El blog de Marc Bernabé

Mei-chan no shitsuji (El mayordomo de Mei)

Tuesday, May 12th, 2009
  • Título: メイちゃんの執事 –Mei-chan no shitsuji– El mayordomo de Mei
  • Autor: Riko Miyagi
  • Editorial: Shūeisha
  • Revista: Margaret
  • Años publicación: 2006-?
  • Clasificación: shōjo
  • Tomos: 9 (en curso)


Ante todo, mis disculpas a las shōjeras que siguen este blog, puesto que reconozco que en los últimos meses he dejado muy de lado el shōjo por varias circunstancias que ahora no vienen al caso. Pero a partir de ahora mi intención es redimirme en este aspecto y poner un poco más de chicha shōjo en el blog para compensar el gran escoramiento que ha sufrido mi bitácora hacia -básicamente- el seinen en estos meses.
El caso es que últimamente se licencia mucho shōjo en España y, aunque mi intención es estar bastante al día de lo que se cuece en Japón en materia de shōnen, seinen y shōjo, la verdad es que la última vez que fui a Japón, en marzo, casi todo lo que está pegando fuerte allí hoy día ¡ya está licenciado en España!, así que me quedo sin recursos para hablar sobre nuevas series punteras. XD
Pero bueno, siempre me quedan series menores, algún título importante que se hayan “dejado” las editoriales españolas, y sobre todo grandes clásicos, de los que tengo un buen porrón que leer en la pila de “pendientes”. El manga que comento en esta ocasión, Mei-chan no shitsuhi (El mayordomo de Mei), pertenece a la segunda categoría: manga importante en Japón actualmente pero todavía está sin licenciar.
Mei Shinonome es una chica pequeñita y bastante mona que estudia secundaria y que vive modestamente con sus padres en un barrio normal y corriente. Pero un día, sus padres mueren en un accidente de tráfico y se queda sola… Hasta que llega un mayordomo, Rihito Shibata, que le cuenta que su padre era el hijo mayor de la poderosísima y riquísima familia Hongō y que, ahora que no está él, Mei es la heredera de la enorme fortuna cuando muera su abuelo. Un abuelo que ella no conocía hasta entonces y que, pese a parecer un afable ancianito, recibe el apodo de “el monstruo de la era Shōwa (1926-89)”. De hecho, Mei no tenía ni idea de que su padre fuera el heredero de semejante fortuna ni de que en realidad se apellidara Hongō y no Shinonome.
Así, el guapísimo y correctísimo Rihito se hará cargo de ella como mayordomo. Por otro lado, pronto se descubre que su compañero de clase Kento, muy popular entre las chicas y que parece secretamente enamorado de Mei (a pesar de que se mete con ella continuamente) es hermano de Rihito. En el primer tomo, el que he leído, se adivina una historia bastante compleja detrás de un argumento inicial tan simplón de “niña que se queda huérfana, en realidad es heredera de rica familia y viene guapo mayordomo a ocuparse de ella”.
De hecho, este tomo finaliza con Mei teniendo que apuntarse a una escuela de niñas ricas en la que la educarán a ser una “señorita” decente. El caso es que ella acepta porque quiere estar a la altura de su adorado Rihito, de quien empieza a enamorarse (para rabia mayúscula de Kento, claro). Algo muy turbio se entrevé por detrás, ya que en un par de ocasiones atentan contra la vida de Mei y definitivamente el abuelo Hongō y los mayordomos, sobre todo Rihito, se llevan algo entre manos. La verdad, me he quedado con ganas de más, ya que parece que será un manga muy interesante y bien construido más allá de la simple concepción inicial.

