unas cervezas al fresco en las postrimerías de la guerra. De repente, uno de los soldados aparece con una ametralladora y empieza a disparar a sus compañeros, matando a algunos de ellos. Finalmente, entre todos consiguen reducirle, y las únicas palabras que masculla el soldado enloquecido son “Banana Fish”. La acción se traslada al presente (en este caso, mediados de los años 80), a Nueva York, donde conocemos a Ash Lynx, un chico de 17 años que lidera un grupo de jóvenes macarras y que a su vez está metido en una organización mafiosa liderada por Dino Golzine.
En un momento dado, un hombre moribundo al que habían disparado se cruza con Ash en un callejón y, tras darle un vial con una sustancia indeterminada, murmura también las palabras “Banana Fish” y una dirección en Los Ángeles. Curiosamente, Ash tiene en su casa al ex soldado de la primera escena del manga (se deduce que es su hermano), actualmente inválido y permanentemente alienado: de hecho, las únicas palabras que dice son también “Banana Fish”… ¿Es “banana fish” el nombre de la peligrosa droga que dejó en estado vegetativo a su hermano? ¿Qué hay detrás de ella? ¿Por qué la mafia tiene tanto interés en todo este asunto?
Así empieza una trepidante aventura llena de aventuras, violencia (e incluso pedofilia y homosexualidad) en la que Ash se pondrá como objetivo descubrir más sobre el “Banana Fish”. Entre medio, se encuentra la policía, la mafia, y un joven llamado Eiji que acompaña a un periodista japonés que quería hacer un reportaje sobre la banda de Ash y se ve implicado en todo el asunto.
Pese a su relativa antigüedad, Banana Fish es un manga que todavía se deja leer muy bien y es altamente recomendable. Este shôjo-que-no-es-un-shôjo ha sido publicado en Estados Unidos, Francia e Italia, así que tampoco sería descabellado verlo en el futuro por estos lares. ¡Ya veremos!

Moyashimon (Tales of agriculture)

Thursday, July 31st, 2008
  • Título: もやしもん -Moyashimon- (Tales of agriculture)
  • Autor: Masayuki Ishikawa
  • Editorial: Evening
  • Revista: Kôdansha
  • Años publicación: 2004-?
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 7 (en curso)

Hacía ya un tiempo que le tenía echado el ojo a este manga, puesto que lo veía muy destacado en las librerías japonesas, y eso es señal indudable de que es un manga que está gustando y que está consiguiendo éxito entre los lectores. Pero claro, con tantos manga que comprar, uno tiene que ser selectivo y siempre me había resistido a comprarlo… Y es que, si uno lee el argumento (las aventuras de unos estudiantes en una universidad de agricultura, uno de los cuales tiene la facultad de “ver” bacterias y otros microorganismos a ojo desnudo), tampoco es que acabe ardiendo en deseos de comprar ese manga y meterse en el primer Starbucks, Doutor Coffee o similar que haya por la zona para leérselo. Pero cuando uno se entera de que la obra ha ganado este año 2008 el Gran Premio de los Premios Tezuka de Manga (que sería como el equivalente en manga al de “mejor película” de los Óscars) y el Premio Manga Kôdansha ya no puede seguir mostrándose reacio y acaba adquiriéndolo.
Y, cómo no, ha resultado ser una obra divertida, educativa, entretenida y entrañable. Sí señor, Moyashimon es uno de los manga más curiosos que he tenido el placer de leer últimamente, pero a la vez es un manga que se deja leer y entretiene. El argumento va de un par de chavales de provincias que entran como estudiantes a una universidad de agricultura de Tokio. Tadayasu Sawaki es hijo de una familia de tanekôji-ya (un negocio que consiste en criar todo tipo de levaduras y bacterias que se usarán luego en la confección de productos tan básicos para la cocina japonesa como el miso, la salsa de soja, el sake, el shôchû o el mirin). En esa región, a los tanekôji-ya se los llama moyashimon (moyashi son “brotes de soja” y mon sería algo como el sufijo “-ero”, así que sería algo como “brotadesojeros”), y de ahí viene el título del manga. La gracia es que Tadayasu es capaz, desde muy pequeño, de ver bacterias y todo tipo de microorganismos sin necesidad de microscopio. Su amigo de la infancia, con el que entra a la Universidad Agrícola de Tokio, es Kei Yûki, hijo de una familia de fabricantes de sake.
Cuando ambos entran a la universidad, acaban en el seminario del excéntrico profesor Keizô Itsuki, conocido de los padres de ambos y gran estudioso del proceso de la fermentación. El tipo es el típico profe loco de universidad (me recuerda a uno que tuve yo en Osaka) capaz de enterrar una morsa en cuyo interior se han colocado decenas de gaviotas muertas y, tras un período de varias semanas, desenterrarla, sacar las gaviotas y beberse a través de su ano sus entrañas podridas y deshechas en lo que, según él, es el kiviak, un “plato” esquimal (aquí la foto de un friki japo comiendo kiviak, “una comida que le encanta” (sic.))

