El blog de Marc Bernabé

Kappa Sen’ichi ya (Las mil y una noches kappa)

Monday, August 10th, 2009
  • Título: 河童千一夜 –Kappa Sen’ichi ya– (Las mil y una noches kappa)
  • Autor: Shigeru Mizuki
  • Editorial: Kōdansha
  • Revista: Varias
  • Años publicación: 1986 (esta edición)
  • Clasificación: shōnen, seinen
  • Tomos: 1


Probablemente, si sois asiduos a la lectura de manga, conoceréis la figura de los kappa, estos seres que viven en pantanos y ríos de aguas claras, que tienen apariencia de tortugas, con membranas entre los dedos, una coraza a la espalda y un peinado en plan fraile budista. En plena coronilla, tienen una especie de “plato” que siempre debe estar lleno de agua, porque si se vacía, el kappa morirá. A los kappa les encantan los pepinos y luchar al sumo, entre otros tópicos que se repiten a la saciedad en los manga y anime. En fin, si queréis información más detallada, os remito a la Wikipedia.
Una de las obras más conocidas de Shigeru Mizuki, el maestro manga del folklore y los seres sobrenaturales de Japón, es Kappa no Sanpei, es decir, Sanpei el kappa. Aún no he podido leer Sanpei, por lo que nada puedo decir de ella, pero hace años cayó en mis manos este libro sobre kappa también dibujado por Mizuki, aunque hasta hace muy poco no había encontrado el momento para leerlo. Este libro es el primero de una serie de cuatro publicados por Kōdansha a mediados de los años 80, y cada uno de ellos tenía la particularidad de ser una recopilación de historias cortas relacionadas con un tema o un ser sobrenatural en concreto. Así, el tomo 1 va sobre kappa.
Lamentablemente, en ninguna parte aparece la fecha ni la revista original de publicación de las historias recopiladas en este libro, pero por lo que he podido investigar, muchas de ellas fueron publicadas en tomo por primera vez en 1970 por la editorial Futabasha, así que se puede deducir que son historias creadas durante los años 60 en varias revistas.

Historias de kappa

Ha sido bastante sorprendente leer este grueso tomo de 367 páginas porque la imagen de los kappa que da Mizuki es muy diferente a la imagen que se fomenta actualmente de ellos. Me explico, en la amplia mayoría de las obras en las que aparecen kappa creadas en los últimos años, se nos presenta a estos seres como personajillos adorables, monísimos y muy inocentes. Esto no significa necesariamente que sean obras malas, sino que la imagen que dan de los kappa es muy diferente a la visión tradicional de ellos.
Por cierto, aprovecho para recomendaros la peli de anime El verano de Coo, que ha sacado recientemente Selecta Visión. La verdad es que es cosa fina, una película maravillosa que me temo pasará desapercibida pese a su grandísima calidad. El verano de Coo, con un planteamiento muy Ghibli, está protagonizada por un adorable kappa.
La imagen tradicional de los kappa, en contraposición, es la de peligrosos seres que, a la que te despistas, te atrapan y te succionan las entrañas por el agujero del culo. Como veis muy lejos de los kappa actuales. Pues bien, en estas obras de Mizuki no es ni una cosa ni la otra: los kappa son feos y bastante tontuelos, pero no tienen ni pizca de maldad y acaban a menudo siendo víctimas de los humanos, que se aprovechan de ellos o directamente los matan. Se trata de un punto de vista intermedio entre la visión tenebrosa que se tenía de ellos hasta el siglo XIX y la imagen adorable que se fomenta actualmente, lo que es bastante curioso ya que podríamos decir que Mizuki es como el “eslabón” que une a las dos tendencias de presentar a estos seres.
Las historias en sí están bastante bien, algunas son mejores y otras peores, pero en general tienen una pátina bastante oscura y tenebrosa que hace que la obra se quede más en el terreno del seinen que del shōnen. El tomo se complementa con un par de historias no relacionadas con los kappa, pero también muy interesantes.

