El blog de Marc Bernabé

Moyashimon (Tales of agriculture)

Thursday, July 31st, 2008
  • Título: もやしもん -Moyashimon- (Tales of agriculture)
  • Autor: Masayuki Ishikawa
  • Editorial: Evening
  • Revista: Kôdansha
  • Años publicación: 2004-?
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 7 (en curso)

Hacía ya un tiempo que le tenía echado el ojo a este manga, puesto que lo veía muy destacado en las librerías japonesas, y eso es señal indudable de que es un manga que está gustando y que está consiguiendo éxito entre los lectores. Pero claro, con tantos manga que comprar, uno tiene que ser selectivo y siempre me había resistido a comprarlo… Y es que, si uno lee el argumento (las aventuras de unos estudiantes en una universidad de agricultura, uno de los cuales tiene la facultad de “ver” bacterias y otros microorganismos a ojo desnudo), tampoco es que acabe ardiendo en deseos de comprar ese manga y meterse en el primer Starbucks, Doutor Coffee o similar que haya por la zona para leérselo. Pero cuando uno se entera de que la obra ha ganado este año 2008 el Gran Premio de los Premios Tezuka de Manga (que sería como el equivalente en manga al de “mejor película” de los Óscars) y el Premio Manga Kôdansha ya no puede seguir mostrándose reacio y acaba adquiriéndolo.
Y, cómo no, ha resultado ser una obra divertida, educativa, entretenida y entrañable. Sí señor, Moyashimon es uno de los manga más curiosos que he tenido el placer de leer últimamente, pero a la vez es un manga que se deja leer y entretiene. El argumento va de un par de chavales de provincias que entran como estudiantes a una universidad de agricultura de Tokio. Tadayasu Sawaki es hijo de una familia de tanekôji-ya (un negocio que consiste en criar todo tipo de levaduras y bacterias que se usarán luego en la confección de productos tan básicos para la cocina japonesa como el miso, la salsa de soja, el sake, el shôchû o el mirin). En esa región, a los tanekôji-ya se los llama moyashimon (moyashi son “brotes de soja” y mon sería algo como el sufijo “-ero”, así que sería algo como “brotadesojeros”), y de ahí viene el título del manga. La gracia es que Tadayasu es capaz, desde muy pequeño, de ver bacterias y todo tipo de microorganismos sin necesidad de microscopio. Su amigo de la infancia, con el que entra a la Universidad Agrícola de Tokio, es Kei Yûki, hijo de una familia de fabricantes de sake.
Cuando ambos entran a la universidad, acaban en el seminario del excéntrico profesor Keizô Itsuki, conocido de los padres de ambos y gran estudioso del proceso de la fermentación. El tipo es el típico profe loco de universidad (me recuerda a uno que tuve yo en Osaka) capaz de enterrar una morsa en cuyo interior se han colocado decenas de gaviotas muertas y, tras un período de varias semanas, desenterrarla, sacar las gaviotas y beberse a través de su ano sus entrañas podridas y deshechas en lo que, según él, es el kiviak, un “plato” esquimal (aquí la foto de un friki japo comiendo kiviak, “una comida que le encanta” (sic.))

El niño que veía microbios caricaturescos, ideales para hacer peluches de ellos…

En fin, sin entrar en más detalles de las excéntricas comidas de Itsuki, lo importante es que Sawaki puede ver a simple vista las bacterias y microorganismos, lo que le permite detectar por ejemplo qué tipo de sustancia es la que tiene delante o cuándo una comida está intoxicada solo con ver las bacerias que la pueblan. La gracia es que “ve” a estas bacterias como pequeñas caricaturas súper monas, cada una distinta de la otra (ver página de muestra). El autor detalla al margen, com comentarios jocosos, el nombre real de estas bacterias y nos da una indicación de su “carácer”. Ejemplo: “A. Aceti: se tranquiliza cuando se cristaliza” o “A. Orizae: Se cree que puede hacer casi de todo”.
En cualquier caso, la historia se estructura en torno a la acción de las bacterias o microorganismos que ocurren alrededor del seminario del profesor Itsuki, formado por Tadayasu y Kei, la guapa y fuerte de carácter estudiante Haruka, los “frikis” redomados Misato y Kawahama y la también nueva Hazuki Oikawa. A destacar por ejemplo el episodio de cuando Misato y Kawahama intentan hacer sake ilegalmente, a escondidas de todo el mundo, pero se les fastidia el invento cuando sufren una invasión de bacterias “hiochi“, letales para el sake; o el episodio del conato de intoxicación alimentaria por curry de los nuevos estudiantes de la universidad, un desastre que Tadayasu logra evitar en el último momento gracias a que “ve” en el curry unas bacterias que no deberían estar allí, etc.
Moyashimon también ha sido adaptado al anime, concretamente en una serie de solo 11 episodios emitida en Fuji TV entre octubre y diciembre de 2007. No he tenido el placer de ver el anime, pero estoy seguro de que es una muy buena serie, ya que el manga en el que está basada es de lo más curioso, bizarro y a la vez entretenido.