El niño que veía microbios caricaturescos, ideales para hacer peluches de ellos…

En fin, sin entrar en más detalles de las excéntricas comidas de Itsuki, lo importante es que Sawaki puede ver a simple vista las bacterias y microorganismos, lo que le permite detectar por ejemplo qué tipo de sustancia es la que tiene delante o cuándo una comida está intoxicada solo con ver las bacerias que la pueblan. La gracia es que “ve” a estas bacterias como pequeñas caricaturas súper monas, cada una distinta de la otra (ver página de muestra). El autor detalla al margen, com comentarios jocosos, el nombre real de estas bacterias y nos da una indicación de su “carácer”. Ejemplo: “A. Aceti: se tranquiliza cuando se cristaliza” o “A. Orizae: Se cree que puede hacer casi de todo”.
En cualquier caso, la historia se estructura en torno a la acción de las bacterias o microorganismos que ocurren alrededor del seminario del profesor Itsuki, formado por Tadayasu y Kei, la guapa y fuerte de carácter estudiante Haruka, los “frikis” redomados Misato y Kawahama y la también nueva Hazuki Oikawa. A destacar por ejemplo el episodio de cuando Misato y Kawahama intentan hacer sake ilegalmente, a escondidas de todo el mundo, pero se les fastidia el invento cuando sufren una invasión de bacterias “hiochi“, letales para el sake; o el episodio del conato de intoxicación alimentaria por curry de los nuevos estudiantes de la universidad, un desastre que Tadayasu logra evitar en el último momento gracias a que “ve” en el curry unas bacterias que no deberían estar allí, etc.
Moyashimon también ha sido adaptado al anime, concretamente en una serie de solo 11 episodios emitida en Fuji TV entre octubre y diciembre de 2007. No he tenido el placer de ver el anime, pero estoy seguro de que es una muy buena serie, ya que el manga en el que está basada es de lo más curioso, bizarro y a la vez entretenido.

Ishi no Hana (Partisan)

Monday, July 21st, 2008
  • Título: 石の花 –Ishi no Hana– (Flores de piedra) Partisanos
  • Autor: Hisashi Sakaguchi
  • Editorial: Ushio Shuppansha
  • Revista: Comic Tom
  • Años publicación: 1983-86
  • Clasificación: seinen, bélico
  • Tomos: 6