Tetería Kitarō

Friday, August 7th, 2009
  • Nombre del lugar: 鬼太郎茶屋 Kitarō Chaya (Tetería Kitarō)
  • Dirección: 5-12-8 Jindaiji-Motomachi Chōfu-shi, Tōkyō-to (182-0017) (Google Maps)
  • Cómo ir: En bus Keiō u Odakyū (dirección Chōfu-eki kitaguchi) desde las estaciones de Mitaka o Kichijōji (JR línea Chūō) / En bus Keiō (dirección Jindaiji) desde las estaciones de Chōfū o Tsutsujigaoka (Keiō) / En bus Keiō u Odakyū (dirección Mitaka-Kichijōji) desde la estación de Chōfu (Keiō). Parar en las paradas Jindaiji Iriguchi o Jindaiji Shōgakkō y andar unos cinco minutos
  • Precio: entrada gratuita
  • Horario: De 10.00 a 17.00. Último pedido de comida o bebida a las 16.30. Cerrado los lunes no festivos.
  • Web (solo en japonés): http://www.youkai.co.jp/chaya.html

Cuando Shigeru Mizuki se mudó definitivamente a Tokio, fue a parar a la entonces pequeña ciudad de Chōfu, al oeste de la capital japonesa, y aún vive allí desde hace décadas. Por tanto, en Chōfu también le tienen un aprecio especial al anciano maestro mangaka, y en 2003 decidieron dedicarle un pequeño espacio: esta “Tetería Kitarō” (Kitarō Chaya).

La tiendecida de merchan y paridillas

Fue en marzo de 2008 cuando me entraron ganas de dar un friki-paseo de los míos y decidí ir primero a la Kitarō Chaya y después al bar-restaurante Jackson Hole (de Nana), ya que ambos sitios están en Chōfu y calculé que podía ir por la mañana a la tetería y luego llegar al Jackson Hole justo para la hora de comer. Desde la tetería hasta el Jackson Hole hay un buen trecho, unos 40 minutos andando o así, y no puedo decir que recomiende especialmente el paseo ya que no vi nada interesante en el camino: ninguna tienda rara, ningún templo misterioso, nada. Así que, si quieres ir a la Kitarō Chaya, tal vez es mejor ir y volver en bus y punto.

¿Qué mejor lugar para relajarse que la terracita? ¡Genial!


En fin, ¿y qué es la Kitarō Chaya o “Tetería Kitarō”? Pues se trata de una antigua tetería de madera tradicional japonesa, perfectamente conservada, solo que adornada con motivos yōkai desde que en 2003 fue convertida en lo que es ahora. Es un sitio encantador. En la planta baja tenemos una zona en la que se vende todo tipo de merchandising relacionado con la obra de Mizuki, incluidos libros y mangas suyos, y un apartado con dos o tres mesas donde uno puede sentarse a tomar un té (por supuesto, que por algo es una tetería) y algún dulce. Destaca el Medama oyaji kuri zenzai (Zenzai con castaña del “padre ojo”), donde se nos sirve un delicioso zenzai con una bolita de mochi que representa al padre de Kitarō (básicamente, un ojo con patas). Estaba muy bueno, por cierto. Ah, también destaca la “Cerveza Kitarō” y otras chorradillas del estilo.

Aquí te puedes sentar a tomar tu té o tu comida. Atención a los detallitos y muñequitos.


Luego, se puede subir por una estrecha y empinada escalera de madera al piso de arriba, donde hay una pequeña muestra de estatuillas yōkai y demás, así como una encantadora terracita en la que relajarse un rato en medio de la tranquilidad de la zona, ya que da a un pequeño estanque con tortugas. Lo que más me gustó de la tetería es la generosa cantidad de detallitos que hay por todas partes, como muñequitos de seres sobrenaturales por aquí o por allá, pequeñas representaciones de yōkai pintadas o colgadas en los sitios más inesperados, etcétera. Se nota que lo hicieron con muchísimo cariño.

Detalles encantadores por doquier


La Kitarō Chaya está situada al principio de una pequeña calle que lleva al templo budista Jindaiji. Es una de las típicas “calles de peregrinaje” con numerosos comercios tradicionales que venden recuerdos, comida y amuletos varios (como muñecos daruma). Este tipo de calles que conducen a templos pueden ser encantadoras o más bien sosas, pero en el caso del Jindaiji os aseguro que es una de las calles más con más carisma que he visto en Japón; realmente bonita y con mucha variedad de tiendas, chiringuitos y ambiente.