666 Satan

Monday, July 28th, 2008
  • Título: 666〜サタン〜 (666 Satan)
  • Autor: Seishi Kishimoto
  • Editorial: Square-Enix
  • Revista: Shônen GanGan
  • Años publicación: 2001-07
  • Clasificación: shônen
  • Tomos: 19

Esta es otra de esas reseñas que escribo “medio por encargo”, debido a que en los comentarios de alguna de las entradas, algún lector ha expresado su deseo de que la reseñe. La verdad es que, como ocurrió con mi reseña de Hunter X Hunter, hace tiempo que leí este manga (aunque en este caso, solo leí el tomo 1), así que no recuerdo exactamente el argumento ni las situaciones, pero sí que puedo expresar mis impresiones al leerlo, que recuerdo claramente.
En primer lugar, tenemos que remontarnos a hace cinco o seis años, cuando vi destacado en la librería que tenía cerca de casa, en Ishibashi (Osaka) el tomo 1 de esta obra. Fue una de esas típicas situaciones en las que ves una cosa, alucinas, vuelves a mirarla, y sigues quedándote perplejo hasta, por fin, reaccionar. Y es que por el estilo del dibujo en la portada y el nombre del autor, al principio pensé que estaba ante una segunda obra del autor de Naruto, Masashi Kishimoto. ¿Cómo era posible que no me hubiera enterado de que Kishimoto publicaba otra obra? ¿Y cómo lo hacía, teniendo que dibujar 20 páginas para la Shônen Jump cada semana? ¡Y encima para otra editorial (algo casi impensable para un autor de la Shônen Jump debido a su política de formación y contratación de autores)! Hasta que por fin caí en la cuenta de que el autor de ese manga era otro, un tal Seishi Kishimoto. No me extraña que al principio me confundiera, fijaos en cómo se escriben sus nombres: 岸本斉史 (Kishimoto Masashi) y 岸本聖史 (Kishimoto Seishi). Como podéis comprobar, de cuatro caracteres que conforman cada nombre, solo difiere uno: 斉 vs. 聖.
¿Y quién es Seishi? Pues ni más ni menos que el hermano gemelo de Masashi, el autor de Naruto. Sí, el mismo que, según cuenta Masashi en el tomo 7 de Naruto, iba desde buen principio para artista: “En mi pueblo existe una tradición que yo no acabo de entender muy bien. Es la siguiente: cuando un niño cumple el año, se le pone pasta de arroz en la espalda y se colocan tres objetos ante él. El objeto que el niño elija determinará su futuro. Mis padres colocaron delante de mi hermano y de mí un ábaco, un pincel y un puñado de dinero. Parece ser que yo, sin pensármelo dos veces, agarré el dinero y empecé a reírme. ¡Menudo era yo! Por su parte, mi hermano dudó un poco y acabó cogiendo el pincel. Pero a medida que fui creciendo y a pesar de haber elegido el dinero en su momento, me fui interesando cada vez más en dibujar… Igual que mi hermano.” (Naruto, tomo 7)
Otra cita: “En la pared del que fue nuestro cuarto había un manchón de color marrón. Un día le preguntamos a nuestros padres de qué era aquella mancha y nos contaron que, cuando éramos pequeños, nos pusimos a pintar en la pared con la caca del pañal y que por mucho que lavaron la pared, la mancha marrón nunca se fue del todo. Entonces supe que me gusta dibujar desde que nací. Literalmente.” (Naruto, tomo 7)
En fin, queda claro que los dos iban para artistas, ¿no? XD