Una de las traducciones más complicadas que he hecho jamás… No, vuelvo a empezar. La traducción más complicada que he hecho jamás fue la de la obra Ikkyû, de Hisashi Sakaguchi. Fue un verdadero tour de force traducir esa obra, que narra la vida del carismático y excéntrico monje budista Sôjun Ikkyû allá por los siglos XIV y XV. Primero, por las temáticas que trata: budismo zen, filosofía, historia, política, teatro nô, etc, lo que requiere un nivel de documentación monstruoso. Segundo, por las extensas y abundantes notas a pie de página del propio autor, repletas de nombres propios con kanji complicadísimos y sin su correspondiente lectura al lado (toca buscarlos todos, uno por uno) y de conceptos antiguos. También, por la evidente dificultad de tener que trasladar al idioma de llegada una serie de matices, idiosincrasias de modo de hablar, etc. y de darle al texto una pátina de “lenguaje antiguo” que case bien con la temática de la obra y su contexto.
En fin, fue un trabajazo monumental que me hizo sudar mucho (además, me tocó durante el verano del año pasado, así que sudé por partida doble ^_^), pero del que estoy más que orgulloso. Sobre todo después de compararlo con la versión antigua, cuyos dos primeros tomos tenían una traducción que, siendo finos, diremos que “deficiente es poco”. La traducción española fue realizada del francés y por lo tanto no es culpa del traductor español, sino del francés, que no captó nada bien los matices de las frases, entendió la mayoría de elas mal (a veces, directamente al revés), y se comió un montón de conceptos y la mayoría de las notas a pie de página de Sakaguchi. Afortunadamente, la editorial francesa seguramente se dio cuenta del desaguisado y contrató a un traductor mejor para los dos últimos tomos. En estos tomos 3 y 4, la traducción era mucho mejor y, ahora sí, no se comía casi ninguna nota. En fin, os reto a comparar las versiones nueva y antigua de Ikkyû y encontrar no las diferencias, sino las similitudes.
Como siempre, me voy por las ramas. Ikkyû me pareció una obra maravillosa y la disfruté muchísimo. Primero, porque ya de por sí me encantan los retos y “tú ponme algo difícil, que yo sacaré lo mejor que llevo dentro”. Segundo, porque la historia en general me gusta mucho, y por supuesto la japonesa también. Tercero, porque el hecho de tener que traducirla me obligó a documentarme muchísimo y a explorar cada referencia y cada nombre mucho más allá de lo que se menciona en el manga, con el consecuente hecho de que pude comprender y asimilar la historia a gran profundidad. Porque no nos engañemos: Ikkyû es una obra muy densa que ofrece mucha información muy complicada de asimilar si viene toda de golpe y es nueva, y además está plagada de nombrecitos japoneses a cuál más complicado. Por eso entiendo que haya gente que no disfrute de Ikkyû a pesar de que, como manga (¡como obra literaria!) es una maravilla.
Con el manga que reseño esta vez pasa tres cuartos de lo mismo. Ishi no Hana (Flores de piedra) nos narra la historia entera de la II Guerra Mundial en la antigua Yugoslavia, desde el principio hasta el final. Muchos personajes pululan por sus páginas, aunque el eje central se sitúa sobre Krilo y Fee, dos adolescentes que viven la guerra de forma trágica y a través de cuyas experiencias se nos narra la crueldad de las hostilidades en la Yugoslavia de los primeros años 40. Se trata de una obra con mucho texto, muchos nombres y datos y bastante densa. Tengo que decir que no es tan densa como Ikkyû (para empezar, en Ishi no Hanaapenas hay notas a pie de página), pero aun así se hace difícil de digerir. Como lector ocasional y tras hacer una lectura simple (sin desviarme a ampliar la información por otros lados), tengo que decir que a veces se me ha hecho difícil de seguir y que en ocasiones me he perdido.