¡Y más detalles!


Francamente, hay que tener bastantes ganas de ir a este lugar, ya que el acceso es bastante complicado e implica subir a un bus, lo que no es fácil si uno no sabe japonés o va con alguien que sepa. Aun así, tampoco es imposible llegar si uno se enrolla con los pasajeros del autobús o con el conductor y les dice que “avíseme cuando lleguemos al Jindaiji, kudasai”. Si tienes una mañana en Tokio, no sabes qué hacer y te gusta o interesa el mundo de Shigeru Mizuki, recomiendo mucho esta visita. Por cierto, creo que se puede combinar bien con una visita al Museo Ghibli, ya que desde la estación de Mitaka (donde está Ghibli) se puede tomar un bus hacia el templo Jindaiji.

¡Y más estatuillas y detalles!

GeGeGe no Kitarō

Wednesday, August 5th, 2009
  • Título: ゲゲゲの鬼太郎 –GeGeGe no Kitarō–
  • Autor: Shigeru Mizuki
  • Editorial: Kōdansha
  • Revista: Shōnen Magazine
  • Años publicación: 1965-70
  • Clasificación: shōnen
  • Tomos: 9

No se puede hablar del gran autor Shigeru Mizuki sin mencionar su obra más conocida, GeGeGe no Kitarō. Antes de empezar con la reseña, quiero puntualizar que Kitarō es un personaje con muchas versiones, ya que Mizuki lo ha estado utilizando durante toda su vida profesional: ya empezó con él en su época de dibujante de obras de “teatro ilustrado” kamishibai, cuando lo tituló Hakaba no Kitarō (Kitarō del cementerio), y luego, a finales de los 50, recuperó al personaje para el mercado de librerías de manga de alquiler (kashihon’ya), con el mismo título y con un enfoque bastante siniestro.
En 1965, en pleno boom de las revistas semanales de manga, la editorial Kōdansha se fijó en Mizuki para que creara una nueva obra para la Shōnen Magazine, a lo que él respondió recuperando el personaje de Kitarō y suavizando sus características para que fuera apto para el público juvenil que leía la revista. El título siguió siendo Hakaba no Kitarō hasta que, en el momento de adaptar la obra para la televisión, le pidieron a Mizuki que cambiara el título a algo menos siniestro porque si no sería imposible conseguir un patrocinador. Así, Mizuki decidió ponerle GeGeGe no Kitarō (“Gege” es la onomatopeya japonesa para cuando te dan un susto espantoso, y además era el mote de juventud del propio Mizuki), título con el que pasaría a la posteridad.
Después de que GeGeGe no Kitarō fuera cortado en la Shōnen Magazine, la Shōnen Sunday de Shōgakukan recuperó al personaje y le dio una nueva oportunidad, y desde entonces Kitarō ha aparecido en multitud de ocasiones, en varias revistas para varias editoriales. No sé cuántos tomos ocupan en total las “obras completas” de Kitarō porque francamente es muy lioso todo el asunto, pero aquí voy a centrarme únicamente en la edición para Shōnen Magazine, de 9 tomos, que fue la que sacó al personaje del ostracismo y le permitió triunfar. Como veis en el scan de la portada que pongo aquí, el título es ゲゲゲの鬼太郎 (GeGeGe no Kitarō) pero arriba, en pequeñito, pone 「墓場の鬼太郎」改名, que vendría a ser algo como “anteriormente titulado Hakaba no Kitarō”. En la cotizadísima primera edición de este tomo, el título era pues Hakaba no Kitarō, pero luego fue cambiado a GeGeGe no Kitarō –mi edición es la 2ª, de 1968–. Esta inscripción que figura en mi tomo solo figuró durante un tiempo; a partir de poco ya desaparecería y solo pondría ゲゲゲの鬼太郎 (GeGeGe no Kitarō).