Señoritas y mayordomos…

En los últimos años ya sabéis que en Japón se han puesto muy de moda las meido (maid), o sea, las sirvientas, pero entendidas de modo muy sui generis: básicamente, sirvientas de estilo victoriano, con grandes faldas y dulcísimas expresiones, que se ocupan de sus “amos” con el mayor de los mimos (repasad la reseña Maid Café Blossom para más detalles). Pues ya hace algunos años que las chicas también están reivindicando una versión masculina para ellas: los Shitsuji Café o “Café de mayordomos”, básicamente lo mismo que los Maid Café pero con chicos que van de mayordomos y tratan de o-jō-sama (señorita) a las clientas.
Se trata de una cultura que no acabo de entender muy bien, pero bueno, ahí está. Y, por supuesto, de cultura urbana bizarra también ha saltado al formato manga; este, pues, es uno de los títulos más exitosos del nuevo género shitsuji manga (manga de mayordomos). La verdad, qué manía tienen los japoneses con la vida de hiperlujo de estilo europeo… ¡Del siglo XIX! Porque ya me dirás quién tiene ahora sirvientas y mayordomos. Mei-chan no shitsuji ha saltado por cierto a la pequeña pantalla japonesa, pero no en forma de anime, sino de serie televisiva (dorama) que al parecer ha conseguido un éxito notable.
Como curiosidad lingüística, los capítulos del manga se llaman “Ovejita” (o sea, en vez de “Capítulo 1”, ponen “Ovejita 1”) y aparecen ovejas en las portadillas y como adorno en las páginas sueltas en blanco. La razón de esto, según explica la autora en un free talk, es que es un simple juego de palabras puesto que shitsuji (mayordomo) se parece mucho a hitsuji (oveja) y la tontería le hizo gracia. De hecho, el nombre de “Mei” es también un juego de palabras, porque las ovejas balan “meee” en japonés (Mei no se pronuncia tanto Me-I, como Mee). Totalmente intraducible y carne de nota del traductor en las ediciones extranjeras, pero bueno, resulta gracioso.
Otra curiosidad es que el tomo 1 incluye los capítulos (“ovejitas” XD) 1 a 5 y 7 a 8, es decir, se deja el capítulo 6 para el tomo 2. Imagino que el capítulo 6 es autoconclusivo y sin mucha relevancia, ya que la autora explica que prefería que este tomo 1 terminara con el capítulo 8 para darle mayor coherencia a la historia, por lo que escogió quitar el capítulo 6 y ponerlo en el tomo 2 antes que cortar el tomo en el capítulo 7. Y es que al final del capítulo 8 Mei parte con Rihito y Kento hacia la “escuela de señoritas”, la Escuela Femenina Santa Lucía y, efectivamente, es un muy buen momento para cerrar el tomo ya que deja al lector intrigado sobre lo que ocurrirá y le insta a comprar el tomo 2.
Bueno, ahora la incógnita es ver cuándo cae esta licencia en España, ¿no? Que hace tiempo que no amplío la lista de “mangas licenciados” ^_^.

Ryūjin-numa (El pantano del dios dragón)

Friday, May 8th, 2009
  • Título: 龍神沼 –Ryūjin-numa– (El pantano del dios dragón)
  • Autor: Shōtarō Ishinomori
  • Editorial: Fusion Product
  • Revista: Varias
  • Años publicación: Varios (este tomo, 2004)
  • Clasificación: shōjo
  • Tomos: 1


La historia corta que da título a este tomo, dibujada en 1961, está considerada una de las obras más representativas de Shōtarō Ishinomori, el “rey del manga” del cual he hablado en más de una ocasión (referencia: Adivina qué mangaka es, Kikaider y Museo Ishinomori) a pesar de que solo tiene 47 páginas. Sin embargo, por su calidad gráfica y argumental tuvo una gran influencia en muchos autores de manga (sobre todo shōjo). Lo que hizo Ishinomori fue contribuir a sacar el shōjo manga del gueto de princesitas, amoríos y banalidades en el que estaba durante los años 50 para darle un poco más de profundidad. Su idea era imaginar una historia enfocada al público femenino infantil pero que contuviera ingredientes de otros géneros, como el terror o el misterio. Esta fue una línea que siguieron poco después la generación de mangakas del “Grupo del 24” (ver Kaze to ki no uta para más información), las autoras que revolucionaron el shōjo y contribuyeron a hacer de él lo que es ahora. De hecho, Keiko Takemiya ha declarado haber recibido una gran influencia de Ryūjin-numa.
Esta influencia viene, aparte de ser una muy buena obra, del hecho de que Shōtarō Ishinomori la utilizó como ejemplo en su libro de texto Mangaka Nyūmon (1965), o sea “Introducción al oficio de mangaka”, uno de los primeros “cómo dibujar manga” que existieron y que se convirtió en el libro de cabecera de muchísimos aspirantes a dibujantes, algunos de los cuales se convirtieron en profesionales de la siguiente hornada. En Mangaka Nyūmon, Ishinomori despedaza su propia obra y desvela todos sus trucos (close ups, siluetas, perspectivas, planos, ambientaciones, gags, etcétera).
El argumento, tomado de una leyenda de la zona donde nació y se crió el autor, puede parecer bastante anodino a ojos del lector actual, aunque para los lectores de la época fue un verdadero soplo de aire fresco: Ken’ichi llega de Tokio a un pueblo muy rural para ver un festival. La leyenda dice que habita un dios dragón en el pantano cercano y Ken’ichi se siente muy intrigado por la figura de una misteriosa chica vestida de blanco que se aparece como si fuera un fantasma en las cercanías del pantano. En fin, la historia va transcurriendo hasta que Ken’ichi descubre que el alcalde y el sacerdote sintoísta del pueblo están conspirando para hacerse ricos a costa de los demás. Al final de la historia, el dragón (la misteriosa chica vestida de blanco) amenaza con matarles, pero Ken’ichi se lo impide.