Dibujo sublime e historia densa y con mucho contenido

Aun así, el manga es francamente muy bueno. Por un lado, tenemos el tremendo dibujo de Sakaguchi, maravilloso. No tan maduro como el de Ikkyû, ya que Ishi no Hana fue dibujada diez años antes que la historia del monje zen, pero aun así sobresaliente. El argumento, tremendo. Sakaguchi nos cuenta en los seis tomos del manga toda la historia de la II Guerra Mundial en la antigua Yugoslavia, desde la invasión alemana en abril de 1941 hasta la liberación del país en 1945. En sus páginas, nos cuenta las vicisitudes de la guerra en todas sus vertientes. Por un lado, los rifirrafes entre serbios, croatas, bosnios, eslovenos, etc. que fragmentaban el país (luego comento más), por otro, la organización de la resistencia en dos grupos -que se llevaban a matar-: los chetniks y los partisanos. También nos cuenta la tragedia de los campos de concentración donde se encerraba a judíos, gitanos y demás “razas sucias” y se les obligaba a hacer trabajos forzados o directamente se les mataba, aplicando la llamada “solución final”. En fin, un manga muy duro y sobrecogedor.
Francamente, antes de leer esta obra poco conocía de la historia de Yugoslavia, y he acabado con la sensación de haber aprendido mucho. Lo más sorprendente es que este manga, publicado entre 1983 y 1986, casi podría haber estado ambientado a principios de los años 90, ya que las situaciones de malos rollos y puñaladas en la espalda entre las etnias que conformaban la antigua Yugoslavia (serbios, croatas, bosnios, etc.) se podrían haber aplicado perfectamente a la situación de la Guerra de los Balcanes. Es sorprendente que Sakaguchi hubiese podido captar tan bien esta particularidad, y más siendo japonés. Los japoneses sienten su país como “un único todo” y la noción de una “nación de naciones” en la que conviven diferentes etnias y culturas les cuesta muchísimo de captar. Para un japonés, el hecho de que en España haya regiones donde, además del español, se hablen otros idiomas y se tengan culturas distintas es algo que no es fácil digerir. Por eso mismo, no puedo dejar de quitarme el sombrero ante la agudeza de Sakaguchi al hacer un retrato tan fidedigno de una época, la de la II Guerra Mundial, en un país cuyo destino era el de acabar fragmentado 50 años después. El hecho de que Sakaguchi recibiera una condecoración del antiguo gobierno yugoslavo por esta obra demuestra, por si algunos lo dudaban, de la veracidad y la rigurosidad de lo que nos cuenta en sus páginas.
El título de la obra, Ishi no Hana, significa literalmente “Flores de piedra”, y hace referencia a las bellísimas formas y florituras de las estalagtitas y estalagmitas de las cuevas de Postojna, un motivo subyacente en la obra desde el principio. Su título alternativo, por el que es más conocida internacionalmente, es Partisan (Partisano), el nombre de las tropas de la resistencia que, al mando del general Tito, consiguieron liberar el país de las tropas nazis casi sin ayuda internacional. Krilo, uno de los protagonistas más destacados de la obra, acaba formando parte de los partisanos y por lo tanto se nos muestra las dificultades y tormentos que sufrieron estos guerrilleros hasta conseguir liberar su país.
Hisashi Sakaguchi nos dejó en el año 1995, muy poco después de haber finalizado Ikkyû y con solo 49 años de edad. En sus primeros años de carrera, se formó a las órdenes de Osamu Tezuka y dedicó sus esfuerzos sobre todo al anime. Como empleado de Mushi Productions, la empresa de animación de Tezuka, trabajó en las series de TV de Astroboy, El rey de la jungla, etc. hasta que en un momento dado volcó sus fuerzas en el manga. Sobre todo hizo historias cortas, de modo que las únicas largas que tiene son esta Ishi no Hana (la más extensa, de 6 tomos), Ikkyû (4 tomos de 300 páginas) y Version (3 tomos). Ikkyû está íntegramente publicada en España, mientras que Version fue publicada parcialmente por Glénat en los 90. Ishi no Hana, ¡ay!, permanece inédita. Por un lado, deseo fervientemente que la licencien, ya que es una maravilla. Por el otro, temo que lo hagan y que me encarguen la traducción a mí: tanto nombrecito yugoslavo en katakana tiene que ser mortal de traducir, y el esfuerzo en documentación requerido tiene que ser brutal para hacer un buen trabajo… Pero oye… ¡Como he dicho antes, me encantan los retos, así que trae, trae! ^_^
Un último apunte: la versión de Ishi no Hana que he leído es la original, publicada en 6 tomos por Ushio Shuppansha en los años 80, pero al parecer, por lo que veo, en 1988, Sakaguchi decidió sacar una versión “remasterizada” en la que retocó bastante el dibujo y que se recopiló en 5 tomos. Esta edición retocada es la que actualmente se encuentra en las librerías japonesas. Concretamente lo más sencillo de encontrar sería la versión de bolsillo en 2 gruesos tomos de la editorial Kôbunsha. Tengo curiosidad por ver qué retoques hizo Sakaguchi, a ver si algún día tengo la oportunidad de comprobarlo.

