El blog de Marc Bernabé

π (Pi)

Monday, August 18th, 2008
  • Título: π -パイ- -Pai- (Pi)
  • Autor: Usamaru Furuya
  • Editorial: Shôgakukan
  • Revista: Big Comics
  • Años publicación: 2002-05
  • Clasificación: shônen, seinen
  • Tomos: 9

En mi reseña de Chronicles of the Clueless Age ya expresé mi deseo de obtener más obras de este genio de lo visual que es Usamaru Furuya. Ese desparpajo gráfico que muestra el autor en su opera prima Palepoli y en Chronicles me dejaron anonadado, así que ni corto ni perezoso, procuré hacerme con alguno más de sus manga. Aunque Furuya es un autor que se siente muy cómodo en historias de un solo tomo, o a lo sumo de dos, su manga más popular (o, al menos, el más sencillo de encontrar en las librerías japonesas) es este π, que se publicó en la “primera división” del manga seinen, concretamente en la revista Big Comics, y terminó en 2005 con un total de nueve tomos.
Y después de leer el primer tomo, tengo un par de cosas que decir: primero, que los que esperen al Furuya más creativo gráficamente hablando, con esas metáforas visuales tan increíbles, así como al Furuya de argumentos surrealistas y profundos, se sentirán defraudados. Y segundo, que es una excelente obra de entretenimiento que me hizo pasar un muy buen rato mientras la leía.
Antes de empezar a explicar de qué va el manga en sí, hay que hacer una pequeña explicación sobre su título, que es ni más ni menos que el símbolo matemático π, es decir, el famoso “pi” (3,1416…). Lo que pasa es que en japonés se pronuncia “pai”, lo que a su vez recuerda a la palabra “oppai”, que significa “tetas”.
Habiendo explicado esto, se entenderá mejor el argumento. Yumeto Sawaki es un estudiante de bachillerato guaperas, bien vestido, con el pelo teñido de rubio, silencioso y taciturno. Un verdadero misterio que lleva de cabeza a todas sus compañeras. Lo que nadie sabe es que, hasta hace muy poco, Yumeto era un friki seboso, feo y baboso que lleva toda la vida obsesionado con la relación entre las tetas y el número “pi”. Según su sesuda teoría, a la que lleva dedicadas más de diez libretas llenas de ecuaciones, gráficos y fórmulas matemáticas, la teta perfecta es la que más cerca está del número “pi”. Asimismo, su obsesión por los pechos le lleva a convertirse en dibujante de pin-ups de chicas con las tetas al aire, un mundillo en el que llega a ser bastante famoso, aunque no tanto como el célebre Chigusa (que aparecerá también como personaje).

La relación entre los pechos y el número pi…

Pero claro, para demostrar su teoría en el aspecto práctico necesita ver y palpar pechos en primera persona, así que se pone a pensar… ¿Cuáles son las probabilidades de que, con su aspecto actual, consiga encontrar y gozar de las tetas perfectas de sus sueños? Respuesta: cero pelotero. Así, Yumeto se esfuerza a lo bestia hasta finalmente conseguir un aspecto de play-boy increíble. Por fuera, pues, es un guaperas que se las lleva de calle, pero por dentro sigue siendo ese friki obsesionado con los pechos. A todo esto no hay más que sumarle a la guapísima Jun Tamura, que tiene un trauma desde que un pervertido la sobó en un tren y no soporta que los chicos la miren lascivamente. Según Yumeto, Tamura podría ser la propietaria de sus codiciadas tetas “pi”, pero por otro lado una de sus letales “patadas voladoras” podría matar a cualquiera…
Y así se desarrolla una historia de humor picante que realmente se hace muy amena de leer. Francamente, es una obra comercial a más no poder que está a años luz del mejor Furuya, pero resulta muy divertida. Aunque Furuya no se prodiga demasiado en sus metáforas visuales, de vez en cuando se marca algún destello genial que hace subir un poco el nivel general de la obra. Resumiendo: no mata, pero se deja leer.
Como último apunte, destacar que el argumento, las situaciones y la forma de representar al “friki interno” del protagonista me parece muy similar al de Tonari no Yaoi-chan, por lo que o bien es pura casualidad, o bien la dibujante de Tonari se inspiró bastante en π a la hora de crear su obra.

Shônen shôjo hyôryûki (Chronicles of the Clueless Age)

Saturday, February 23rd, 2008
  • Título: 少年少女漂流記 -Shônen shôjo hyôryûki- (Chronicles of the Clueless Age)
  • Autor: Usamaru Furuya (dibujo) y Otsuichi (guión)
  • Editorial: Shûeisha
  • Revista: Shôsetsu Subaru
  • Años publicación: 2007
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 1