Este relato representó un hito en la historia del manga.

Este libro, publicado en 2004 por la editorial Fusion Product, se complementa con material muy interesante de Shōtarō Ishinomori. Además de la historia Ryūjin-numa (El pantano del dios dragón) que se hizo tan famosa, el tomo contiene también una versión prototipo de la misma, Ryūjin numa no shōjo (La chica del pantano del dios dragón), de 1956, la segunda obra que dibujó después de haberse mudado a en Tokio, a los famosos apartamentos Tokiwa-sō. Existe una enorme diferencia entre la primera versión (trazo infantiloide, historia precipitada, solo siete páginas) y la segunda, de 47 páginas, en la que vemos a un autor mucho más maduro. Resulta muy interesante compararlas.
El tomo contiene también varias obras curiosas y algunas de corte autobiográfico, como la entrañable Ogawa no medaka (Los peces del riachuelo), en la que el propio Ishinomori intenta educar a sus hijos en los valores de la naturaleza porque teme que vayan por el mal camino. Asimismo, también podemos leer Dekoboko conbi, Fujiko Fujio-den (La historia de Fujiko Fujio, un dúo singular), que es una especie de biografía-homenaje de Fujiko Fujio (ex inquilinos de Tokiwa-sō y autores de Doraemon, Hattori el ninja y tantas otras, que posteriormente se separaron y se hicieron conocer como Fujiko F. Fujio y Fujiko Fujio A), narrada a través de una conversación entre los tres.
Más historietas que podemos leer son Fujimoto-shi no kakikata (Cómo dibujar a Fujimoto), una sola página en la que enseña a dibujar una caricatura de Hiroshi Fujimoto, más conocido por el apodo de Fujiko Fujio A, y Boku no Norakuro (Mi Norakuro), sobre la relación de infancia de Ishinomori con el famoso manga de preguerra Norakuro.
Aparte, el tomo se termina de complementar con varios textos cortos escritos por el mismo Ishinomori o bien por especialistas en él. Casi todos son muy interesantes, aunque destacaría uno de Ishinomori donde cuenta el origen de la expresión “el dios del manga” referida a Osamu Tezuka. Se ve que una vez entrevistaron a Ishinomori para un periódico y en el titular pusieron “Shōtarō Ishinomori, el rey del manga”. Poco después de eso, Tezuka e Ishinomori coincidieron en una fiesta y Tezuka, que aparte de ser un genio se lo tenía bastante creído y no llevaba muy bien la competencia, se acercó inmediatamente a él y le dijo “oye, Onodera -apellido real de Ishinomori-, si tú eres ‘el rey del manga’, ¿entonces yo qué soy?”. Cuenta Ishinomori que se quedó absolutamente helado y solo acertó a decir “pu-pu-pues el dios del manga”. Tezuka se marchó sin replicar, visiblemente satisfecho.