Dragon Ball, 2ª parte

Las similitudes entre Masashi y Seishi van más allá de ser hermanos gemelos: ambos han acabado dibujando manga y ambos han acabado haciéndolo con un estilo muy-muy-muy similar y con argumentos muy-muy-muy similares. Se nota de dónde han mamado ambos: exactamente de las mismas fuentes. Y la fuente principal de toda la actual generación de mangakas es, cómo no, Dragon Ball. Si el estilo de Naruto (tanto de dibujo como argumental) ya tiene muchas similaritudes con Dragon Ball, lo de 666 Satan es el no va más. Leo por ahí que al principio criticaron mucho a Seishi por hacer una copia de Naruto, ya que tanto el dibujo como el argumento (niño huérfano muy poderoso que lleva un demonio dentro) se parecen mucho a la obra de su hermano gemelo. Yo me atrevo a ir un poco más allá y a decir que ¡nunca había visto una fotocopia tan descarada de Dragon Ball!
Naruto bebe muchísimo de la fuente de Dragon Ball, a veces de forma más que evidente, pero es que 666 Satan lo hace mucho más. Y si no, mirad de qué va. La obra se ambienta en una especie de futuro post-apocalíptico donde muchos siglos antes había existido una avanzada civilización. Actualmente, la gente vive de forma bastante precaria, pero existen unos aventureros que, en plan Indiana Jones, buscan unos objetos llamados “o-parts”, que son ni más ni menos que aparatos de tecnología avanzada que dejó atrás esa civilización. Estos o-parts son bastante variados: hay desde armas hasta cualquier cosa.
En estas, empieza el manga y se nos presenta a una chica, llamada Ruby, que es una de esas buscadoras de o-parts. En un momento dado, se topa con un chaval arisco, de nombre Jio, que resulta ser muy poderoso y en cuyo interior reside una especie de personalidad alternativa: Satan, que pretende conquistar el mundo. Tras un pequeño rifirrafe inicial, Ruby y Jio deciden viajar juntos para buscar o-parts y, en el camino, tendrán que enfrentarse a todo tipo de rivales. Algo así.
Solo leí el tomo 1 y por lo tanto no sé cómo siguió la historia en los 18 volúmenes siguientes, así que mi crítica podría ser injusta. En cualquier caso, sustituye Ruby por Bulma, o-parts por bolas de dragón, Jio por Goku y directamente compara la ambientación del mundo en el que se desarrolla 666 Satan por el de Dragon Ball y tienes una idea muy clara de la impresión. con la que me quedé Peeeero, tampoco voy a ser del todo crítico y diré que, pese a que me pareció una copia descarada, también me pareció un manga bastante entretenido, trepidante y con un dibujo bastante atractivo. La verdad, es uno de esos mangas que extraña que no esté licenciado todavía. Y es que obras mucho peores se han visto por estos lares. Ya tardan, ¿no?

Maid Café Blossom

Friday, July 25th, 2008
  • Título: メイドカフェぶろっさむ –Maid Café Blossom–
  • Autor: S.A.A.
  • Editorial: Gentôsha
  • Revista: Magna (revista on-line)
  • Años publicación: 2008
  • Clasificación: shôjo, moe
  • Tomos: 1