Oo-oku (El harén)

Monday, June 30th, 2008
  • Título: 大奥 –Oo-oku– (El harén)
  • Autor: Fumi Yoshinaga
  • Editorial: Hakusensha
  • Revista: Melody
  • Años publicación: 2004-?
  • Clasificación: josei, seinen, histórico
  • Tomos: 3 (en curso)

Este manga no me lo habría comprado si no hubiese sido por su palmarés; y me habría arrepentido, la verdad. No me malinterpretéis: las obras de samuráis me gustan bastante, y de hecho hasta cierto punto me he llegado a “especializar” en traducir obras históricas (La Espada del Inmortal, Kenshin, Sidooh, Gintama, Ryûgetsushô, Ikkyû etc.), pero hay un tipo de obras de época con las que de momento no he congeniado mucho. Me refiero a las típicas series de samuráis de esas que suelen echar en la tele japonesa, como Mito Kômon o similares, donde predomina el diálogo y la acción queda en un segundo o tercer plano. En este tipo de obras, se utiliza un lenguaje “antiguo”, con expresiones bastante rocambolescas y rebuscadas, así como conceptos y cargos de la antigua corte imperial o del gobierno feudal bakufu.
Para que os hagáis a la idea, una frase tipo “Cuidado con el karô, que ha ido al bugyôsho para hablar de la situación en Hatchôbori” no sería demasiado rara en este tipo de obras, pero además adornada con una pátina de expresiones y construcciones gramaticales antiguas actualmente en desuso (el japonés antiguo y el moderno son bastante diferentes). Ahora, debido al rodaje que llevo de tomos y tomos de mangas de samuráis traducidos, puedo ya comenzar a captar de qué va la cosa y saber que la frase anterior se refiere a que se preste atención al miembro del consejo del comandante supremo –shôgun– (karô), porque se ha ido a la oficina del bugyô (traducido como “magistrado”, pero en realidad era una especie de comisario de la policía de la época) para hablar de la situación en la antigua cárcel de la ciudad de Edo -actual Tokio-, situada en la zona de Hatchôbori. Aunque ahora más o menos puedo seguir fluidamente este tipo de conversaciones, sigue sin atraerme demasiado el tema “costumbrismo samurái”, la verdad.
En cualquier caso, la obra que reseño en esta ocasión, Oo-oku, está realizada por Fumi Yoshinaga, autora conocida por sus manga josei, como Antique Bakery, así como por sus obras de boy’s love. Ciertamente, no es una temática que me atraiga demasiado. Sin embargo, Oo-oku consiguió un premio a la excelencia en 2006 del prestigioso Japan Media Arts Festival y fue nominada para los premios Tezuka, auténtica referencia de la industria del manga, en 2007. Había que ver de qué va la cosa, ¿verdad? Y, sinceramente, me ha encantado.
El inicio del manga es bastante soprendente: una misteriosa epidemia se declara en un pueblecito de Japón y se extiende a todo el país en cuestión de pocos años. Curiosamente, la epidemia solo afecta a los hombres, así que la población masculina de Japón queda reducida a una cuarta parte de lo que había sido. Esto provoca, por supuesto, que haya un hombre por cada cuatro mujeres, lo que obliga a las mujeres a hacerse cargo de las riendas del país y a realizar trabajos que hasta el momento habían sido realizados por hombres, como la construcción, herrería, temas militares… Incluso los máximos cargos dentro del gobierno pasan a ser ocupados por mujeres, y el cargo de shôgun acaba recayendo también sobre una mujer. Los hombres se convierten en preciadas piezas de una sociedad matriarcal que les necesita para reproducirse; así, con tal de conseguir “simiente” masculina, las tornas se cambian también en los barrios de placer, como el de Yoshiwara, donde los hombres se acuestan con sus clientas y les “donan” su simiente a cambio de dinero.
Un dibujo austero pero resultón y un guión fluido y adictivo