Cada cierta cantidad de años, en todos los campos del saber humano, surgen uno o más genios. Esto es indudable, simple cuestión de estadística. El cómic no es una excepción, y el manga, claro está, mucho menos. La particularidad del manga respecto a otras manifestaciones del noveno arte es que, debido a que hay tantos miles de autores trabajando simultáneamente, por pura matemática la cantidad de genios que surja tiene que ser por fuerza mayor. Sin embargo, la propia industrialización del medio en Japón, donde las grandes editoriales controlan la producción de los autores y les imponen criterios concretos para que sus obras “triunfen”, hace que grandes dotes de creatividad se echen a perder. Sin embargo, no todo está perdido y el manga regala al mundo un buen puñado de genios en cada generación.
Usamaru Furuya es uno de los genios de hornada de los años 90. Hace dos o tres años, tuve la oportunidad de leer su opera prima, titulada Palepoli, de 1994, y quedé alucinado ante la genialidad surrealista de este autor. Palepoli es un recopilatorio de “gags” (si se quieren llamar de esta manera) de una página en los que Usamaru trabaja los más diversos estilos gráficos, con una imaginación y una maestría a los lápices que se hace difícil de creer para tratarse de una primera obra. Además, la propia temática de las historietas, en lo que respecta al guión, también es alucinante, con un nivel de surrealismo y de inteligencia altísimo. Eso sí, Palepoli es sólo para paladares muy selectos, una verdadera delicatessen para los que, entre tanto manga de peleas y de amoríos, queremos tomarnos un descanso estimulante para la mente.
No sé por qué, supongo que porque hay tantas cosas por leer en esta vida, mi camino no volvió a cruzarse más con el de Usamaru Furuya… Hasta que en mi último viaje a Japón descubrí un libro en una librería que me robó el corazón por lo bello que era: era este Shônen shôjo hyôryûki (subtitulado en inglés The Chronicle of the Clueless Age, aunque el título japonés se traduce literalmente como “Crónica de la deriva de chicos y chicas”).
No descubriré la sopa de ajo si digo que los libros en sí me gustan mucho: el papel encuadernado, las cubiertas, las sobrecubiertas, etc. Para mí, cada libro es un tesoro. Y si se trata de un libro bonito, todavía más. Y éste es directamente precioso: el libro está enfundado en una cajita de cartón bastante dura, con tinta dorada para las cenefas que decoran el título y un troquel en medio de la portada desde la que se puede ver parte de la portada del libro que hay dentro, con un dibujo de ocho chicos volando. Aunque no hay páginas a color, el papel del interior es también excelente, lo que hace que leérselo sea un verdadero placer, primero para la mente (por el contenido), pero también para los sentidos de la vista (perfecta impresión), el tacto y el olfato (buen papel).
El libro está firmado por Usamaru Furuya, que principalmente se encargó del dibujo, y por Otsuichi, que hizo más que nada de guionista. Hablo en estos términos porque en la conversación entre ambos que se recoge al final del tomo se revela que Furuya también tuvo un papel prominente en el guión, dando varias ideas, y Otsuichi sugirió ideas visuales para que Furuya las plasmara en el papel, quedando así difuminada la línea entre el “dibujante” y el “guionista”. Otsuichi, prominente novelista de historias de misterio y terror, es conocido en España por ser el guionista de Goth, así como de Missing Holiday (de próxima publicación) y alguna más que caerá durante este 2008.

¡El ataque del imperio de los dulces!

¿Y de qué va este manga? Pues recopila un total de ocho historias autoconclusivas cuyos protagonistas son los ocho adolescentes que figuran en la portada del libro, narrándonos sus paranoias y metiéndonos de lleno en sus mundos de fantasía. Por ejemplo, una de las historias va de un chaval muy introvertido al que le fascinan las hormigas y se imagina a todos sus compañeros de clase como formando parte del hormiguero, con su jerarquía (obreras, guerreras y reina) incluida. Otra va de una chica que está obsesionada con adelgazar pero que paradójicamente le encantan los dulces. En un momento dado, le entra la paranoia que el “Imperio de los Dulces” quiere conquistar la Tierra y ella es la única que, comiéndoselos, puede salvarla. En resumen, las historias son una representación de las paranoias y manías de la adolescencia, esa edad a la que uno va “a la deriva”, como tan bien indica el título. Esa edad tan complicada en la que se forma el carácter de cada cual, y durante la que los triunfos y fracasos del día a día dentro del instituto, o con la pandilla de amigos, pasan a ser el centro neurálgico alrededor del que gira absolutamente todo. Un detalle genial del libro es que las ocho historias parecen no tener relación entre sí, hasta que al final, el libro se cierra con un noveno capítulo en el que todo confluye, un cierre que deja un fantástico sabor de boca para lo que ya de por sí es una delicia en forma de manga.
Con un dibujante del montón, este libro habría pasado sin pena ni gloria. De acuerdo que el guión está bien, pero la destreza gráfica de Furuya, con sus increíbles recursos y su capacidad innata de crear escenas surrealistas de una plasticidad extraordinaria, convierten a la obra en una verdadera maravilla. Entre los autores que conozco y admiro, solamente monstruos como Suehiro Maruo o Shintarô Kago pueden comparársele a la hora de crear pesadillas, seres y mundos surreales, en el apartado gráfico. Yo, a partir del momento en el que leí este libro, y después de recordar que era del mismo autor que ese fantástico Palepoli que tanto me gustó en su momento, me declaré fan de Usamaru Furuya, y decididamente voy a agenciarme más obras suyas para esos momentos en los que, cansado de ir a comer el menú del bar de la esquina que representa el manga mainstream, me apetezca ir a un restaurante con alguna estrella Michelín.