How to take a Japanese bath (Cómo tomarse un baño japonés)

Friday, May 1st, 2009
  • Título: How to take a Japanese bath (Cómo tomarse un baño japonés)
  • Autor: Leonard Koren (texto) / Suehiro Maruo (ilustraciones)
  • Editorial: Stone Bridge Press
  • Revista:
  • Años publicación: 1992
  • Clasificación: manual
  • Tomos: 1

Me salgo un poco de la tónica habitual de este blog comentando un libro que no es japonés. Para no ser, ¡es que ni siquiera es un cómic! ¿Y qué pinta esta cosa en un blog como este, que se dedica a comentar manga inéditos en España?
Pues la particularidad de este libro es que está ilustrado por el gran Suehiro Maruo, uno de los mangaka japoneses más polémicos y alternativos que existen y gran parte de cuya obra ha sido publicada en España principalmente por Ediciones Glénat (más un par de tomos que sacó la difunta Otakuland). Estamos ante un libro sencillísimo, de solo 40 páginas (contando portadillas, créditos y relleno) y con un total de 12 ilustraciones de Maruo, que sacó en el año 1992 la editorial californiana Stone Bridge Press.
¿Y de qué va? Pues básicamente es una especie de manual sobre cómo tomarse un baño japonés. En plan: te desnudas, te lavas el cuerpo antes de meterte en la bañera, te metes en el agua caliente hasta los hombros y te relajas. Básicamente esto, pero todo escrito muy en plan “místico”, vamos, como si tomarse un baño japonés fuera una experiencia religiosa (vale, reconozco que casi lo es XD, pero tampoco creo que haya que mitificarlo tanto).
Es decir, es un libro normal y corriente, en plan “new wave”, básicamente para regalar a algún a amigote/a si tienes un compromiso porque es su cumple y no sabes qué regalarle. La principal curiosidad, claro está, es que es el mismísimo Maruo quien lo ilustra. Es solo en los últimos años cuando Suehiro Maruo ha cobrado notoriedad, tanto en su país como en el extranjero, sobre todo en España, que es donde más de su obra se ha publicado, y donde ha venido dos veces como invitado. La primera vez fue en plan “camuflado”, invitado por Joan Navarro en el Salón del Cómic de 1992, el que tuvo a Japón como país invitado y tuvo entre sus invitados a monstruos como Katsuhiro Ōtomo, Jirō Taniguchi y Ryōichi Ikegami. Lógicamente, Maruo pasó desapercibido; de hecho, ni siquiera sé si vino como invitado especial o lo invitó Navarro a título personal. La segunda vez fue en el Salón del Cómic de 2004, esta vez como autor con obras publicadas y cierto renombre.
Ejemplo de una doble página del libro: a la izquierda un textito y a la derecha la ilustración de Maruo. ¿Da o no da mal rollo?

Se ve que Maruo pasó unos años muy malos en su carrera de dibujante y tuvo que “venderse” para poder seguir adelante, haciendo trabajos “menores” como pueden ser ilustrar libros, hacer carátulas de CD y cosas así. Este libro es uno de esos trabajos de encargo que hizo para poder subsistir. Yo me lo encontré hace unos años en Village-Vanguard, mi librería japonesa favorita, y no me pude resistir a comprar una rareza tan curiosa como esta. El otro día me lo encontré de nuevo mientras ponía un poco de orden en mi biblioteca y, al llevarlo a la oficina, mi compañera Maite, que también es fan de Maruo, me comentó con mucho acierto que, aunque las ilustraciones de Maruo para este libro pretendan ser simples dibujos que acompañan a un texto, “no sé qué tiene Maruo que da un mal rollito que no veas”. Y sí, sí, el estilo de Maruo, aunque sea para ilustrar un libro sobre cómo tomarse un baño, dan mal rollo. Es una pasada lo que consigue este tío con su estilo, ¡y eso que fue autodidacta!
Por cierto, no puedo dejar de recomendaros La extraña historia de la isla Panorama, el nuevo manga de Maruo, basado en una novela del gran maestro del suspense japonés Ranpo Edogawa, que va a publicar Glénat con ocasión del Salón del Cómic ‘09. Para mí, es el mejor manga de Maruo que he tenido la suerte de traducir y leer (y he traducido todos los que ha sacado Glénat y he leído uno de los dos de Otakuland). Realmente impresionante el alarde gráfico con el que Maruo nos regala la vista esta vez y, sobre todo, sin cebarse en grotescas imágenes de crudeza. Al contrario: hay viñetas increíbles, con un estilo “años 20” alucinantemente bonito, y detallitos por todas partes en homenaje a obras pictóricas o escultóricas más o menos famosas. Vamos, yo no entiendo mucho de arte, pero mi compañera Maite, al revisar el tomo, me iba comentando, boquiabierta, cosas como “fíjate en esta viñeta, ¡está directamente sacada de La dama de Shalott!” y cosas así. Y yo buscaba en el Google y, efectivamente, ahí estaba el cuadro en el que se basaba esa viñeta. Una pasada. Quedamos tan impresionados que sugerimos a Glénat que Clara Arévalo, que además de experta en arte es gran fan de Maruo, escribiera un artículo complementario explicando varias de estas referencias. No dejéis de leer el tomo, alucinar, leer luego el artículo de Clara y finalmente ir buscando en Google las referencias. Impresionante.
No me extraña que recientemente este manga consiguiera uno de los Premios Osamu Tezuka, aunque fuera en la categoría de “nuevo artista” (¿es “nuevo” un artista que lleva en activo desde principios de los 80? Yo diría que no, pero bueno, al menos le han dado un premio importante a Maruo…) Por cierto, el otro día vi la noticia que decía que Maruo ya ha empezado otro manga también basado en una historia de Ranpo, titulado Ranpo no imomushi. Si va a ser una fracción de lo bueno que es Panorama, ¡empecemos a salivar!