Como no puede ser de otra manera, tener a un hombre a disposición exclusiva de una mujer se convierte en un gran lujo. Así, la shôgun demuestra su enorme poder con un harén masculino que se dice que cuenta con más de 3000 hombres (aunque en realidad hay unos 800), todos a su exclusivo servicio. Los aposentos de este harén, donde ninguna mujer excepto la shôgun puede entrar, se llaman “oo-oku” (El gran fondo), y existieron en el Japón real del período Edo pero, claro está, con shôguns masculinos y harenes femeninos.
Oo-oku nos cuenta la historia de Yûnoshin Mizuno, hatamoto (samurái de rango bajo al servicio del shôgun) bonachón y amable con todas las mujeres, hasta el punto de que se acuesta con muchas de ellas, feas y guapas, gratuitamente, para “hacerles el favor” de regalarles su simiente. En un momento dado, Mizuno decide ingresar al oo-oku para ayudar a su familia, en una situación económica más bien precaria, y ahí empieza de verdad el manga, que nos cuenta las intrigas del harén masculino, el trato con la shôgun, etc.
Me ha parecido un manga muy interesante, muy bien narrado y apasionante. A pesar del extenso uso de jerga “de época” como la que mento más arriba, tal vez porque ya estoy por fin acostumbrado a ella, o tal vez porque Yoshinaga escribe con una fluidez sorprendente que hace que las distintas intervenciones sean muy sencillas de seguir, devoré el primer tomo y me quedé con ganas de más. El manga, además, está por lo visto estructurado en varias historias autoconclusivas: unas tres cuartas partes del primer tomo las ocupa la historia de Yûnoshin Mizuno, y luego empieza otra historia, igualmente interesante. De hecho, el primer tomo termina con un cliffhanger que provoca ganas de seguir leyendo el segundo volumen inmediatamente (lástima que no lo tenga a mano).
Al ser un josei, el manga está escrito por una mujer y enfocado básicamente a público femenino, aunque eso no quita que cualquiera pueda disfrutar de él. El trazo, sencillo y femenino, puede echar para atrás en el momento de hojear el manga, pero una vez te pones a leer, no desmerece en absoluto el guión. Hay escenas, como por ejemplo un conato de violación entre los hombres del harén, ávidos de sexo, y también algún detalle de amor o afecto homosexual, como era esperable de una autora que destaca por sus obras de boy’s love, pero en absoluto desentonan. De hecho, lo raro sería que este tipo de cosas no ocurrieran en una situación extrema en la que tienes a ochocientos hombres jóvenes encerrados y sin contacto alguno con ninguna mujer que no sea la shôgun. Una shôgun, por cierto, que al principio del manga es una señorona, pero luego pasa a ser una niña que por supuesto no tiene el horno para bollos, y cuatro largos años después, tras la muerte por enfermedad de la shôgun infantil, pasa a ser una mujer bastante pueblerina que, por fin, parece que va a utilizar el oo-oku para su propósito. ¿Quién será el afortunado elegido por la shôgun para pasar la noche?

Dôsei jidai (La época en la que vivíamos juntos)

Wednesday, June 25th, 2008
  • Título: 同棲時代 –Dôsei jidai– (La época en la que vivíamos juntos)
  • Autor: Kazuo Kamimura
  • Editorial: Futabasha
  • Revista: Manga Action
  • Años publicación: 1972-73
  • Clasificación: seinen, costumbrista
  • Tomos: 6