La última vez que estuve en Japón, en abril de este año, aproveché para saldar una cuenta pendiente y me metí en un par de “maid cafés” para ver de qué iba la cosa. Como sabéis, los maid café son unos establecimientos que se han puesto muy de moda desde hace tres o cuatro años y consisten en cafeterías donde las camareras van vestidas de sirvienta clásica: grandes faldas, muchos “frufruses”, diademas, etc. ¿Una tontería? Pues sí, pero a los otaku japoneses les ha hecho gracia, hasta el punto de que han proliferado mucho estos establecimientos, sobre todo en la zona de Akihabara, la Meca de la electrónica y el otakismo. Cuando entras en un maid café, las chicas te saludan con un okaeri nasaimase, goshujin-sama (bienvenido de vuelta a casa, señor), como si fueras el amo de la mansión donde las sirvientas se encargan de hacer tu vida más fácil. En fin, no comment.
Mis dos experiencias fueron curiosamente muy distintas. La primera fue en Akihabara, donde fui solo. Era un establecimiento bastante pequeño y además, con mucho humo (en Japón se permite fumar en casi todos los establecimientos, aunque en general la gente es muy respetuosa). Las camareras, vestidas de “maid”, por supuesto, me parecieron muy simpáticas, pero francamente no eran las más bonitas del mundo. El precio de la consumición me pareció francamente barato; había oído que en estos sitios suelen cobrar muy caras las consumiciones, pero en este caso no era así. Curiosidades: me pedí un café y la chica puso el azúcar y lo mezcló con el café con la cuchara por mí con actitud “servicial” (XD); si querías sacar una foto, te cobraban 500 yenes por una Polaroid hecha por ellas (¡vaya negocio!); y lo más friki fue que, en un momento dado, una maid se subió a un pequeño escenario que había al fondo y se puso a cantar una canción otakki en plan karaoke (cantar, no cantaba muy bien, pero las poses kawaii y tal que ponía eran para fliparlo). Luego, viendo más a fondo la carta, vi que si pagabas un precio (no recuerdo cuánto, pero era carillo), podías designar a la maid que quisieras para que cantara una canción para ti. ¡Uofh!
El segundo maid café al que fui estaba en Ikebukuro, y fui acompañado por Alberto, amigo desde hace años y coautor de la serie Kanji en viñetas(¡ey, acaba de salir el segundo tomo! ¡No os lo perdáis!). Aquí la cosa fue muy distinta. Para empezar, el sistema era muy diferente. Pagabas una “entrada” de 2500 yenes (bastante caro para el capricho, la verdad) y, durante una hora y media, podrías tomar todas las bebidas que quisieras. En fin, entramos y aquí la cosa fue más curiosa. Primero, porque ese día las chicas (bastante más monas que en el otro sitio) no iban de maids. Nos contaron que un día al mes celebraban un “día cosplay” en el que iban disfrazadas de lo que sea (se ve que lo decidían entre ellas por turnos): justo aquel día era el “día cosplay” e iban todas con vestidos clásicos chinos… ¡Tremendo! En fin, aquí el ambiente era muy distinto: más acogedor, más espacioso y más silencioso. La carta era una preciosidad, llena de dibujos hechos a mano por las chicas y también con textos, fotos y auto presentaciones de las maids (en plan “¡hola! Me llamo Kei y nací el tal del tal del año tal. Mi comida favorita es el curry y me encanta jugar al tenis”, etc.). Las camareras iban visitando las mesas asiduamente y daban conversación a los clientes, lo que estaba muy bien para poder hablar con ellas y preguntarles cosas (¡Alberto, el próximo día no te cortes tanto! ¡Que no muerden! ^_^). ¿Y la clientela? Pues igual que en el otro sitio: todo chicos, de entre 20 y 40 años, y más raros que un perro verde, con una pinta de frikis que tiraba de espaldas. Había uno que se debió de gastar un montón de pasta ese día: se sacaba fotos con ellas (cada foto, 500 yenes), jugaba a las damas con ellas (cada partida, muchos yenes), pedía postres súper caros hechos a mano y con corazoncitos escritos, etc. ¡Madre mía, el tío!