Kitarō y algunos de sus coleguillas monstruosos

Bueno, ¿y de qué va el famoso Kitarō? Pues son episodios autoconclusivos, que pueden tener entre veinte y ciento y pico páginas, sobre varias aventuras vividas por Kitarō, el último superviviente (junto a su padre: un ojo parlanchín y con patas) de la tribu de los Espíritus. Kitarō es una especie de niño misterioso que siempre va con el flequillo tapándole un ojo (en realidad no tiene ojo ahí, sino la cuenca vacía), una chaqueta a rayas amarillas y negras y unos zuecos de madera. No se sabe muy bien qué es Kitarō, puesto que a lo largo de las historias demuestra tener extraños poderes, como por ejemplo el de la regeneración, que lo hacen inmortal. El caso es que el protagonista se ve inmerso en todo tipo de aventuras en las que intervienen fantasmas, espectros, seres sobrenaturales y todo tipo de yōkai del imaginario japonés; normalmente, Kitarō acaba ayudando a los seres humanos, aunque normalmente estos se sienten repelidos por él.
La gracia del manga es esta atmósfera oscura y de “terror” que desprende, así como todos los yōkai que van apareciendo. Esta obra tuvo tanto éxito en su momento, sobre todo gracias a su adaptación animada, que generó toda una fiebre por los yōkai en Japón; así, los niños empezaron a coleccionar figuritas de yōkai y a saberse de memoria todas las características de estos “terroríficos” monstruitos.
A mí el manga de Kitarō me ha gustado bastante, aunque la verdad tampoco le veo tanta gracia: hay otras obras de Mizuki que me han gustado mucho más. Pero también es verdad que sin Kitarō no habría habido todas estas otras obras que a mí tanto me gustan, y Mizuki nunca habría dejado de ser un mangaka del montón. Kitarō ha gozado de ni más ni menos cinco series de anime, una por cada década desde los años 60, y luego algunas miniseries paralelas. La adaptación más reciente terminó a finales de marzo de este año, con un total de 100 episodios. Por si fuera poco, los años 2007 y 2008 se realizaron películas de imagen real basadas en este personaje, por lo que se puede decir que Kitarō sigue gozando de muy buena salud en Japón pese a contar ya con 60 añitos a sus espaldas.

Museo Memorial Shigeru Mizuki

Monday, August 3rd, 2009
  • Nombre del museo: 水木しげる記念館 –Mizuki Shigeru Kinenkan– Museo Memorial Shigeru Mizuki
  • Dirección: 5 Honmachi, Sakai-minato-shi, Tottori (684-0025) (Google Maps)
  • Cómo ir: A unos 10 minutos a pie de la estación Sakai-Minato de JR (línea Sakai), en un paseo por la adornada Shigeru Mizuki Road
  • Precio: 700 yenes (adultos), 500 yenes (estudiantes) o 300 yenes (niños)
  • Horario: De 9.30 a 17.00 (18.00 en verano). Admisiones hasta las 16.30. Cerrado los martes no festivos.
  • Web (solo en japonés): http://www.sakaiminato.net/mizuki/

(c) Mizuki Shigeru Kinenkan

Dentro de mi serie de posts dedicada a los museos y lugares más interesantes relacionados con el manga, y en conjunción con el “especial Shigeru Mizuki” que estoy realizando estos días, es el momento, cómo no, de centrarnos en el museo dedicado a este gran mangaka.
Sin embargo, tengo que decir que esta vez haré un poco de “trampa”, ya que cuando fui a Sakai-Minato, en verano de 2004, quedé tan embelesado con la calle Shigeru Mizuki (luego explico más) que cuando me di cuenta y quise ir al museo ya era demasiado tarde y estaban a punto de cerrar (fallo mío por no haber averiguado los horarios de antemano). O sea, que a pesar de haber ido hasta tan lejos (Sakai-Minato está tremeeeendamente lejos) desaproveché una oportunidad que no sé si podré volver a tener. Afortunadamente, el viaje no tenía el objetivo de ir a visitar el pueblo y el museo de Mizuki, sino que íbamos de camino a Matsue e Izumo cuando, recordando que en Sakai-Minato había “algo” relacionado con este autor (en aquel entonces no me interesaba tanto la obra de Mizuki y poca cosa conocía de él), sugerí hacer un desvío y un alto en el camino. ¡Y cuánto me alegro de haberlo hecho!