 

¿Onos sí u onos no? (2 de 2)

Monday, April 27th, 2009
Sigo con el tema que dejé abierto sobre las onomatopeyas. A mi entender, si un manga se occidentaliza hay que retocar todas las onomatopeyas porque si no el efecto de ver las onos al revés es extraño para los que leemos japonés, y encima las editoriales originales japonesas, si no ocurre algún cataclismo o el enésimo ataque de Godzilla contra Tokio, nunca aceptarían que se hiciera así (como pasó con Card Captor Sakura).
¿Pero qué pasa con las onos si un manga se publica en sentido original japonés? En mi opinión, existen estas opciones:

A. Retoque total.

Se retocan todas las onomatopeyas.

Pros:

  1. Aparte del hecho de que se lea “al revés”, el manga se puede leer y disfrutar con total normalidad.

Contras:

  1. Resulta muy caro para la editorial ya que el grafista cobra más.
  2. Si el grafista no está a la altura, se siente mal pagado o trabaja con prisas, el resultado puede ser muy malo, con onomatopeyas feas, casi ilegibles y/o una reconstrucción del dibujo pésimamente hecha con la herramienta “clonar” de Photoshop tras borrar la ono original japonesa antes de poner en su lugar la española. O alternativamente, algunos grafistas colocan onos de tamaño enorme para tapar por completo la onomatopeya japonesa. Esta estrategia, la de usar onos grandes, puede ser letal para el dibujo en sí y tapar mucha parte del arte original, como ocurría en la primera edición de Rurouni Kenshin.
  3. Destrucción, en mayor o menor medida, del arte original. El propio diseño y dibujo de las onomatopeyas a menudo forma parte intrínseca del estilo de un autor y, como tal, alterarlas significa que el lector occidental no puede disfrutar al 100% de su arte. Por eso, incluso en los tiempos en los que prácticamente todo se occidentalizaba, había algunos autores que exigían que se mantuvieran las onomatopeyas originales, como Hiroaki Samura con La Espada del Inmortal o Hayao Miyazaki con Nausicaä del valle del viento.
Ejemplo de retoque total de onomatopeyas. Lamu es un ejemplo muy bueno de un excelente trabajo en este sentido, ya que la forma, el diseño y el “feeling” de la onomatopeya original se respetan al máximo al adaptarla al español, llegando incluso a usar incluso texturas, formas y efectos sacados directamente del original. Lo mismo ocurre con Keroro.