Una página del manga que me da la excusa para hablar de las maids

En fin, que fueron dos experiencias francamente interesantes para conocer más de cerca uno de los aspectos “raritos” del Japón moderno. ¿Recomendado? Sí, claro, pero aseguraos de que si vais, o habláis japonés o vais con alguien que sepa japonés. Si no, no se vive igual la bizarrada. Y a lo que iba: en la carta tan mona del segundo establecimiento, el de Ikebukuro, había caricaturas muy bien hechas de las maids y se me ocurrió preguntarle a una que de dónde habían salido. Y ella me dijo que las había hecho una chica que había trabajado ahí, que de hecho acababa de publicar su primer manga. E inmediatamente vino con un tomo del manga que reseño en esta ocasión.
Efectivamente, Maid Café Blossom es un manga sobre maids realizado por una ex maid. Me pareció tan interesante la cosa que al día siguiente no pude resistirme a buscar y comprar el único tomo del que consta. El manga es bastante chorras, pero no está mal. Nos cuenta la historia de Sakura, una chica de pueblo que decide ir a probar suerte a Tokio, la gran capital. Nada más llegar, sin sitio adónde ir, acaba en Akihabara y allí se desmaya por no haber comido ni bebido nada en muchas horas. Un chico bastante rancio la recoge y le da un poco de comida en su establecimiento, una cafetería de las de antes. El caso es que la cafetería, pese a estar en Akihabara, va muy mal y el chico se está planteando cerrar. Ni corta ni perezosa, Sakura decide que le ayudará, toma una pila de panfletos de la tienda, y sale a la calle a repartirlos. Allí, tiene la suerte de conocer a una chica vestida de maid que reparte panfletos del maid café en el que trabaja. Esa chica (que no vuelve a salir), le presta un traje de maid y le enseña a repartir los panfletos de modo que los transeúntes los cojan.
Pronto, cómo no, la cafetería se llena de clientela y, aunque rehacio al principio, el chico decide convertirla en un maid café. Poco a poco, entre los dos van fichando a más chicas para aumentar la plantilla de maids y, entre todas, vivirán “grandes aventuras” (nótense las comillas y léanse con tono irónico). Como he dicho antes, el manga no es la octava maravilla del mundo pero se deja leer. Su principal atractivo es que su autora, que firma con el seudónimo S.A.A., fue maid en su tiempo y retrata fidedignamente el día a día de las maid, lo que lo hace una lectura interesante. Las historietas en sí son regularcillas pero entretenidas.

Neko ramen (Ramen gatuno)

Wednesday, July 16th, 2008
  • Título: 猫ラーメン –Neko ramen– (Ramen gatuno)
  • Autor: Kenji Sonishi
  • Editorial: Mag Garden
  • Revista: Comic Blade Masamune / Comic Blade
  • Años publicación: 2004-?
  • Clasificación: humor
  • Tomos: 3 (en curso)

Tengo que decir que normalmente no soy muy amante de los manga de cuatro viñetas (yon-koma), aunque es cierto que son tremendamente populares en Japón. Muchos de estos cómics, generalmente humorísticos y que constan de solo cuatro viñetas ,se publican únicamente en revistas de tipo quincenal o mensual dedicadas casi en exclusiva a este género, lo que significa que son muy pocos los que consiguen salir de las páginas de la revista y ser publicados en forma de tomo. Durante un año o dos, mientras vivía en Osaka, un editor que trabaja en una editorial japonesa me suscribió a la revista en la que él trabajaba y la recibí en casa cada quince días. La verdad sea dicha, de la revista solo me gustaban un par de series; las demás las encontraba más bien anodinas. También es verdad que el target eran principalmente mujeres jóvenes casadas o a punto de casarse, pero es que a muchas historias no les veía ninguna gracia ni aunque intentara ponerme en la piel del público a la que iban dirigidas.
En todo caso, de vez en cuando sí hay alguna serie de yon-koma que me llama la atención, como esta que reseño ahora. Ahora mismo no recuerdo dónde obtuve la noticia de que algo así existía, pero un día leí un artículo o una reseña en la que se hablaba de un manga protagonizado por un gato que tiene un restaurante de ramen (tallarines en sopa muy populares en Japón). Hay muchas cosas que me gustan y disfruto; de hecho, si me pusiera a hacer una lista, creo que me quedaría bastante larga. Y precisamente, tanto los gatos como los ramen figurarían en esta lista ^_^. Así que no lo pensé dos veces y me agencié el que, por aquel entonces, era el único tomo disponible (actualmente ya hay tres).