Estatuas de bronce en la Mizuki Shigeru Road

Sin comerlo ni beberlo, un viaje que estaba pensado como un fin de semana largo turístico por la costa del mar de Japón, pasando por la duna de Tottori hasta la bonita ciudad de Matsue y los famosos santuarios sintoístas de Izumo, adoptó tintes muy frikis gracias a esta visita, y también a que unos kilómetros antes habíamos parado en el pueblo de Gōshō Aoyama y habíamos estado un rato fotografiando las estatuas de Conan Edogawa que hay por ahí (ya contaré sobre esto en otro momento).

Un señor haciendo un “papá ojo” (arriba) y un cartel de bienvenida al pueblo

Sakai-Minato es el pequeño pueblo pesquero en el extremo occidental de la prefectura de Tottori (tocando a Shimane) donde se crió el gran Shigeru Mizuki. A finales de los años 80, como pasó (y sigue pasando) en tantos pueblos rurales japoneses, el cambio en los hábitos de los consumidores japoneses y la aparición de grandes supermercados y centros comerciales hizo que las “calles comerciales” con pequeños comercios de toda la vida perdieran vigor y se fueran convirtiendo en calles fantasma. Con tal de atraer al turismo (y el dinero que comporta) y revitalizar los municipios, muchos pueblos japoneses han intentado varias estrategias, algunas exitosas y otras no tanto. Así, algunos pueblecitos, aprovechando que son “el pueblo del mangaka X” o “el pueblo donde vivió el dibujante Y”, empezaron a crear museos y áreas temáticas para ver si conseguían atraer a turistas. Este es el origen de muchos museos dedicados a mangaka que hay por todo Japón, de hecho, y el de Shigeru Mizuki no es una excepción.
Así, en 1993, la pequeña ciudad de Sakai-Minato, donde se crió Mizuki desde su más tierna infancia, decidió dedicarle la entonces desangelada calle comercial, que pasó a ser conocida con el nombre de “Mizuki Shigeru Road”, e instaló un total de 23 estatuillas de bronce con personajes de Mizuki. A lo largo de los años, el número de estatuas se fue ampliando hasta las 120 actuales y, al recibir las visitas de miles y miles de turistas y curiosos, se puede decir que el pueblo tuvo un gran éxito en su cometido.

Más y más estatuas de monstruitos

Finalmente, en 2003 se abrió el museo dedicado a este gran mangaka, de nombre Museo Memorial Shigeru Mizuki. Al museo no pude ir, pero el año pasado, en la Kitarō Chaya (Tetería Kitarō, en otro post hablaré de ella) pude hacerme con el magnífico libro-catálogo que presenta los contenidos del mismo, así que ahora sé muy bien lo que me perdí *sigh*.
El museo se puede dividir en cuatro partes, grosso modo. En la primera de ellas se nos presenta la vida de Mizuki a través de fotografías y vídeos, y se nos dan muestras de sus obras, tanto a través de páginas originales como a través de libros publicados en la época. También se muestran sus obras pictóricas de juventud y algunas muestras de kamishibai (teatrillo callejero con ilustraciones) creadas por él.

Dioramas del interior del museo. (c) Mizuki Shigeru Kinenkan


Otra zona, cómo no, está dedicada a los yōkai, los monstruitos que él rescató del cuasi olvido folclórico y devolvió a la primera fila para darlos a conocer entre los japoneses de todas las edades. En esta parte podemos ver dioramas y figuras muy bien hechas que representan a estos seres sobrenaturales tan carismáticos. Otra parte del museo, más pequeñita, presenta una colección de máscaras étnicas, ya que Mizuki suele comprar este tipo de objetos cuando viaja al extranjero, una de sus pasiones. Esta parte, por cierto, está relacionada con la zona del museo donde se presentan fotografías y recuerdos de Mizuki en sus viajes alrededor del mundo.