B. Retoque nulo.
No se retoca ninguna onomatopeya, excepto las que son relevantes o están dentro de bocadillos. Con onomatopeyas “relevantes” nos referimos por ejemplo a “suena el teléfono”, “llaman a la puerta”, se oye un ruido y uno de los personajes dice “¿qué ha sido ese ruido?”, etcétera. Cosas así. Aunque a veces, como traductores, nos encontramos que marcamos una ono para que la retoquen puesto que estimamos que resulta imprescindible para entender lo que está ocurriendo y luego el rotulista no la retoca por descuido, pereza, seguimiento al pie de la letra de órdenes editoriales poco meditadas (p. e. “no retoques NADA que esté fuera de un bocadillo”) o lo que sea… Y se pierde información por el camino.

Pros:

  1. La opción más barata para la editorial. Además, el tiempo que se tarda en rotular un tomo sin tener que retocar onomatopeyas es mucho menor, por lo que es posible publicar “más por menos”, lo que es una excelente noticia para el consumidor ya que se posibilita que se licencien y publiquen más títulos.
  2. El dibujo del mangaka queda intacto.

Contras:

  1. ¿Os imagináis cómo sería ver una película en la que solo escucháramos las voces de los actores y en cambio no pudiéramos escuchar los demás ruidos? Una taza posándose en el plato, un disparo, un frenazo, un portazo, unos pasos inquietantes, un solitario búho en medio de la noche… ¡Nos perderíamos todo esto! Para mí, como lector de manga en japonés, algo así es inadmisible. ¿Sois conscientes de la de información que os perderíais si las obras de Rumiko Takahashi hubiesen llegado a España sin las onomatopeyas retocadas? Takahashi en concreto es una maestra de las onos y los sonidos que expresan son vitales para la comprensión total de la obra. En Inu-yasha, por ejemplo (que se publica sin retoques de onos), nos perdemos latidos de corazón, jadeos, lobos ululando, gestos de sorpresa, golpecitos, el sonido (nade-nade) de la mano de Miroku al sobar a Sango, la sonora bofetada que le mete Sango a Miroku después… ¡Buf, de todo!
    Además, en japonés se distinguen dos tipos de onomatopeya: giongo (palabra que imita el sonido), que son las onomatopeyas como las conocemos en Occidente, y gitaigo (palabra que imita el estado), que son unas palabras que sugieren estados de ánimo, como por ejemplo kuta-kuta (estar muy cansado), fura-fura (estar mareado) o bero-bero (estar borracho). Takahashi, y muchos otros mangaka, manejan giongo y gitaigo con gran maestría.
    Y aunque alguien que no sepa japonés puede deducir que ese garabato enorme al fondo de la viñeta indica que “hay una explosión”, es casi imposible que deduzca, con solo verlas, lo que quieren decir las onomatopeyas gitaigo, muy utilizadas sobre todo en obras de humor. Esto ocurre también, como indica James McDohl en el primer comentario de la anterior entrada, en Gintama, donde os perdéis una cantidad ingente de información por culpa del no retoque de las onos. Los que no sabéis japonés, ¡no sabéis lo que os perdéis! ¡En serio!

Ejemplo de no adaptación en Bleach. En la primera viñeta parece claro que el brazo explota con un “booom”, en la secunda cae al suelo con un “plotch”, ¿pero qué hace en la cuarta? La ono “goso” indica un movimiento subrepticio, así que al leerlo en japonés entendemos que busca algo dentro de su kimono (yo pondría un “frus”). En la quinta, ¿qué hace? “Gasa” indica un movimiento rápido: se ha sacado algo del kimono (yo pondría “zis”). ¿Y en la última viñeta? Es difícil deducir que el sonido original (boko-boko-boko…) indica algo que burbujea: es decir, el lector japonés entiende que el brazo se regenera mientras emite un sonido burbujeante del tipo “blop blop blop”. ¿Lo habíais entendido así? Y esta es una página bastante sencilla de deducir, por cierto.

C. Técnica mixta.
Las onomatopeyas se dejan en japonés pero su traducción/adaptación/explicación se especifica de alguna forma. ¿De qué forma? Pues por ejemplo poniendo la ono española en formato pequeño (pero con un diseño igual al de una onomatopeya) por encima o a un lado de la ono japonesa, procurando tapar lo menos posible el dibujo. Esto es algo que Panini solía hacer antes de que Alejandro M. Viturtia se encargara de la línea manga (Viturtia es un occidentalista convencido y, aunque no llega a voltear los manga, su política es la de retocar todas las onos), hace también la editorial Kana en Francia y ha hecho Planeta en contadas ocasiones, como con Kamiyadori o Karin. Otra forma que he visto en algunas ediciones americanas es la de poner una notita al pie de cada viñeta en la que se indica, con una explicación, lo que expresa el sonido de la ono (es decir, en vez de poner “boom”, ponen “explosión”, algo que personalmente encuentro feo-feo).