Un ejemplo de una página

En fin, el manga es una chorrada, tiene un dibujo bastante malillo, pero la verdad es que tiene algunos gags bastante divertidos. Al fin y al cabo, la calidad del humor prima sobre el dibujo en este tipo de historietas (ver Shin-chan, sin ir más lejos, que no es un yon-koma, pero se acerca bastante al concepto). La cosa va de que un día, un oficinista joven llamado Tanaka ve un restaurante de ramen que se llama “Neko Ramen” (Ramen gatuno), le pica la curiosidad y entra. ¡Cuál es su sorpresa al ver que detrás de la barra está realmente un gato con una cinta para el pelo y un delantal que le da la bienvenida en perfecto japonés! Así es, la premisa es tan tonta como esta: un gato que habla (con los dejes garrulos y expresiones propias de un cocinero de ramen XDD) sirviendo ramen a los clientes. Lo que pasa es que el gato es un poco torpe y no se le da muy bien lo de cocinar los fideos, pero eso no impide a Tanaka visitar con frecuencia el restaurante e interesarse por los progresos de su felino amo. Un amo que, por cierto, es el único gato parlante en el mundo en el que se ambienta la obra, hecho al que nadie (a excepción de Tanaka) parece darle importancia.
La broma es tan tonta como esta, y en esta ocasión parece que la idea ha caído simpática entre el público y el manga se vende muy bien. Los yon-koma tienen este peligro: pueden caer simpáticos y gustar a la gente, o bien pasar totalmente desapercibidos y servir únicamente para rellenar el cupo de páginas que tiene que tener una de las tantas revistas de manga que existen en Japón (305 cabeceras en total, según un recuento de 2005). Neko Ramen es de los primeros, hasta el punto de que se han realizado algunos cortos animados en estilo Flash y se ha anunciado la creación de una película (sin fecha de estreno anunciada aún). Podéis ver las animaciones en la web oficial de la obra (muy currada, por cierto), si hacéis clic encima de la tele, luego en 始める(empezar) y finalmente seleccionáis uno de los episodios de la lista de la izquierda (parece que solo ponen dos a la vez). Ojo, porque si hacéis clic en トップに戻る (volver al inicio), volveréis atrás. ¡Venga, a disfrutar de la chorrada!

Oo-oku (El harén)

Monday, June 30th, 2008
  • Título: 大奥 –Oo-oku– (El harén)
  • Autor: Fumi Yoshinaga
  • Editorial: Hakusensha
  • Revista: Melody
  • Años publicación: 2004-?
  • Clasificación: josei, seinen, histórico
  • Tomos: 3 (en curso)

Este manga no me lo habría comprado si no hubiese sido por su palmarés; y me habría arrepentido, la verdad. No me malinterpretéis: las obras de samuráis me gustan bastante, y de hecho hasta cierto punto me he llegado a “especializar” en traducir obras históricas (La Espada del Inmortal, Kenshin, Sidooh, Gintama, Ryûgetsushô, Ikkyû etc.), pero hay un tipo de obras de época con las que de momento no he congeniado mucho. Me refiero a las típicas series de samuráis de esas que suelen echar en la tele japonesa, como Mito Kômon o similares, donde predomina el diálogo y la acción queda en un segundo o tercer plano. En este tipo de obras, se utiliza un lenguaje “antiguo”, con expresiones bastante rocambolescas y rebuscadas, así como conceptos y cargos de la antigua corte imperial o del gobierno feudal bakufu.
Para que os hagáis a la idea, una frase tipo “Cuidado con el karô, que ha ido al bugyôsho para hablar de la situación en Hatchôbori” no sería demasiado rara en este tipo de obras, pero además adornada con una pátina de expresiones y construcciones gramaticales antiguas actualmente en desuso (el japonés antiguo y el moderno son bastante diferentes). Ahora, debido al rodaje que llevo de tomos y tomos de mangas de samuráis traducidos, puedo ya comenzar a captar de qué va la cosa y saber que la frase anterior se refiere a que se preste atención al miembro del consejo del comandante supremo –shôgun– (karô), porque se ha ido a la oficina del bugyô (traducido como “magistrado”, pero en realidad era una especie de comisario de la policía de la época) para hablar de la situación en la antigua cárcel de la ciudad de Edo -actual Tokio-, situada en la zona de Hatchôbori. Aunque ahora más o menos puedo seguir fluidamente este tipo de conversaciones, sigue sin atraerme demasiado el tema “costumbrismo samurái”, la verdad.
En cualquier caso, la obra que reseño en esta ocasión, Oo-oku, está realizada por Fumi Yoshinaga, autora conocida por sus manga josei, como Antique Bakery, así como por sus obras de boy’s love. Ciertamente, no es una temática que me atraiga demasiado. Sin embargo, Oo-oku consiguió un premio a la excelencia en 2006 del prestigioso Japan Media Arts Festival y fue nominada para los premios Tezuka, auténtica referencia de la industria del manga, en 2007. Había que ver de qué va la cosa, ¿verdad? Y, sinceramente, me ha encantado.
El inicio del manga es bastante soprendente: una misteriosa epidemia se declara en un pueblecito de Japón y se extiende a todo el país en cuestión de pocos años. Curiosamente, la epidemia solo afecta a los hombres, así que la población masculina de Japón queda reducida a una cuarta parte de lo que había sido. Esto provoca, por supuesto, que haya un hombre por cada cuatro mujeres, lo que obliga a las mujeres a hacerse cargo de las riendas del país y a realizar trabajos que hasta el momento habían sido realizados por hombres, como la construcción, herrería, temas militares… Incluso los máximos cargos dentro del gobierno pasan a ser ocupados por mujeres, y el cargo de shôgun acaba recayendo también sobre una mujer. Los hombres se convierten en preciadas piezas de una sociedad matriarcal que les necesita para reproducirse; así, con tal de conseguir “simiente” masculina, las tornas se cambian también en los barrios de placer, como el de Yoshiwara, donde los hombres se acuestan con sus clientas y les “donan” su simiente a cambio de dinero.
Un dibujo austero pero resultón y un guión fluido y adictivo