Reproducción del estudio de Mizuki… ¡Con el propio Mizuki en persona! XD (c) Mizuki Shigeru Kinenkan


Finalmente, en la segunda planta hay un espacio dedicado a exposiciones temporales, imagino que no limitadas a Mizuki y su obra.
Al museo, como ya he dicho, no pude ir, pero la calle con las estatuillas me encantó a mí (por supuesto), pero también a los tres amigos que me acompañaban en ese viaje. Y eso que yo era el único que conocía (aunque fuera de refilón) a Mizuki antes de llegar a Sakai-Minato. Con esto quiero decir que si alguna vez vais por esa zona, o queréis visitar Izumo y Matsue (viaje muy recomendable), no descartéis parar en Sakai-Minato, porque vale muchísimo la pena.

Detalles de la Mizuki Shigeru Road. Me gusta la “Peluquería Kitarō”

Las estatuillas están todas muy bien realizadas y encima los comercios que hay por la zona también se aprovechan del “tirón yōkai”, lo que lo hace muy divertido. También se venden numerosos recuerdos y chorraditas varias y se puede ir a rezar incluso al “Santuario Yōkai”. En definitiva, ¡que vale mucho la pena!
Por cierto, aquí tenéis más fotos interesantes de la calle en cuestión.

El Santuario Yōkai

Mizuki Shigeru-den (Autobiografía de Shigeru Mizuki)

Thursday, July 30th, 2009
  • Título: 水木しげる伝 –Mizuki Shigeru-den– (Autobiografía de Shigeru Mizuki)
  • Autor: Shigeru Mizuki
  • Editorial: Kōdansha
  • Revista: ninguna
  • Años publicación: 2001 y 2005
  • Clasificación: seinen, autobiografía
  • Tomos: 3

Habiendo vuelto de mi semanita de vacaciones en la que he aprovechado para descansar y leer mucho, retomo el blog con energías renovadas. Espero que el “efecto verano” de sopor y alejamiento generalizado de los ordenadores no merme mucha actividad a este blog porque he decidido dedicar unos cuantos posts seguidos al grandioso Shigeru Mizuki, uno de los más geniales creadores históricos de manga, que debutará en nuestro país cuando Glénat edite su interesante biografía de Adolf Hitler. ¡Vamos allá con la autobiografía del maestro!
Estoy descubriendo que me gustan los manga que hablan sobre manga, ya sean autobiografías (como la de Yoshihiro Tatsumi) o relatos de algún tipo basados en manga reales (como Kingyo-ya). Espoleado en parte por lo mucho que me gustó la biografía de Tatsumi, y aprovechando un ramalazo que he tenido últimamente relacionado con la figura del mangaka Shigeru Mizuki, decidí comprarme los tres tomos de su autobiografía, que había visto hacía un tiempo en una librería japonesa. Hasta ahora me había resistido, ya que son tres tomos de tamaño bolsillo (es decir, pequeñitos, pero gordotes), de unas 500 páginas cada uno, pero finalmente la curiosidad pudo conmigo y lo hice. ¡Y no me arrepiento!
Desde la primera hasta la última página no he podido dejar de leer la interesantísima autobiografía de Shigeru Mizuki, el creador de GeGeGe no Kitarō, Kappa no Sanpei, Akuma-kun o la galardonada en Angoulême 2005 Nonnonbaa to ore, además de experto en seres sobrenaturales japoneses (yōkai). Esta autobiografía salió publicada por primera vez en 2001 con el título Boku no isshō wa gegege no rakuen da (Mi vida es un paraíso “gegege”), pero entre 2004 y 2005 la editorial Kōdansha decidió volver a publicarla, con correcciones y añadidos (por ejemplo, se añaden páginas al final que relatan lo acontecido entre 2001 y 2004) y cambiándole el título al más explícito Kanzenban manga Mizuki Shigeru-den (Edición definitiva en manga – Autobiografía de Shigeru Mizuki). Esta es la edición que tengo yo, con portadas en las que sale el bueno de Mizuki, ya ancianito él, junto a él mismo en versión manga y otros personajes suyos. ¿Y qué nos cuenta cada tomo?
Tomo 1: La infancia de Shigeru Mizuki, nacido Shigeru Mura, en el pueblo de Sakai-Minato, su relación con la vieja Nonnonbaa, sus jaleos en la escuela y sus peleas con los vecinos, así como sus primeros pinitos con los yōkai. Interesantísimo tomo introductorio que en ocasiones se solapa bastante con lo ya leído en Nonnonbaa to ore, pero que aun así resulta una puerta de entrada fascinante a la infancia de Mizuki en particular y a la vida en los años 20 y 30 en el Japón rural en general.