Pros:

  1. Resulta barato para la editorial ya que no implica retoque gráfico en el sentido de que no hay que borrar las onos japonesas ni reconstruir el dibujo.
  2. Respeta el dibujo original.
  3. El lector obtiene la “banda sonora” del manga en su integridad y no se pierde ni un solo detalle.


Contras:

  1. En ciertas páginas el efecto puede ser muy abigarrado, con texto por todas partes.
  2. Si el rotulista no tiene gracia poniendo las onomatopeyas españolas o si usa un tipo de letra anodino, el efecto puede quedar bastante feúcho.

Ejemplo de técnica mixta en la edición de Panini de W Juliet. El resultado es limpio, queda bastante bonito y, sobre todo, no deja absolutamente nada a la imaginación del lector, ya que transmite perfectamente lo que la autora original quería transmitir.

Bueno, creo que queda claro que yo soy un ferviente partidario de la opción C, ¿verdad? Francamente, me parece la óptima (o la menos mala) y creo que es la que debería imponerse, aunque lamentablemente ahora mismo no hay ni una sola editorial (que yo sepa) que la haya adoptado, después de la decisión de Panini de decantarse por la opción A (cuando habían empezado con la C, sniffff).
Haciendo un recuento, Panini es claramente A; Glénat, Ivrea y Planeta (mayoritariamente en los últimos tiempos) son B; y Norma oscila entre la opción A y la B según el título. Planeta, por cierto, empezó como A, luego tuvo un tiempo cuando se decantaba por A o B según el título, y luego, en algunos títulos, muy pocos, adoptó la opción C. Actualmente parece haber apostado por la opción B en prácticamente todos sus títulos. Es de largo la editorial que más ha ido cambiando de criterio en este sentido. No tengo ahora a mano mangas de Dolmen, MangaLine, Ponent Mon o La Cúpula para comprobar qué opción adoptan, por cierto.
¿Y vosotros? ¿Qué opináis? ¿Qué opción os parece mejor?

¿Onos sí u onos no? (1 de 2)

Sunday, April 26th, 2009
En medio de tanta reseña, de vez en cuando está bien poner un artículo de opinión, ¿verdad? Esta vez me gustaría expresar mi postura sobre la conveniencia o no de retocar las onomatopeyas de los manga, que originalmente están en grafía japonesa (o coreana, en caso del manhwa).
Aunque quizás antes de eso debamos hablar sobre el controvertido tema de la occidentalización, ya que está directamente relacionado con la cuestión de las onomatopeyas. Como sabéis si no vivís en una burbuja aislada, los manga japoneses se publican “al revés” de cómo se publican aquí los libros y revistas. Esto es debido a la manera tradicional de escribir el japonés: de arriba abajo y de derecha a izquierda. Así, nuestra portada es la contraportada japonesa y viceversa. Asimismo, dentro de las páginas, las viñetas también se leen “al revés”, es decir, primero se lee la viñeta de la derecha arriba, se pasa a la que está a su izquierda y así. En fin, no descubro la sopa de ajo y en muchos manga se pone una nota explicativa con instrucciones en plan “Ojo, este libro se lee al revés”, aunque quiero especificar todo esto por si algún día entra alguien desde Google o desde donde sea que no tiene ni idea de manga, para que no se piense que estoy escribiendo sobre alguna extraña secta en la que nos gusta leer los libros al revés para invocar a Satán o algo así. XD Por cierto, es importante constatar que el manhwa o cómic coreano se publica originalmente en sentido occidental de lectura, es decir que el tema de la occidentalización no se aplica en este caso.
Así pues, la primera cuestión es: ¿occidentalizamos un manga o no? Occidentalizar, por cierto, significa básicamente invertir todas las páginas como si las viéramos en un espejo para que el orden de lectura de las viñetas sea igual que el nuestro.