Impresionado. Esta es la palabra que resume cómo me quedé al leer este manga hace escasos meses. Me maravilla la profundidad que tiene el mundo del manga (como la puede tener el del cine, la literatura, etc, claro), en el que, cuando tienes la sensación de estar muy cerca del fondo, de conocer las obras más maravillosas que se han parido en la Tierra del Sol Naciente, vas y te encuentras otra perla, esta vez realizada hace más de tres décadas y media. Este tipo de encuentros son los que animan a uno a seguir adelante, a seguir escarbando, y lo cierto es que últimamente estoy siendo bastante afortunado, puesto que sigo encontrando obras que me dejan anonadado (junto a mucha morralla, que también es verdad que no todo es tan bonito ^_^).
Dôsei jidai es una obra fascinante en muchos sentidos. A mí me encantó, y eso que, como suelo hacer, solo me leí el primer tomo. Espero algún día poder leerme los otros cinco. La obra está ambientada en los años 70, es decir, en la misma época en la que se creó, justo después de los graves disturbios y protestas estudiantiles que definieron la segunda mitad de los años 60. Era una época en la que se empezó a poner de moda entre los jóvenes que empezaban a entrar en la edad adulta el hecho de irse a vivir juntos, es decir, el 同棲 dôsei. Esto que en Occidente ahora nos parece tan obvio, en Japón, incluso ahora, sigue estando relativamente mal visto, ya que la tendencia habitual es la de irse a vivir con la pareja solo después de haberse casado. De hecho, la palabra dôsei (cohabitar -un hombre y una mujer, y se entiende que como pareja, es decir, manteniendo relaciones sexuales y tal-) no tiene connotaciones positivas: se usa muy poco y se prefieren paráfrasis más “blandas” como por ejemplo issho ni sumu koto (vivir juntos). Como anécdota personal, una vez, durante mi primer año de estudios en Japón, allá en el 99, se me ocurrió en mi ignorancia decir que yo “dôsei” con mi pareja, y la verdad es que me miraron bastante raro, como si estuviese haciendo algún tipo de cosa mala. 

Un sugerente dibujo y un poético pero trágico y oscuro guión 

En cualquier caso, si incluso ahora hay pocas parejas japonesas que den el paso de ponerse a vivir bajo el mismo techo sin estar casadas, en los años 70, a pesar de que en la época fue un fenómeno que cuajó bastante, no era precisamente algo bien visto. Esta obra, dibujada y guionizada por Kazuo Kamimura, nos narra la historia de una de estas parejas; Kyôko, empleada en una empresa publicitaria, y Jirô, ilustrador freelance.
El manga es extremadamente poético, muy pausado, pero también de contenido muy duro. Vivir en pareja no es fácil, ni tampoco es todo precioso, bonito y de color de rosa. Y menos si se hace yendo contracorriente de la sociedad, es decir, compartiendo piso sin estar casados. Ya de por sí, encontrar un lugar donde vivir no es fácil, puesto que los propios propietarios de apartamentos de alquiler no se fían demasiado de las parejas no casadas (lo he puesto en presente porque es algo que todavía hoy, en el año 2008, sigue vigente), pero es que la incomprensión social y la falta de que te tomen en serio es realmente grave. Por ejemplo, hay un capítulo en el que Kyôko es tentada por su jefe en la empresa para irse de copas y “algo más”. Ella se niega porque tiene pareja, pero él le dice “venga ya, si no estás casada ni nada”. Esto implica que el jefe no cree que la relación de Kyôko sea seria ni estable, sino que la considera un simple pasatiempo y que es algo tan frágil que es prácticamente como si estuviera soltera. Esto es algo que, incluso hoy, sigue ocurriendo, aunque afortunadamente con menos intensidad; el hecho es que una pareja no casada no es tomada muy en serio.
La atmósfera del manga es más bien oscura, ya que Kyôko es una mujer muy taciturna y con muchos problemas internos, mientras que Jirô, a pesar de sus virtudes, tiene también muchos defectos como por ejemplo el de no ser demasiado “echado para delante” (vamos, que es un poco vago). Una obra tremendamente realista y adulta, dura, en la que seremos testigos de discusiones entre la pareja, incluso cosas tan duras como abortos y conatos de suicidio, pero también tiernas escenas de amor e incluso de sexo, con una ambientación maravillosa en la que el cuidado texto acompaña a la perfección la bella imagen, llena de metáforas visuales.
Cabe comentar que el actualmente tan famoso y apreciado (en Occidente, por lo menos) Jirô Taniguchi empezó como ayudante de Kazuo Kamimura, el autor de este manga. Ciertamente, leyendo Dôsei jidai me ha parecido entrever las raíces de Taniguchi en más de una ocasión. Ojalá alguna editorial descubra esta obra algún día y la traiga, ya que hará las delicias de las legiones de amantes del buen cómic costumbrista, poético, y calmado, pero lleno de sentimiento que, hasta ahora, solo se han podido refugiar bajo el paraguas de Jirô Taniguchi.