En su etapa como soldado en Nueva Guinea recibía más palos que una estera de parte de sus superiores.

Tomo 2: La experiencia en la guerra de Mizuki, que fue enviado a Nueva Guinea para luchar en la Guerra del Pacífico. Sus horribles experiencias allí (como el bombardeo en el que fue herido en el brazo izquierdo, que más tarde tuvo que serle amputado), sus múltiples aventuras en la selva y su amistad con los nativos, que le acogieron con los brazos abiertos. Un tomo, además, trufado de explicaciones contextuales que nos describen cómo iba avanzando la guerra y qué es lo que ocurría en Japón y otras partes del mundo mientras él se encontraba luchando contra australianos, británicos y americanos en las cercanías de la población de Rabaul.
Tomo 3: El regreso a Japón, las penurias de la posguerra, los múltiples trabajos que tuvo que hacer para sobrevivir (¡con un brazo menos!), su corto período como administrador de un edificio de apartamentos en la calle Mizuki de Kōbe (allí empezó a trabajar como dibujante, y uno de sus clientes se empeñaba en llamarle “Mizuki” en vez de “Mura” -su apellido real-, así que al final se rindió y acabó firmando sus obras como “Shigeru Mizuki” XD), etc. También nos relata su entrada casi por casualidad al mundo artístico, primero como dibujante de obras de kamishibai (teatrillo con viñetas que unos charlatanes interpretaban en las esquinas), luego como autor para la red de librerías de manga de alquiler (kashihon’ya) y, finalmente, la consagración y el éxito como autor de manga shōnen para revistas como Shōnen Magazine. En medio de todo esto, la miseria absoluta y la desesperación por apenas poder ganarse la vida como dibujante, su boda casi forzada (prácticamente la decidieron sus padres y tuvo que casarse al día siguiente de la entrevista, sin apenas conocer a su mujer), el reencuentro con la gente de Nueva Guinea y su gran amigo Topetoro, etc.
Esta obra me ha encantado. En general, está muy bien ambientada, se ciñe a los sucesos sin fantasías (en Nonnonbaa to ore, una de las cosas que no me gustaron tanto es que en medio de la historia había cosas fantasiosas que restaban credibilidad) y es un relato fresco y ágil. En el tercer tomo el autor desbarra un poco e intercala historias fantasiosas, pero lo hace más que nada para expresar su estado de ánimo en aquel momento, como por ejemplo durante la época en la que tenía que trabajar muchísimas horas al día sin descanso y sin poder disfrutar ni del dinero ni de la fama (Mizuki se define a sí mismo como “bastante vaguete”).
Lo que me ha sorprendido de la obra es que: 1) Apenas habla de si le gustaba dibujar o no, y por qué acabó dedicándose a dibujar. La historia fluye naturalmente hacia allí: un buen día, alguien le pregunta si estaría dispuesto a dibujar para kamishibai, y Mizuki dice que sí. Y a partir de ahí todo evoluciona. 2) Cuenta sus horribles experiencias durante y después de la guerra con una ingenuidad que muchos querrían para sí. Los occidentales tendemos a recrearnos en la descripción de los horrores que nos toca vivir, a ponerle mucho drama y tal, pero por lo que estoy viendo los japoneses simplemente lo aceptan estoicamente y, cuando lo narran, lo narran como si tal cosa. Es horrible ver escenas de Mizuki con el brazo amputado lleno de gusanos y tal, y te lo cuenta como si te estuviera contando un cuento. Sorprendente.
En definitiva, una gran obra para conocer a uno de los creadores más carismáticos de todo Japón y a un mangaka que, a sus casi 90 años, sigue destilando alegría de vivir y optimismo. Se merece pues el honor de ser considerado uno de los mangaka que me caen más bien y a los que más admiro. ¡Bravo Mizuki!