Como no puede ser de otra manera, tener a un hombre a disposición exclusiva de una mujer se convierte en un gran lujo. Así, la shôgun demuestra su enorme poder con un harén masculino que se dice que cuenta con más de 3000 hombres (aunque en realidad hay unos 800), todos a su exclusivo servicio. Los aposentos de este harén, donde ninguna mujer excepto la shôgun puede entrar, se llaman “oo-oku” (El gran fondo), y existieron en el Japón real del período Edo pero, claro está, con shôguns masculinos y harenes femeninos.
Oo-oku nos cuenta la historia de Yûnoshin Mizuno, hatamoto (samurái de rango bajo al servicio del shôgun) bonachón y amable con todas las mujeres, hasta el punto de que se acuesta con muchas de ellas, feas y guapas, gratuitamente, para “hacerles el favor” de regalarles su simiente. En un momento dado, Mizuno decide ingresar al oo-oku para ayudar a su familia, en una situación económica más bien precaria, y ahí empieza de verdad el manga, que nos cuenta las intrigas del harén masculino, el trato con la shôgun, etc.
Me ha parecido un manga muy interesante, muy bien narrado y apasionante. A pesar del extenso uso de jerga “de época” como la que mento más arriba, tal vez porque ya estoy por fin acostumbrado a ella, o tal vez porque Yoshinaga escribe con una fluidez sorprendente que hace que las distintas intervenciones sean muy sencillas de seguir, devoré el primer tomo y me quedé con ganas de más. El manga, además, está por lo visto estructurado en varias historias autoconclusivas: unas tres cuartas partes del primer tomo las ocupa la historia de Yûnoshin Mizuno, y luego empieza otra historia, igualmente interesante. De hecho, el primer tomo termina con un cliffhanger que provoca ganas de seguir leyendo el segundo volumen inmediatamente (lástima que no lo tenga a mano).
Al ser un josei, el manga está escrito por una mujer y enfocado básicamente a público femenino, aunque eso no quita que cualquiera pueda disfrutar de él. El trazo, sencillo y femenino, puede echar para atrás en el momento de hojear el manga, pero una vez te pones a leer, no desmerece en absoluto el guión. Hay escenas, como por ejemplo un conato de violación entre los hombres del harén, ávidos de sexo, y también algún detalle de amor o afecto homosexual, como era esperable de una autora que destaca por sus obras de boy’s love, pero en absoluto desentonan. De hecho, lo raro sería que este tipo de cosas no ocurrieran en una situación extrema en la que tienes a ochocientos hombres jóvenes encerrados y sin contacto alguno con ninguna mujer que no sea la shôgun. Una shôgun, por cierto, que al principio del manga es una señorona, pero luego pasa a ser una niña que por supuesto no tiene el horno para bollos, y cuatro largos años después, tras la muerte por enfermedad de la shôgun infantil, pasa a ser una mujer bastante pueblerina que, por fin, parece que va a utilizar el oo-oku para su propósito. ¿Quién será el afortunado elegido por la shôgun para pasar la noche?