Pros:

  1. Hace accesible el título en concreto al público profano en manga, ya que se lee exactamente igual que cualquier cómic occidental o coreano.

Contras:

  1. Requiere un trabajo enorme de adaptación y rotulación, ya que no solo deben voltearse las páginas, sino que también deben adaptarse todas las onomatopeyas ya que de lo contrario quedarían “al revés” (como ocurrió con los primeros tomos de Card Captor Sakura, que fueron occidentalizados pero sin retoque de onomatopeyas, con el consiguiente estupor y temblores de la editorial japonesa al ver que todos los gritos y sonidos escritos en hiragana y katakana estaban volteados, y la obligación a la editorial española de retocar todas las onomatopeyas a partir del tomo 5 o 6).
  2. Este trabajo requiere mucho tiempo y habilidad, con lo que a) resulta mucho más caro; y b) si el rotulista/grafista al que se le ha encargado el trabajo no está a la altura, tiene un mal día o tiene que trabajar contra reloj por las prisas editoriales, el resultado puede dar mucho que desear.
  3. Todos los personajes diestros pasan a ser zurdos y todos los zurdos a diestros. Así, en Adolf versión española los nazis saludan alzando la mano izquierda y no la derecha; en Buda Siddharta nace por el costado izquierdo de su madre y no por el derecho (algo importantísimo históricamente, por cierto); y algunos casos de Detective Conan tienen que buscar a un diestro entre una multitud de zurdos, cuando obviamente el original dice justo lo contrario. Además, en los manga occidentalizados los japoneses conducen por la parte derecha de la carretera, como nosotros (cuando en realidad lo hacen por la izquierda, como los ingleses) y muchos otros ejemplos. Al traducir, por cierto, debemos transformar todos los “izquierda” por “derecha” y viceversa, con lo que la fidelidad se va a hacer puñetas en pos de la comprensibilidad y la coherencia con la imagen.
  4. Hay viñetas que son imposibles de voltear, como por ejemplo mapas (de un país, del mundo…) y gráficos varios. Así, hay que “re-voltearlos”, algo que solo puede hacerse cómodamente cuando la viñeta a “re-voltear” tiene una forma perfectamente cuadrada o rectangular, porque si tiene una forma rara hay que llamar a Houston y hacer mil tejemanejes.
  5. Los dibujantes japoneses plantean y conciben las páginas de sus obras con el orden oriental de lectura y hay veces en las que voltear una página se carga en gran parte el efecto que buscaba el dibujante, o bien el dibujo queda afeado o las acciones de los personajes, incomprensibles. Pongo esta razón en el puesto quinto desde el punto de vista de un lector, que no se fija demasiado en estas cosas, pero en la realidad, y por lo que he hablado con dibujantes (japoneses y patrios), estaría en el primer puesto para un dibujante, que por supuesto es quien sufre el síncope al ver lo tremendamente mal que queda esa página occidentalizada de su manga cuando en la versión original le había quedado tan resultona.

Ejemplo de occidentalización. Ojo a la viñeta “re-volteada” para mantener el efecto de los símbolos hiragana en los cubos. Detective Conan es un gran trabajo de adaptación gráfica para occidentalizar un tebeo.

Así, pues, yo le veo más contras que pros al hecho de occidentalizar, pero reconozco que en sus tiempos, en los inicios del manga en Occidente, occidentalizar era lo que más sentido tenía si se quería que el manga fuera accesible al gran público. Ahora, excepto casos muy puntuales en los que un manga se quiere comercializar con vistas a venderlo al que no es habitualmente consumidor de manga, ya no se hace con tanta frecuencia, primero porque el público “manguero” ya está acostumbrado a leer “al revés” y segundo porque económicamente hablando occidentalizar es carísimo y, desde el punto de vista de una editorial, si te lo puedes ahorrar porque el público lo permite (y encima lo exige), mejor que mejor.

Vaya, esto me está quedando mucho más largo de lo que creía. Mejor lo dejo aquí y sigo mañana o pasado, ¿vale? Esta vez sí, entrando en el tema de si conviene retocar las onomatopeyas o no. En el caso de este primera parte, ¿vosotros qué opináis: occidentalización sí u occidentalización no?